jueves, 10 de mayo de 2018

Día 56. Julio 25. Faltan 72 días.



Día 56 de la nada, entre un comienzo lejano y un final incierto.

Hoy vengo a escribir como el viejo que sin falta le lleva migajas a las palomas en la plaza solo para sentir que las palomas lo acompañan. Como el viejo que disfraza su soledad de migajas y palomas. Hoy vengo acá para ocultar mi soledad en sus ojos que me leen. Porque la soledad es mucho más que la ausencia de personas. La soledad es el abandono de la coherencia que se camufla en poesía. Por eso no procuren entenderme. No hoy, en este día perdido entre la nada.

He recorrido nueve mil kilómetros para encontrarme conmigo mismo y cuando llegué ya no estaba esperándome. Me esfumé, me perdí y ya no sé en dónde estoy. Pensé encontrar mi vela encendida, mi botella de vino con el corcho a medio sacar, mi pluma y mi tinta, el papel amarillento regado por el escritorio y la musa en bragas dispuesta a satisfacer mis deseos más retóricos. En su lugar encontré a mis demonios fumándose un tabaco rotado entre miradas cómplices. El miedo reía con sorna, la inseguridad no era capaz de mirarme a los ojos y el pasado se quedó petrificado esperando algún saludo de reconciliación que no me salió. El futuro jamás llegó, se fue de juerga con la incertidumbre sin decir para dónde. El presente era yo, parado allí sin saber qué hacer. Quise decir algo pero me temblaron los labios y salió un gemido ridículo. Entonces me fui y me perdí. Me quedé vacío sin mí, vacío sin vela, botella, tinta, papel ni musa. Y dejé a mis demonios tirados en ese lugar que era para mí.

Ahora descubro con tristeza que la mejor manera de perpetuar los demonios es querer huirles. Ellos saben para dónde vas y allí te esperan. Están antes que tú revisando cada centímetro del espacio en donde has pensado despreciarles y se apropian de tus sueños. Esos demonios apagaron mi vela y se tomaron mi vino. Además sedujeron a mi musa que ahora fuma y bebe con ellos. Aún quedan el papel, la pluma y la tinta por ahí olvidados. Debo regresar desde aquel lugar en donde no me encuentro y quizás también deba dejarme vencer por mis demonios para tener un lugar al lado de ellos.

Cuando regrese y los encuentre, me sumaré a sus miradas cómplices y celebraré sus burlas de mí. Buscaré la mirada de mi inseguridad para ver si al menos le saco una sonrisa. Y abrazaré al pasado recordando cuán compinche fue de mi locura, esa locura que no me abandona y que estará conmigo así esté perdido. Quizás el futuro regrese algún día, cuando la incertidumbre le abandone. La incertidumbre se va cuando llegan la pobreza y el hambre. Siempre se va.

Por ahora, seguiré buscándome para saber al menos en dónde estoy, tratando de comprender qué me trajo hasta acá sin echarle la culpa al destino, culpable de todo sin existir.

No sé en dónde estoy. Por ahora, me buscaré entre las caras de los viejos que lanzan migas a las palomas para ver volar por unos segundos su soledad. Por ahora, me quedaré aquí solo, haciéndome el que escribo sin pluma, tinta ni papel, perdido entre la incoherencia que me libera porque es la única que no me pide nada.