jueves, 8 de junio de 2017

Día 9. Junio 8.


El pequeño Felipe recobró la salud y los bríos. Esta mañana me pasó su tetero vacío para que le entregara uno lleno. Eso habla de su buen ánimo. Es muy grato sentirlo bien porque eso también me da fuerzas a mí. Lo pasé para mi cama y pereceamos un rato hasta que quiso irse a ver sus libros. Ángela se ha preocupado por tenerle una biblioteca prolífica. Quiere que le coja amor a la lectura desde muy niño y lo está logrando, porque aunque no sabe leer, los libros le generan mucha curiosidad. Y el amor por la lectura es solo eso, curiosidad.

Hoy nos tomamos el tiempo para el baño, la vestida y el desayuno sin afán. Nos habíamos levantado muy temprano. Recobró el apetito y el humor. Yo me rehice en tranquilidad y confianza, porque mientras Pipe se enfermó me pregunté cada minuto si sería capaz de cuidarlo bien si a menos de una semana de haberse ido Ángela ya se me había enfermado. Pero bueno, es posible que no sea la última vez y lo importante es saber qué hacer y cuándo acudir al pediatra. No hay que tomar riesgos.

Lo dejé en el jardín sin mucha novedad. Otra vez se quedó tranquilo. Ya reconoce el jardín como el lugar en donde va a pasar su día y ha ido asumiendo la ausencia de la mamá con mayor serenidad y resignación. Él sabe que nos vamos a volver a encontrar y que cada día es un día menos para que ello pase. Yo regresé al apartamento, cada vez más grande, cada vez más vacío, cada vez más silencioso. Hoy al verlo ordenado gracias a Doris, lo vi inmenso. Y me sentí muy pequeño. La soledad siempre me confronta y tener mucho tiempo para pensar casi nunca me hace bien. Suelo ser muy severo en la autocrítica y muy poco proactivo para corregir mis falencias crónicas. Esa es una pésima combinación porque vive uno con un remordimiento permanente que no pasa porque tampoco se corrige. En fin. Hoy estuve pensando mucho en lo que he hecho y en lo que debo hacer, que nunca coinciden.

Sé que mi prioridad en este momento es el pequeño Felipe y creo que lo estoy haciendo bien. Pero también tengo que fortalecer las alas que él necesita para volar conmigo. Además, también he pensado mucho en Nicolás, mi hijo mayor, y cavilo mucho sobre lo que él percibe de mí en este momento, cuando él está cumpliendo sus propios retos. Tengo dos hijos. Uno me conoce bien y ya me analiza de una manera crítica. Sus reflexiones sobre mí son severas pero certeras. Y es lindo cuando Nicolás se abre y me dice sin miedo lo que piensa de mí. Y siento que he cumplido parte de mi tarea con él porque es centrado y criterioso, pero sin duda me falta más autoridad para orientarlo y la autoridad moral solo tiene una raíz: El ejemplo. No hay mensaje que llegue con más contundencia que aquel que se transmite con el ejemplo. Sobre todo para un hijo, que siempre está atento a lo que le puedan brindar sus padres. Mi otro hijo apenas me está empezando a conocer. Por ahora soy su cuidado, su protección, su alimento, su abrigo y su afecto. Soy la coraza que lo protege del mundo y también el cieno que le sirve para apoyar su ser en el mundo con suavidad. Pero no seré eso toda la vida. Él también tiene que ver en mí la vida que he vivido para poderlo proteger. También querrá saber qué he hecho y cuánto he logrado, qué tan feliz soy y que he hecho para merecerlo. Eso me obliga a vivir también mi propia vida más allá del cuidado que le doy. Eso me motiva para pensar en lo que será lo que he llamado el segundo tiempo de mi vida. Pronto cumpliré 43 años y los cambios que tendrá mi horizonte no serán menores. Nos espera un nuevo paisaje, una nueva cultura y unos nuevos retos fuera y lejos de nuestra zona conocida, que no es nuestra zona de confort. Justamente son la zozobra permanente en este país y la amargura de tener que ver las noticias todos los días para tener que padecer las barbaridades de la cotidianidad, las que nos han motivado para buscar otro rumbo. Y afortunadamente se nos ha dado. Por eso es un buen momento para repensar la vida y para comprender que el pequeño Felipe puede conocer una versión mucho más segura de su papá de la que debió conocer el pobre Nicolás que creció conmigo y con mis miedos de adolescente y con la inexperiencia total sobre la responsabilidad de traer un ser al mundo.

Y en eso se me fue el día. Pensando qué quiero ser y cómo lo quiero lograr ahora que tengo una oportunidad genuina de empezar de nuevo. No avancé mucho en la tarea, pero sí me llené de energía e ilusiones, que son el motor de los pensamientos y los proyectos. Y ahí voy.

A las cinco pasé por el pequeño Felipe. Hermoso, sentado en su silla de bebé en el jardín esbozando una sonrisa y estirándome las manos para que lo cargue. Acababa de terminar su ensayo de la presentación del día del padre que es mañana. Llegamos a la casa y estuvo especialmente dócil. Solo quiso que lo metiera en el cajón en donde están algunos de sus juguetes para poderlos revolcar. Ahí estuvo un rato mientras empezaba la colmena feliz y se comía su cena. Hoy en la tarde todo fue pausado pero ágil. Comió, lo empiyamé con paciencia porque le gusta jugar mientras le voy poniendo la piyama y lo acosté con su tetero. De nuevo me hizo un espacio en el costado de su cuna para que me acostara con él y por supuesto acepté la invitación. Se quedó dormido pronto.

Esta noche Nicolás está debutando con su banda de punk y rock. Él es baterista y se juntó con un grupo de soñadores para hacer música. Se van a presentar en un barcito y no puedo ir porque no puedo dejar a Pipe solo. Estas son las cosas que me hacen sentir que el cuidado del pequeño Felipe son un sacrificio real porque tengo necesariamente que renunciar a cosas que son importantes para mí. Sé que Nicolás comprende que no pueda ir. Y sé que mi deber es cuidar el sueño del bebé. Solo espero poder ver a Nicolás con su banda un día para sollarme con su música. En realidad lo admiro porque su talento es natural y no fue heredado. Yo no sé tocar ni un timbre y la mamá tampoco.

Bueno, esta fue la jornada de hoy, de mucha introspección, de mucho pensamiento, de mucha ilusión. Así se nos van yendo los días. Y así los vamos plasmando en este diario.

Gracias por estar de nuevo acá, cada día, pasando cada hoja que se escribe sola con el fin de la jornada. Me alegra saber que pasan por acá para ver cómo va la historia. Siento esa buena energía. Es evidente. Feliz noche.


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