lunes, 31 de julio de 2017

Día 52. Julio 21. Faltan 76 días.


Debo reconocer con la vergüenza que me arrastra de este rezago infinito que de este viernes 21 de julio no tengo mayores recuerdos. Sé que fue un día híbrido, un lunes-viernes o un viernes-lunes, como lo quieran ver, porque era un viernes posterior a un festivo. Una semana laboral de un día para un desempleado como yo.

Supongo, por lo borrado que tengo ese día de mi vida, que fue intrascendente en cuanto a las novedades del pequeño Felipe, lo que es bueno, porque quiere decir que fue un día tranquilo para él, que estuvo sanito y que no pasó nada que perturbara su día. Entre la maraña de mis recuerdos, tengo la certeza de que cuando lo recogí en el jardín a las cinco de la tarde, como todos los días hábiles, me vio y salió corriendo para abrazarme. Y es el único recuerdo que tengo nítido de ese día porque es la primera vez que lo hace con tanta efusividad desde que se fue Ángela.

Por lo demás, podría inventar anécdotas y momentos vividos con el pequeño Felipe pero tengo la certeza de que el orden de tiempo y espacio estaría seriamente alterado. Hoy debo reconocer que este rezago es insalvable y que no bastan los chispazos de la memoria para construir algo decento. Por lo tanto, para cumplir con la semana que prometí el miércoles pasado para remediar la situación, para lo que quedan solo dos días o para ser más exactos, 48 horas, llenaré este rezago no con vivencias inventadas y destellos intermitentes de recuerdos sino con escritos de reflexiones, vivencias, aprendizajes, temores y cualquier cosa que sirva para unir los extremos de esta laguna con un puente que no deje vacíos los días que ya pasaron de la agonía a la muerte en mi memoria.

Algunos textos serán trabajados y profundos. Algunos días los despacharé con una fotografía y una frase. Ángela, que siempre sabe animarme en los momentos en los que desfallezco, que son muchos más de los que debería soportar una pareja, me dijo que tomara como ejemplo el diario de Bridget Jones. La verdad no sé de qué me habla. Solo vi la última película de esa zaga y en ella jamás la vi escribiendo una letra. Entonces me relajé porque pensé que me estaba avalando mi claudicación. Pero no, resulta que el diario si se escribe, pero no de manera continua ni con un rigor literario exigente. Me explicó Ángela que había días en los que Bridget no escribía nada, otros días en los que no pasaba de una línea y otros días en los que se inspiraba tanto que podría salir el guión de una película. Bueno, pues el diario del pequeño Felipe será al menos en los diez días de rezago que vergonzosamente estoy completando, un diario al estilo Bridget, solo que sin película y sin el riesgo de que el lector muera de un coma diabético por el dulce del romance empalagoso de una gordita muy deseada. La verdad no me sé la trama de Bridget, pero su forma descomplicada para escribir diarios, de acuerdo con lo que me cuenta Ángela, será conveniente para superar este impase que me tiene al borde de la locura.

Solo espero estar el jueves contándoles lo que pasó ese día, como lo hice juicioso más de cuarenta días para caer en esta angustia de que el tiempo pasa más rápido de lo que uno espera y que lo que parecía largo y lento ahora es corto y fugaz. Aún no sé si termine este diario. Es más, no sé si el miércoles estaré firmando una derrota más en mi vida. No sé nada, como Sócrates. Y como Sócrates, no me importa. Ojalá no me llegue la cicuta literaria como a él le llegó la filosófica. Pero acá estoy, escribiendo y punto. Es todo lo que me interesa.

Gracias por seguir a este perdido. No se pierdan conmigo. Un abrazo y feliz noche.


viernes, 28 de julio de 2017

Día 51. Julio 20. Faltan 77 días.



El 20 de julio se celebra en Colombia que nos independizamos de los españoles para caer en las garras de las élites criollas. Por lo tanto, es un día festivo en el que el pequeño Felipe no tuvo que ir al jardín. No recuerdo muy bien cómo fue su despertar, pero sé que él tiene sus horarios bien definidos en la mañana. Desde las cinco hasta las siete de la mañana, en cualquier momento puede despertar, usualmente al rededor de las seis. En los festivos suelo dejarlo hacer pereza un rato largo, jugar y algunas veces desayunamos antes de que lo bañe. El 20 de julio lo hicimos así y permanecimos durante la mañana en casa, esperando a que llegara el "nanu", que pasaría la tarde con nosotros.

La mañana transcurrió entre los papeles y los colores del pequeño Felipe, sus "caos" grandes y pequeños y nuestros juegos con balones, ahora que le estoy enseñando a patear. Al medio día llegó Nicolás, el "nanu" y noté la alegría de Pipe al verlo. Pedimos almuerzo a Hamburguesas el Rodeo, que es casi un ritual cuando viene Nicolás porque le encantan. Y a mí también. Al pequeño Felipe le pedimos "ajiaquito" que es tan pequeño que le alcanza para almorzar y para cenar, por lo que no me tuve que preocupar por cocinar para la noche.

En la tarde salimos los tres al parque. El pequeño Felipe disfruta todos los juegos que hay para los niños que son los tradicionales: Columpios, el rodadero, el sube y baja o simplemente correr por el pasto, en donde tiende a ir hacia donde están los perros (babaus) pero yo lo detengo. Los perros pueden ser hermosos y amigables, pero nunca sé cuál no es de fiar y no quiero que el pequeño Felipe se arriesgue en esa ruleta. Entonces simplemente evito que se acerque a los perros y por supuesto, que los perros se le acerquen.

El "nanu" lo subió en los sube y baja y en el rodadero y yo lo impulsé en el columpio. El parque es el sitio de encuentro de los vecinos. Y hay un lugar de máquinas de gimnasio, amigables y didácticas con los adultos, pero son inadecuadas para niños y más para bebés. Pero Felipe no se resignó y las probó una a una. Algunas lo iban frustrando, porque no lograba que se movieran de ninguna manera. Entonces empezó un conato de pataleta y cuando iba a ver qué le pasaba, apareció un vecino que es psicólogo, al que conocí meses antes impidiendo que las motocicletas se atravesaran por el parque para cortar camino. Lo hacen todo el tiempo y es frustrante tener que soportar la incultura de gente afanada que no le importa para nada el peligro de sus máquinas irrumpiendo en un espacio destinado para las personas y especialmente para los niños. Mi vecino, que se llama Andrés, me dijo que lo dejara resolver su malestar solo, que lo dejara llorar y que después de ello iba a desistir o a encontrar la forma de disfrutar lo que estaba haciendo. Entonces le hice caso y funcionó. En una máquina inalcanzable para el pequeño Felipe se dedicó a moverle un pedal, resignado, sin refunfuñar más. Pronto se aburrió y decidió tomar camino hacia cualquier parte. Yo me quedé hablando con Andrés y Nicolás se fue detrás de Felipe. A los cinco minutos regresó con él cargado y el pequeño Felipe de nuevo estaba irritado y molesto. Nicolás me contó que iba para la calle y que lo tuvo que detener. Era hora de regresar a casa para continuar con actividades domésticas más tranquilas y menos riesgosas para Pipe.

Llegamos al filo de las cuatro y Nicolás se sentó a pintar un rato con el pequeño Felipe. A las cinco y media inicié la rutina para acostarlo dándole la cena. A las seis intenté empiyamarlo pero estaba muy activo, entonces Nicolás se puso a jugar con él para que acabara la última carga de sus pilas. Sin mayor novedad, a las siete estaba tomando su tetero y acostándose a dormir. Nicolás y yo nos quedamos charlando un rato. Pero yo estaba cansado y también me acosté para ver el partido en la televisión de Millonarios. Nicolás me acompañó un rato y luego se bajó a ver películas.

El pequeño Felipe disfruta la presencia de su hermano "nanu" y yo de verdad me siento pleno teniéndolos a los dos cerca. Sé que son de dos generaciones distintas, que están explorando cómo será su relación hacia el futuro y que quizás la distancia entre los dos que se avecina los vuelva extraños otra vez. Sin embargo, percibo la empatía en ellos, en el cariño que le tiene Felipe porque se alegra cuando lo ve y en la ternura que le inspira a Nicolás que es especialmente delicado con el pequeño Felipe.

Para mí es un reto tender lazos y puentes entre mis dos hijos. Ellos irán construyendo su relación mientras el tiempo pasa y lidian con la distancia. Solo espero que algún día puedan contar el uno con el otro, cada uno en su mundo y con su historia. Pero quiero que se sepan hermanos y que se apoyen como tal.

Bueno, sigo avanzando sin desfallecer, aún colgado pero intentando que la brecha no se siga ampliando y buscando la manera de mantener frescos los recuerdos. Quizás del día siguiente no tenga mayor recuerdo porque sé que fue un viernes rutinario. Pero no importa, quizás siga profundizando en reflexiones que colmen estos días borrosos hasta que mueran las excusas.

Una vez más gracias por persistir y no desfallecer conmigo. Feliz noche.



jueves, 27 de julio de 2017

Día 50. Julio 19. Faltan 78 días.


Escasamente recuerdo que este día fue miércoles. Y puedo decir también que fue un día rutinario, como el martes ya lejano para un diario que me puso a tambalear en este esfuerzo. Entonces hoy solo vengo al blog a divagar sobre lo que viene, sobre lo que debo hacer de ahora en adelante ya que la memoria es inferior a mi rezago.

Varias personas, que además aprecio, me han recomendado no desfallecer y seguir con el diario porque dentro de las razones que expuse omití algunas que son las realmente valiosas. La primera, que este diario no es solo una terapia para mí, sino un legado para el pequeño Felipe quien podrá reconstruir un pedazo de su vida del que no tendrá memoria, lo que hace de este diario su patrimonio y no el mío. Segundo, porque este es el medio que le permite a Ángela, mi esposa y la mamá de Felipe, enterarse de infidencias del día a día del pequeño Felipe que quizás yo no le cuente en el ajetreo de los días. Es decir, las únicas razones que reconocí ayer para pensar en dejar el diario, son mis razones egoístas. Porque olvidé que después de 50 días que llevo publicados con este, así ya esté desnaturalizado como tal, más que una terapia se ha convertido en el relato de una historia que además tiene unos lectores a quienes también estoy irrespetando al dejarlos tirados porque creo que esto solo es necesario para mí.

Hoy he hecho un ejercicio profundo de reflexión y he notado que lo que me está pasando con este diario no es más que una muestra de lo que pasa en general en mi vida. Soy de empezar muchos proyectos y de terminar muy pocos. Soy experto en encontrar excusas coherentes que al final solo son los cimientos de mis fracasos. Y soy experto en abandonar a las personas que creen en mí a la vera del camino cuando creo que el camino se acabó no porque en realidad se haya acabado sino porque yo cierro los ojos para no verlo más.

Es decir, abandonar este diario no tiene justificación alguna. Como tampoco tiene justificación el rezago que hoy me tiene tambaleando porque no solo no lo supero, sino que tiendo a hacerlo cada vez más grande, menos recuperable y por lo tanto, más frustrante. Ángela me ha hecho ver lo importante que es este diario para ella y la tristeza que siente al despertar y encontrar que esa historia que con juicio yo le contaba, ahora solo le llega en anécdotas dispersas de lo que yo le cuento en nuestras conversaciones, pero ya no se puede imaginar el día entero del pequeño Felipe, que era el encanto para ella. Y sí, es mi culpa y no puedo hacer nada más que remediarlo.

Por lo tanto he decidido hacer algo que casi nunca hago. Cumplir sin excusas. Ponerme al día y tratar de reconstruir los días que ya agonizan en mi memoria sin inventar pero sin omitir. Me he puesto un plazo de una semana para superar el rezago y retomar el día a día con la promesa de nunca dejar acumular más de tres días, y si esto llegase a suceder, recuperarlos en los siguientes tres días sin ningún atenuante. Entonces, no voy a prometer más esta noche. Consciente de que este diario no solo me pertenece a mí, sino que también le pertenece a los lectores que me honran cada noche con su tiempo para leerlo, con Ángela que se entera de la vida de su mayor tesoro a través de este espacio y del pequeño Felipe, que tendrá el privilegio de poder conocer un pedazo de su vida que por sí mismo no recordaría, me comprometo a cumplir, solo a cumplir como lo venía haciendo en la escritura de esos 128 días de los que aún quedan más de la mitad.

Por lo demás, solo me queda pedirles perdón por ser tan egoísta y complaciente conmigo mismo. Sus consejos fueron el motor de la reflexión que me lleva a hacer algo que poco hago: Honrar mi palabra con hechos y no con más palabras. Entonces, cierro por hoy el diario del pequeño Felipe y también mis ojos para dormir con la convicción de que a partir de mañana haré este esfuerzo necesario para retomar esta responsabilidad que yo mismo me di pero que me compromete con ustedes, con Ángela y sobre todo, con el pequeño Felipe. Este es su diario, no mío, y eso lo olvidé injustamente.

Una vez más y sobre todo esta noche, gracias por leerme, muchas más gracias por comprenderme y millones más por, a pesar de todo, no dejar de leerme.

Feliz noche y gracias por los consejos que me dieron. Acá me tienen, persistiendo, sin desfallecer, como me lo pidieron.


miércoles, 26 de julio de 2017

Día 49. Julio 18. Faltan 79 días.


Hoy debo reconocer que ya no me alcanza la memoria para saber qué pasó exactamente con el pequeño Felipe el martes julio 18, es decir, hace ocho días. Y debo reconocer que mi memoria de mediano plazo no es tan prodigiosa y que no quiero inventarme un día solo para cumplir con el diario. De lo que estoy seguro es que fue un día tranquilo, normal, cotidiano y sin hechos memorables, porque si los hubiese habido, los recordaría.

Hoy además me estoy cuestionando si debo o no continuar con este diario en estas circunstancias. Primero, porque lo inicié como un desahogo terapéutico de una situación angustiante que ya no existe a esta altura porque simplemente me calmé, descubrí que el instinto paternal puede ser tan efectivo como el maternal y en este momento ese miedo desapareció, no porque tenga todo controlado, lejos de estarlo, pero por lo menos sé que la situación no es tan complicada como yo me la imaginé al principio. Segundo, porque un diario que no se escribe a diario deja de ser un diario. Sonará redundante, pero es así. En este momento dejé de escribir un diario para escribir un reporte tardío de días que se me están olvidando porque se volvieron rutinarios. Y la rutina uno la recuerda igual todos los días cuando la evoca. Por eso es tan aburrida.

Entonces, esta entrada me servirá como el preámbulo de la decisión que voy a tomar de seguir o no con este relato, que no será ahora ni esta noche, porque tampoco tengo prisa para decidir. Sin embargo, debo reconocer que escribir sí me sigue sirviendo para tramitar mis conflictos internos, para reflexionar sobre mi intersticio con el pequeño Felipe que ha sido el motor de estos días y porque mientras lo hice con juicio, me dio cierto halo místico de compromiso y responsabilidad traducidos en disciplina que es una falencia vital de mi existencia.

En fin, como el objetivo de este diario es además contar el día a día del pequeño Felipe, les debo una disculpa enorme por haber frustrado en este día y en esta entrada lo que ustedes están acostumbrados a leer. Como pueden ver, el pequeño Felipe está prácticamente ausente en este relato y me concentré en las excusas que siempre tengo para abandonar mis proyectos, que son buenísimas y por buenas nocivas para lo que verdaderamente necesito.

Ahora debo dormir. He tenido unos días muy movidos en mis entrañas que no pasan por el pequeño Felipe que está muy bien sino por mis propios demonios que cuando se emborrachan hacen estragos en la cantina de mi alma. Por eso no he dormido bien y por eso mis prioridades van cambiando de lo material a lo espiritual y en ello debo trabajar empezando por un reposo reparador.

Creo que hoy les hice perder el tiempo y lo siento. Mañana les contaré que me indica mi criterio sobre lo que debo hacer. Y de una vez les adelanto, de ese miércoles tampoco recuerdo mucho.

Muchas gracias por leerme a pesar de que no lo merezco.

Feliz noche.


lunes, 24 de julio de 2017

Día 48. Julio 17. Faltan 80 días.


Lunes. Empieza una nueva semana. El pequeño Felipe debería llegar al jardín a las ocho de la mañana como todos los días pero hoy, lunes, no será así. Yo voy a aprovechar que aún estoy en la casa de mi mamá para hacer una diligencia en la notaría de Cota y regresaré para dejar al pequeño Felipe en el jardín antes del medio día, sin poder precisar aún la hora.

El día está gris, destemplado, un lunes con cara de lunes. Sin embargo, el pequeño Felipe se ha levantado "con todos los poderes" como dice mi hijo Nicolás para referirse a una persona animada. A las ocho de la mañana llegó mi hermano a recogerme para hacer la vuelta en Cota. Pensé que el pequeño Felipe se quedaría tranquilo con mi mamá, pero no, me armó pataleta y se ganó su paseo gratis a Cota. Por supuesto, se durmió en el carro. Cualquier cosa impulsada por un motor de combustión lo duerme. Lástima que el espacio del apartamento no me permita meter el carro para pasearlo un rato en esas noches de rebeldía, cuando no se quiere dormir temprano. No fallaría.

Hicimos la diligencia rápido. Ahora es raro que los trámites en las notarías sean demorados. Yo recuerdo hace muchos años que ir a una notaría era uno de los peores castigos, muy cerca en el ranking de tener que hacerle la visita a los hijos de los amigos de los papás. Los trámites eran eternos, las filas insoportables, los funcionarios desagradables. Ahora todo eso ha cambiado. Si hay algún sector al que le han favorecido los avances tecnológicos, es a las notarías. Todo es más rápido, amable y sencillo. Bendita tecnología. Pueden hacer de un lugar tan tedioso como una notaría, un sitio potable. Tampoco divertido. No exageremos. El pequeño Felipe me acompañó en la diligencia y para su dicha habían celebrado un cumpleaños hace poco en el lugar por lo cual había unas bombas detrás del mostrador que Pipe con buen olfato encontró. Miró desde el pasillo y me dijo "pomba, pomba". Me asomé con él y las bombas estaban en el piso, como esperando por él. Sin ninguna vergüenza atravesó el mostrador y cogió las bombas. Yo le sonreí a las señoritas de la notaría y absolutamente enternecidas con el pequeño Felipe lo dejaron llevárselas, lo que él correspondió con esa sonrisa que derrite a cualquiera.

Regresamos a la casa de mi mamá y sin esperar salimos para Bogotá para que Felipe llegara antes del medio día a su jardín. Llegamos a las 10:30 am y el pequeño Felipe se quedó de mal genio porque venía dormido en el carro y el despertar no fue el más amable. Lo dejé con su profe Diana quien supo lidiar con el mal genio de Pipe y rápidamente le sacó una sonrisa. Yo me fui para la casa, para seguir organizando cosas y documentos que son los tantos pendientes que tengo para alistar nuestro reencuentro con Ángela. Estoy colgado con eso de avanzar en los pendientes, creo que mucho más colgado de lo que llevo este diario.

A las cinco en punto llegué por el pequeño Felipe al jardín y estaba jugando animado con los compañeritos que se quedan hasta esa hora. No lo apuré. Lo dejé jugar un rato y solito me estiró los brazos para que nos fuéramos. En la casa retomamos la rutina sin mayor sobresalto. Pipe se tomó su jugo con galletas y se comió medio banano. Jugó un rato con las "pompas" que le regalaron en la notaría, a las seis le di la cena y a las siete pasadas ya estaba durmiendo.

El día del pequeño Felipe fue tranquilo, no se alteró su rutina a pesar de que los fines de semana suele cambiar sus horarios y retornó a la normalidad de su casa, de su cuna, de su espacio que tanto extraña y que tanto aprecia.

Bueno, el retraso de mi diario ya llegó a la semana. Sin embargo, pienso seguir retando a mi memoria y a mi tiempo para seguir escribiendo y pasando las hojas del calendario aunque esté colgado. Seguiré avanzando, día a día, con paciencia y calma hasta ponerme al día. Preferí escribir en presente, como si fuera al día, porque le da más fluidez a mi memoria y me llegan más frescos los recuerdos del día.

Muchas gracias por leerme. Una feliz noche para todos.




viernes, 21 de julio de 2017

Día 47. Julio 16. Faltan 81 días.


Domingo. Una semana menos en el camino para encontrarnos de nuevo con Ángela. El pequeño Felipe se despertó a las siete de la mañana. En la noche tuve que recogerlo solo un par de veces del suelo y luego decidió dormirse sobre uno de los cojines de sofá que le subo para rodear la colchoneta y se quedó ahí dormido casi toda la noche.

Fue un amanecer tranquilo. Casi a las siete de la mañana el pequeño Felipe se despertó sonriente y como entendiendo que estaba fuera de su cama se pasó a la colchoneta y se puso a hacer pereza un rato. La mañana estuvo soleada y caliente, aprovechamos para estar al aire libre, para disfrutar el pasto y caminar descalzos. Mi hermano Luis se había quedado con la esposa en la casa de mi mamá y desayunamos todos juntos. Después del desayuno mi mamá me ayudó a bañar al pequeño Felipe. Yo lo baño siempre con un balde y una ponchera porque se me facilita regular la temperatura del agua y que no sienta frío o se queme con el agua muy caliente. Intentamos bañarlo en la ducha pero no funcionó muy bien, precisamente porque no es fácil regular el agua y que salga como a él le gusta. Entonces volvimos a la técnica del balde y por fin lo pudimos bañar.

El pequeño Felipe ya bañado y vestido se puso a pintar en el estudio y a jugar con algunas figuras de madera que tiene mi mamá para adornar la casa. Poco antes del medio día Pipe se quedó dormido. Yo tenía que alistarme porque iba para el matrimonio de mi amiga Magda que se casaba a las tres de la tarde en una hacienda de la Sábana. A la una me empecé a vestir y a arreglar para la ocasión y cuando salí a las dos de la tarde el pequeño Felipe seguía dormido, entonces le di un beso en la frente y salí camino a la celebración. El pequeño Felipe se quedó al cuidado de mi mamá y de la esposa de mi tío.

Yo me fui tranquilo. El pequeño Felipe ya se ha adaptado a la compañía de mi mamá y no resiente mi ausencia ni se entristece si me voy una mañana o una tarde. Pero como no tiene una figura de autoridad que lo controle y lo reprenda, tiende a ponerse necio con mi madre y se la monta. El matrimonio de Magda estuvo precioso. Fue una ceremonia sencilla pero muy emotiva, muy bonita, muy familiar. El esposo es sueco y había invitados de varios países del mundo, por lo cual el lugar era una pequeña y fraterna torre de Babel.

Estuve llamando cada hora para ver cómo iba el pequeño Felipe. Estaba bien, muy activo, y a las ocho y media de la noche, todavía no se había dormido. A las nueve decidí regresarme, porque no sabía que noche iba a tener el pequeño Felipe y quería estar con él, por si había alguna novedad. Llegué a la casa de mi mamá al filo de las diez y Pipe ya estaba dormido. Supuse que al día siguiente, es decir, el lunes, se iba a levantar tarde.

El domingo estuve con el pequeño Felipe solo por la mañana y estuvo tranquilo. Al parecer a mi mamá le dio un poco más de trabajo. Pero mi mamá disfruta el pequeño Felipe, le parece inmensamente tierno y la relación entre ellos dos se ha ido fortaleciendo por la cercanía que tienen ahora cada fin de semana.

El pequeño Felipe ya sabe que ahora es parte de su rutina ir a la casa de mi mamá los fines de semana y lo disfruta, y se ha acostumbrado a la presencia de mi mamá en sus días. Creo que a los dos les va a dar duro cuando nos vayamos. Se van a extrañar.

Sigo tremendamente colgado. Cada vez más. Pero sigue siendo un ejercicio entretenido recordar los días e ir haciendo el balance así ahora esté un poco retrasado. Esta semana me he seguido colgando, pero insisto, este es un ejercicio terapéutico que realizo sin presión. Y seguirá siendo así. Sin embargo, espero alcanzar el día actual pronto, para que la memoria no tenga que hacer un esfuerzo mayúsculo echando para atrás.

Muchas gracias por leerme. Feliz noche.


miércoles, 19 de julio de 2017

Día 46. Julio 15. Faltan 82 días.


Este era un día para salir temprano a la casa de los abuelos. Teníamos invitación a desayunar. El pequeño Felipe se despertó muy temprano, a las cinco de la mañana, porque la noche anterior se había acostado temprano. Entonces aprovechamos para tomarnos la mañana con calma y para ir alistándonos para salir sin prisa y sin afanes. Ya pasaron los puentes y supuse que la salida de Bogotá no iba a estar tan complicada. Nos tomamos la mañana con toda la pereza. Al final, terminamos saliendo a las 7:30 am para donde mi mamá.

Contrario a lo esperado y al borde del desespero, el tráfico a la salida de Bogotá estuvo insoportable. Acá todavía creemos que las dobles calzadas son la manifestación máxima del desarrollo vial. No lo son. Y mucho menos para evacuar una ciudad de casi ocho millones de habitantes por su costado noroccidental que lo comunica con medio país. La calle 80 termina en cinco carriles que súbitamente se reducen a dos haciendo un embudo impasable. En resumen, me demoré 40 minutos en un trayecto de no más de cuatro kilómetros, gran parte del tiempo en un puente que pasa sobre el río Bogotá. Nada agradable esperar allí.

Casi a las nueve llegué a donde mi mamá. Afortunadamente el pequeño Felipe había dormido todo el trayecto y no sufrió el trancón. Llegó animado, contento, le encantó ver de nuevo a su abuelita. Llegamos a desayunar y después Pipe me pidió que lo acompañara a dar una vuelta por la finca para ver los "babaus", los "maus" y por supuesto a "Lola", su vaca favorita. Cuando entramos a la piscina Felipe se emocionó y metió los pies, con las medias y los zapatos puestos. Estaba haciendo sol, la mañana estaba cálida, entonces decidí darle gusto y meterme con él un rato. El agua estaba helada, más fría que de costumbre, entonces Pipe decidió abrazarme y nos quedamos en el agua gélida abrazados un rato, soportando el frío y pensando que a la salida el sol nos iba a calentar.

Mis hermanos empezaron a llegar porque en este día celebraríamos los cumpleaños de tres de los ocho hermanos que cumplimos la misma semana. De hecho, cumplo el mismo día con uno de mis hermanos. Menuda puntería la de mis viejos para dejarnos a los últimos tres agrupados por la misma fecha. Al medio día sirvieron el almuerzo, una suculenta lechona que mi mamá compró para celebrarnos el cumpleaños a Luis, a Alejandro y a mí. Los contemporáneos del pequeño Felipe son los bisnietos. Hay tres bisnietos de mis padres que son mayores que el pequeño Felipe, es decir, hijos de mis sobrinos. Y son los de la misma generación de Pipe, con los que puede jugar. De los tres fue la pequeña Luciana, que es hija de mi sobrina Ana Milena. Y Pipe jugó con ella, tocó un poco el piano y se divirtió.

Luego se fueron algunos de mis hermanos y quedamos los suficientes para jugar cartas un rato con mis tíos, quienes todavía están de visita donde mi mamá. Yo jugué un rato, pero venía la hora de darle la cena al pequeño Felipe, de empiyamarlo y de intentar acostarlo. Con las dos primeras no tuve problema, pero Pipe no tenía la más mínima intención de acostarse. Cuando hay visita, cuando ve movimiento y más personas, quiere aguantar hasta el final. Yo tampoco lo quería presionar. El domingo no había necesidad de madrugar porque mi plan era en la tarde y la mañana la podía pasar con él. No habría fútbol. Finalmente se durmió un poco antes de las nueve ya extenuado. Cayó en su colchoneta con el tetero y se quedó profundo. Así terminó un día familiar, lleno de tíos, tías y primos. Se divirtió, se metió a la piscina y tocó piano con su pequeña prima, o mejor, con la hijita de su prima.

El pequeño Felipe disfruta los fines de semana donde la abuela. Le hace bien el campo y la familia, se le pasa rápido el día y goza con los animales que no puede tener en la ciudad.

Esto cada vez está peor. Ahora tengo un día más de rezago y sigo escarbando en mi memoria los días que se me van pasando. Pero seguiré, así colgado, como Nairo Quintana a pesar de las colgadas en cada etapa, llegaré al final.

Muchas gracias por leerme. Ya llegaré a empatar los días como se debe. Gracias por la paciencia. Feliz noche.


lunes, 17 de julio de 2017

Día 45. Julio 14. Faltan 83 días.


Ahora sí tengo un rezago realmente serio y esto solo demuestra cuán rápido están pasando los días. En un abrir y cerrar de ojos voy colgado cuatro días. Por ahora, solo espero no colgarme más y acudir a los buenos oficios de mi memoria para ponerme al día esta semana, sin presión y sin culpas. Finalmente, el objetivo de este diario es que me sirva como terapia para sobrellevar este rol con el pequeño Felipe y no una obligación que me complique y me deprima. Por eso seguiré al ritmo que el tiempo y las prioridades me permitan, tratando de que cada día quede documentado.

Bueno, del viernes puedo decir que pasó una semana más sin mayor sobresalto, afortunadamente. Felipe está cada vez más tranquilo, más adaptado a su situación y más consciente de la ausencia de su mamá, a la que recuerda todos los días sin falta. Pipe se levantó a las seis de la mañana sin ninguna novedad y cuando bajamos a desayunar me mostró una fotografía de Ángela que tengo encima de la chimenea y me pidió que se la pasara. La contempló un rato, la paseó en su trencito y finalmente la dejó sobre la mesa de centro de la sala. Apenas la soltó, Ángela nos llamó por Skype y se vieron un rato. Después de eso, llevé al pequeño Felipe en el jardín infantil y se quedó fresco, contento, como toda la semana.

Yo regresé a la casa para alistarme porque a las once de la mañana tenía que hacer una visita a un profesor mío del colegio. Fue mi profesor de trigonometría en décimo grado y creo que de esa materia no aprendí ni siquiera a pronunciar bien la palabra. Pero no fue su culpa, la verdad, en matemáticas desde que me enseñaron a dividir, todo se me complicó. Por eso amo las letras, porque los números no se me dieron jamás. Sin embargo, de ese maestro aprendí su legado para la vida. Es una persona íntegra, de esas que enseñan con el ejemplo y que comprende que la academia va mucho más allá del mero conocimiento. Recuerdo que el día de la primera clase, hace más de 27 años, nos dijo: "Entre ustedes los estudiantes y nosotros los maestros no hay ninguna diferencia. Ambos merecemos respeto. Lo único que cambia es que nosotros tenemos más años, más experiencia, y por eso es importante que nos escuchen y sigan nuestros consejos. Hemos vivido más y eso es algo que ustedes solo podrán lograr cuando lleguen a nuestros años". Esas palabras fueron revolucionarias en su momento para mí. Primero, porque las jerarquías eran muy marcadas entre los docentes y los estudiantes, por eso me parecía atípico y maravilloso que un maestro se pusiera a nuestro nivel desde el punto de vista del respeto y segundo, porque me hizo entender el valor de la experiencia desde la vida misma. La vida en sí misma genera conocimiento y sabiduría, no por los títulos ni el éxito, sino por la experiencia que dan los años. Eso me pareció revelador y conservo esas palabras como una magnífica enseñanza. Por eso era tan importante para mí ir a donde mi profesor, porque sus palabras siempre dan aliento y sus historias de vida son asombrosas. Fue magnífico haberlo visto y haber conversado con él. Me encantó conocer un poco más de su vida, recorrer su casa, ver las condecoraciones y reconocimientos que se ha ganado a pulso y ahora en el reposo de su pensión, escucharlo es un bálsamo para el espíritu.

Mientras estaba donde mi profesor llegó un mensaje de whatsapp de la directora del jardín pidiéndonos recoger a los niños a las dos de la tarde porque el sector seguía sin agua y se habían terminado los tanques de reserva. Entonces regresé a la casa justo para recoger al pequeño Felipe en el jardín. Salió contento. Los viernes tiene prisa por irse para la casa, algo le dice que viene el fin de semana, la casa de los abuelos, quizás piscina y familia y parece que eso lo entusiasma. Quise sacarlo al parque pero llovió en la tarde entonces debimos quedarnos jugando en la casa. Le saqué todos los juguetes que le gustan, un par de balones y una bomba que a pesar del tiempo no se desinfla. Ventaneamos un rato para ver "caos" y "babaus" y un par de "maus" que se asoman en uno de los apartamentos del edificio de en frente. A las cinco de la tarde lo noté cansado y prendí la televisión en Zoo Moo para que se relajara un rato con sus programas de animales. A las cinco y media le di la comida y a las seis pasadas ya lo estaba empiyamando sin mayor resistencia. Estaba cansado, con ganas de dormir temprano, y antes de las siete ya se estaba tomando su tetero para dormir. Pasó una semana calmada, con Pipe saludable y contento, empezando un fin de semana que iba a tener actividades familiares en la casa de los abuelos. Ya les contaré.

Muchas gracias por leerme. Ofrezco excusas por haber perdido el ritmo y ahora andar colgado varios días. El fin de semana fue un poco ajetreado y no conté con el tiempo que hubiera querido para escribir. Pero bueno, acá estoy, avanzando un poco más lento que el tiempo. Ya lo alcanzaré. Feliz noche.


jueves, 13 de julio de 2017

Día 44. Julio 13. Faltan 84 días.


Pipe se despertó muy temprano esta mañana. A las cinco y media estaba conversando solo. Hoy no me llamó. Solo lo escuché refunfuñando y entré a su cuarto para ver qué estaba haciendo. Me pidió el tetero y como hace un par de días, me lo recibió acostado y me pidió que le echara la cobija encima. Siguió haciendo pereza en su cuna. Yo aproveché entonces también para hacer pereza un rato, esperando a que me llamara para sacarlo de la cama, porque sabía que no iba a seguir durmiendo. A las seis de la mañana gritó "holaaaaa" lo que quería decir que ya era hora de alzarlo y traerlo para mi cama. Lo recosté en el lado en donde duerme Ángela y organizó las almohadas. Me pidió que le prendiera el televisor y apenas lo prendí se fue para el cuarto de los juguetes.

A las seis y media le alisté la ropa y le preparé el agua para bañarlo. Nuestro día empezó normal, como los últimos días, sin mayor novedad. En el desayuno Pipe volvió a ver a su mamá por Skype y conversaron un rato. Le puse su delantal y la chaqueta y decidí llevarlo en coche aprovechando el clima. No fue una mañana fría y él disfruta el paisaje cuando lo paseo en su coche.

Lo dejé con su profe y regresé a la casa para almacenar agua porque anunciaron un corte en el servicio a partir de las diez de la mañana. Almacené agua como para una apocalipsis zombie. En baldes y ollas y además herví agua para Pipe como para una escasez de desierto. Soporto la falta de cualquier servicio público menos la falta de agua. La falta de agua me angustia, de antemano me siento sucio y sediento, solo con saber que van a cortar el servicio.

En la mañana leí un rato largo, al medio día conversé con Ángela y por la tarde organicé documentos. A las tres y media la directora del jardín mandó un SOS porque el corte de agua fue en todo el sector y se estaba quedando sin tanque de reserva. Entonces los padres debíamos ir por los pequeños para sacarlos temprano y así intentar no acabar con toda la reserva de agua del jardín. A las cuatro fui por Pipe y lo traje en el coche. Nos vinimos despacio, relajados, estaba haciendo un buen día. En la casa aprovechamos que aún era temprano para jugar un rato. Pipe tiene un trensito en el que monta y hace muchos ruidos. Dice letras, colores, saluda, se despide y creo que en las noches con tinto conversa con el resto de los juguetes. Pero se quedó sin pilas y eso tenía frustrado al pequeño Felipe. El tren mudo lo tenía supremamente estresado. Entonces le puse pilas y la cara de Pipe cuando lo vio resucitar fue más que sublime. Le salió una sonrisa enorme y me miró sorprendido porque sin más ni más el tren había decidido hablarle de nuevo. Le dio palo toda la tarde hasta que nos sentamos a cenar. La noche transcurrió sin novedad y Pipe se quedó dormido abrazando su tetero.

Hoy fue un día tranquilo. Solo que ahora no sé qué hacer con toda el agua que almacené porque los tanques de reserva del edificio aguantan para dos días y el corte solo es por 24 horas. Ya lavé la loza a totumadas para aprovechar todo el líquido que guardé. Hay que aprovechar cada gota.

Bueno, por fin me pongo al día con el diario. Muchas gracias por seguir con atención esta historia que ya pasa de su primer tercio. Los días van pasando y el momento del reencuentro se está acercando.

Feliz noche.


Día 43. Julio 12. Faltan 85 días.


El día 43 transcurrió con toda tranquilidad. El nanu ya se había ido y de nuevo compartimos la noche solos el pequeño Felipe y yo. Pipe ha tenido noches serenas durante toda la semana y sus días en general han sido normales, rutinarios y serenos. Después de un comienzo azaroso por las enfermedades que le dieron al pequeño Felipe, su salud se ha estabilizado y con ello su ánimo. Además, poco a poco hemos ido adoptando itinerarios que nos han permitido sobrellevar los días de manera natural. Siento que él sabe cómo es el orden de las actividades, tanto en la mañana como en la tarde, y eso ha hecho fluir la convivencia entre los dos con mucho compañerismo, complicidad y amor. Si bien Ángela nos ha hecho mucha falta y sin duda con ella todo es más sencillo, hemos aprendido a vivir juntos y a construir nuestros días de la mejor manera. A él se le ve feliz y yo poco a poco voy asumiendo este rol que va mucho más allá que el de un cuidador. La paternidad tiene muchos más matices que yo no había explorado desde que se me creció Nicolás. Y con Nicolás no era tan consciente de lo que estaba haciendo, actuaba y hacía las cosas y ya. Ahora estoy pasando por un proceso reflexivo mucho más detenido y mucho más profundo que me ha permitido comprender estos dos capítulos de mi vida, en retrospectiva, lo que viví con Nicolás, y en perspectiva, lo que estoy viviendo con el pequeño Felipe.

En fin, la mañana de transcurrió sin sobresaltos y el pequeño Felipe pudo ver a su mamá de nuevo durante el desayuno. Él intenta interactuar con ella, le muestra cosas, le hace muecas, la manda besos y al final se despide con un sonoro "taoooo" que quiere decir chao. Sin embargo, se nota que la virtualidad se queda corta para los dos. A Ángela le queda faltando poder sentirlo, poder abrazarlo, poder consentirlo y el pequeño Felipe aún no entiende bien por qué su mamá sigue detrás de una pantalla. Pero es claro que se ha adaptado mejor Pipe que Ángela. Él ha vivido su proceso cada vez más aplomado y tranquilo. Ángela está cada vez más ansiosa por verlo y por apapacharlo. Lo cierto, es que el tiempo corre a favor para los tres.

Yo regresé a la casa y la pobre Doris aún no había llegado. El tráfico cada vez se le complica más y ella viene desde muy lejos. La esperé porque yo tenía que salir a hacer algunas compras. Decidí no hacer mercado sino que voy reponiendo lo que se va agotando. No quiero quedar con sobrantes cuando llegue el momento de partir. Prefiero medir los gastos y el consumo simplemente para tener lo indispensable. Doris llegó al filo de las nueve y yo salí para hacer las compras. Regresé pasadas las diez y estuve hablando con Ángela un rato. La tarea de conseguir vivienda en nuestro destino no ha sido fácil pero afortunadamente aún queda tiempo para conseguir.

Doris hizo almuerzo y cocinó un manjar que creo que no comía desde mis época en el colegio, es decir, hace muchísimo tiempo: Espaguetis con pollo. Ya había olvidado lo rico que sabe algo tan sencillo. Volví a mi infancia por un momento y disfruté cada bocado. En la tarde estuve leyendo y a las cinco en punto fui a recoger al pequeño Felipe. La historia se repitió. Estaba entretenido jugando y no quería que yo me lo llevara sin que él terminara de jugar. Mientras tanto, la profe me contaba que había encontrado su media mitad en el jardín. Una niña de su misma edad con la que se la pasa. Comparten el tiempo, los juguetes y se cuidan el uno al otro. Yo los pude ver jugando juntos y de verdad se siente la empatía que hay entre ellos dos. Es la única compañerita que tiene la misma edad de Felipe, que hasta ese momento estaba en un limbo con el resto de sus compañeritos que eran o más grandes o más pequeños. Me enterneció mucho verlo socializando con tanta confianza y me encantó ver cómo se comunicaban sin hablar, como si hubieran construido su propio idioma.

La tarde también transcurrió sin mayor novedad. Juguito con galletas al llegar, cena con el capítulo de la colmena feliz y la empiyamada lenta y juguetona como le gusta a Pipe. Pero finalmente cayó redondo con su tetero pasadas las siete de la noche.

En este día se cumple un tercio del tiempo que nos separa de Ángela. Estamos mucho más cerca y el tiempo pasa cada vez más rápido, aunque aveces la ansiedad nos hace sentir como si el reloj se detuviera. La convivencia con el pequeño Felipe ha generado dinámicas de manera natural que nos han permitido sobrellevar esta situación de una manera cada vez más rutinaria y segura. A ustedes, muchas gracias por continuar con este hilo. Sigo atrasado un día pero ya estoy en la tarea de avanzar con el día que tengo pendiente.

Que tengan una feliz noche.



miércoles, 12 de julio de 2017

Día 42. Julio 11. Faltan 86 días.


Ayer fue un día llenó de emotividad. Cumplí 43 años y no sé si exista algo así como la depresión de los 43, pero estuve muy sensible todo el día. El pequeño Felipe se despertó faltando un cuarto para las seis de la mañana. Estaba sonriente pero todavía somnoliento. Entonces le pasé el tetero y en vez de estirarme los brazos para que lo cargara, me pidió que le echara la cobija encima y se quedó haciendo pereza un rato acostado en su cuna.

Yo aproveché para prender el calentador y alistarle la ropa. Finalmente me llamó a las 6 y 20 para que lo sacara de la cuna. Lo pasé para mi cama pero rápidamente se fue a su cuarto de juegos. Lo bañé antes de las siete y bajamos a desayunar. Su "nanu" estaba durmiendo en primer piso porque la noche anterior se quedó a dormir porque me iba a cocinar el almuerzo de cumpleaños junto con su novia Manuela. El pequeño Felipe no aguantó la curiosidad y les abrió la puerta de par en par mientras dormían. Siempre lo hace. Le encanta hacer esa entrada triunfal y que las puertas suenen bien duro. Pero ni se inmutaron. Estaban profundos. Entonces le pedí a Pipe que saliera y les cerré la puerta otra vez. Nos fuimos a desayunar y Pipe habló un rato con su mamá por Skype. Ya se ha vuelto parte de la rutina que sea el desayuno el espacio de encuentro entre el pequeño Felipe y Ángela. Es el único momento del día en que coinciden y pueden verse con tranquilidad.

Antes de las ocho fui a llevar al pequeño Felipe al jardín y se quedó allí como todos estos días, sin problema. Yo regresé a la casa para organizar algunas cosas. Ya me sentía mucho mejor de la tos. La noche no fue tan cruel como las anteriores. Nicolás y Manuela se levantaron al filo de las diez y a las once estaban desayunando, lo que auguraba un almuerzo tardío por lo cual me fui comiendo unas galletas con un tintico.

A las dos y media almorzamos y parece que a Nicolás vivir solo le ha despertado sus dotes culinarios. Prepararon un lomito delicioso, con arroz, papa criolla y además jugo de tomate de árbol, el inmortal jugo de tomate de árbol que nunca pasará de moda.

Por la tarde compartimos con Nicolás y con Manuela hasta que debí ir por el pequeño Felipe al jardín infantil y Nicolás se fue a acompañar a Manuela que se iba a trabajar. Encontré a Pipe jugando, entretenido y contento, tanto, que no se quería ir conmigo. Tuve que ser paciente y esperar a que se distrajera para poderlo cargar y sacarlo disimuladamente. A la hora que llego por él ya quedan poquitos niños y todos están relajados, aprovechando los juegos que hay en el jardín que no son pocos, entonces tanta diversión los amaña.

Regresamos con Pipe a casa y seguimos la rutina como siempre. Llegamos, unas galleticas con jugo y Zoo Moo para ver la colmena feliz. Le di la cena y a las siete regresaron Nicolás con Manuela porque al fin ella no tuvo que ir a trabajar. Entonces se armó la fiesta de piyamas de Pipe con el nanu y Manuela. Manuela es niñera y tiene mucho ángel con los niños y eso se le vio con Felipe. Realmente disfrutó su compañía y le gastó la última pila que le quedaba.

Apenas le di el tetero a Pipe se tiró a la cuna y nos salimos para que durmiera. Cayó de inmediato. Fue un buen día para él, estuvo contento, animado, juguetón y disfruta mucho la presencia de su "nanu", a quien identifica como una persona especial. Sabe que es alguien más cercano que el resto de la humanidad e incluso que el resto de la familia. Es su "nanu".

Ahora estoy colgado con el diario, atrasado un día y corriendo para no tener que adelantar el cuaderno cuando ya hayan pasado muchas hojas. Mañana me pondré al día y procuraré seguir escribiendo cada noche para no estar arrastrando la presión de que se me junten los días como hoy.

Muchas gracias por leer y perdón por los atrasos. El de ayer fue porque estuve respondiendo los saludos de cumpleaños hasta tarde. Me alegró mucho sentirme tan querido y tantos mensajes por distintos medios me llenaron de alegría. Lo menos que puedo hacer es responderlos todos, es mi forma de decir ¡gracias! por tanto cariño y tanta paciencia. Bueno, les deseo una feliz noche y dejo la promesa de no colgarme como hoy. Abrazos fuertes.


lunes, 10 de julio de 2017

Día 41. Julio 10. Faltan 87 días.


Otra noche mala para mí y buena para el pequeño Felipe. Mi tos no dio tregua y el malestar se alborotó con fiebre en la madrugada. En contraste y por fortuna, el pequeño Felipe durmió toda la noche y pasadas las siete de la mañana tuve que hacer bulla en su cuarto para que se fuera despertando y así alistarnos para asistir al jardín. Se despertó con una sonrisa y pidiendo tetero. Yo lo atendí a media máquina, tratando de hacerle buena cara y que no notara mi malestar, porque cuando él nota que estoy enfermo, también se preocupa.

En el desayuno estuvimos hablando con Ángela y Pipe estuvo contento conversando y haciéndole muecas a su mamá. Ya tiene una relación más amistosa con el Skype y entiende que es un medio de comunicación un poco frío, pero al menos puede ver, escuchar y mantener vigente a su mamá en cada mañana hasta que por fin nos volvamos a encontrar.

La mañana transcurrió sin mayor novedad. Dejé a Pipe en el jardín y lo entré rápido porque estaba cayendo una llovizna menuda, de esas que creemos que no mojan, entonces nos lavan disimuladamente.

Yo regresé a la casa a tratar de recuperarme. Tenía la intención de salir hoy para hacer mercado y algunas diligencias, pero el cuerpo no me daba. La fiebre y el malestar seguían y esa tos maldita, seca y carrasposa no me dejó en paz. Entonces aproveché el día en casa para lavarle la ropa a Pipe y para organizar algunos documentos. En la tarde estuve hablando con Ángela. Ella está preparando todo para nuestra llegada con un gran amor y con gran expectativa por lo que será este experiencia para el pequeño Felipe, cuando va a vivir tantas cosas justo en esa época de la que no tenemos memoria.

A las cinco de la tarde recogí a Pipe y lo encontré animado. El reporte de la profe fue de normalidad, de tranquilidad y la directora me contó que está supremamente vivaz. Ha estado contento, el jardín le permite ocupar su tiempo de manera divertida y también compartir con niños de su edad, que hablan un idioma comprensible solo para ellos con el que se entienden perfectamente.

La tarde transcurrió con normalidad. Yo me sentí un poco mejor y así pude atender al pequeño Felipe con todo el empeño. Cenó bien, lo empiyamé y como todas estas noches, se durmió sin mayor resistencia. Esta noche llegó el "nanu" con la novia, porque nos van a acompañar mañana todo el día.

Los días pasan y se van deshojando como la margarita, aún hay muchas cosas que hacer acá pero ya el alma se va fugando, las ilusiones van volando y el futuro para el pequeño Felipe se va pintando de colores en diferentes idiomas. Muchas gracias por estar otra vez acá leyendo esta historia. Feliz noche para ustedes.


Día 40 Julio 9. Faltan 88 días.


Ayer fue uno de esos días ambivalentes, en los que casi todo sale mal pero hay algo que nos mantiene contentos. Mi tos ha empeorado en estos días. La noche del sábado al domingo fue tenebrosa para mí pero afortunadamente Pipe pasó una noche maravillosa. Solo lo tuve que recoger tres veces del tapete, pero ni siquiera se despertó. A las siete y media de la mañana abrió los ojos, hace rato no dormía tanto. La foto se la tomé poco antes de que se levantara.

Mi partido era a las once de la mañana, entonces tuve tiempo de darle el desayuno y de bañarlo. Cuando me iba a ir Pipe se quedó tranquilo. Pero a mí se me empezó a complicar el día. Se me quedó el radio del carro prendido toda la noche y la batería amaneció muerta. No hubo forma de prender el carro ni empujado y no encontramos cables de iniciar por ninguna parte. Entonces tuve que pedirle el carro prestado a mi mamá y salimos con Nicolás, que juega en mi mismo equipo, al filo de las diez.

Lo malo de los partidos a las once de la mañana es que el regreso por la autopista es mucho más demorado porque usualmente se acaban después de la una, cuando media Bogotá está saliendo por esa vía los domingos. Además, mi mamá estaba enferma también y fue la esposa de mi tío quien se hizo cargo de Pipe. De todas maneras el pequeño Felipe estuvo juicioso y tranquilo y durmió un rato largo.

Llegué de regreso casi a las tres de la tarde y le hice una caricia al carro de mi mamá con la puerta de entrada de la finca. Me dolió como si me hubiera raspado los cachetes y peor aún, tener que contarle a mi mamá. No fue nada grave, pero ay... qué dolor.

Finalmente aparecieron unos cables para iniciar la batería pero ya no había baterías disponibles, porque el carro de mi mamá tiene la batería sellada. Todo seguía divinamente en mi día. Afortunadamente Pipe estaba tranquilo y contento, viéndome infructuosamente tratar de encender el carro para que una vez más, muriera en el intento. Finalmente mi hermano llegó a las cuatro y media a darme una mano y resulta que los cables no estaban funcionando bien. Tuvimos que dejar la carga 20 minutos hasta que por fin resucitó mi carro. Solo me faltó darle respiración boca a boca por la tapa del radiador. Qué sufridera.

Previendo que el tráfico iba a estar complicado, salimos apenas el carro encendió. Pipe duró despierto casi todo el camino y solo se durmió a unas cuadras de la casa, por lo que estuvo el resto de la tarde somnoliento.

Ayer no tenía cena para darle. Entonces cociné. Le hice una pechuga de pollo, se la desmenucé y la bañé el miel. Unos nuggets bien pobres pero le encantaron. Se comió todo con un jugo de manzana que también improvisé. Otra vez volvió a las andanzas de jugar para que lo empiyame, pero estaba cansado y apenas lo acosté se tomó su tetero y se quedó dormido.

Anoche no escribí porque estaba muy enfermo. Sigo con tos y me subió fiebre. Es duro tratar de estar bien y que el cuerpo no responda. Hoy trataré de cuidarme, pero también hay cosas por hacer.

Ah, y ayer el día finalmente no estuvo tan malo porque ganamos el partido. Eso le puede arreglar a uno una semana entera.

Gracias por leerme. Perdón por estos saltos de días pero claramente las noches no son predecibles. Abrazos.



sábado, 8 de julio de 2017

Día 39. Julio 8. Faltan 89 días.



Hoy fue un día especialmente movido para el pequeño Felipe y para mí. La noche pasó sin que Pipe se despertara y siguió de largo hasta las 6:30 am. Entré a su habitación extrañado porque no se había manifestado con sus llamados mañaneros y lo encontré desperezándose, aún acostado pero con los ojos muy abiertos en esos cinco minutos sagrados que todo ser humano se debe tomar desde que se despierta hasta que se levanta.

Empezamos nuestra jornada para cumplir la cita del desayuno al que nos invitaron las tías de Felipe, las hermanas de Ángela. Llegamos cumplidos a las ocho de la mañana y fue lindo ver a mis concuñados, a los primos de Pipe y a mi suegro, que es un gran tipo. Un buen ser humano, honesto, franco y sencillo como pocos.

El desayuno fue para celebrar mi cumpleaños, que es el próximo martes. Un detalle lindo de la familia de Ángela que nos permitió vernos de nuevo. No nos veíamos desde que se fue Ángela. Compartimos un típico desayuno santafereño: Tamal con chocolate y pan. Estuvimos un par de horas conversando mientras los niños jugaban y pasadas las diez regresamos a la casa para alistar la maleta y la pañalera para salir a la casa de mi mamá.

Nicolás llegó para venir con nosotros. El "nanu" se unió a la visita donde su abuela. El pequeño Felipe durmió todo el trayecto en Morfeo, su carro somnífero.

Llegamos justo para almorzar. Pipe almorzó bien y en el transcurso del día le fueron bajando la cantidad de mocos y la tos a pesar de que el día se fue enfriando notablemente. En la tarde llovió y la piscina quedó descartada. Estuvimos encerrados en la casa toda la tarde pero para él fue divertido porque la casa de los abuelos estaba llena. Estaban tres de mis hermanos, dos con las esposas, mis tíos que viven en Pereira y el "nanu" de Pipe. Todos prestándole atención, jugándole, consintiéndolo, lo que él sabe corresponder muy bien porque es simpático y cálido, aunque aveces se pasa de brusco. Hoy le pegó un mordisco en la pierna a mi mamá, así, espontáneamente y sin avisar. A mí mi lo ha hecho al menos tres veces y es realmente doloroso. Pero es tan tierna la sonrisa que esboza después del mordisco, que el regaño baja a una simple solicitud de que no lo vuelva a hacer.

El día pasó rápido, el pequeño Felipe estuvo entretenido, tranquilo y contento. Antes de que empezara a llover saludó a la vaca Lola y a los "maus" y a los "babaus" que hay en la casa de los abuelos. El contacto con la naturaleza y los animales lo revitaliza, lo pone contento y lo saca del gris de la ciudad que abruma. Acá no solo se le abre el corazón, también los pulmones. Ha funcionado pasar los fines de semana donde mi mamá. Aparte de las dificultades de la dormida porque aún no doy con la fórmula de la comodidad para los dos, el resto ha sido provechoso y reparador para el pequeño Felipe y para mí. Además ha sido lindo compartir este tiempo con mi mamá, que poco a poco se llena de nostalgia porque otro de mis hermanos también se va. Se regresa para Canadá en donde vivió trece años. Regresó a Colombia para intentar montar empresa y entre los impuestos y la corrupción que hay en este país lo aburrieron. Se dio por vencido y regresa el que ahora es su país y que sin duda, lo ha tratado mucho mejor que este. Qué tristeza, pero Colombia no es amable con quienes quieren regresar para hacer Patria. Al final uno no se termina yendo sino huyendo.

Ahora el pequeño Felipe duerme. Acabó toda la carga de sus baterías a eso de las siete y media, cuando ya los demás habían acabado sus actividades. Mientras Pipe sienta que hay juego, charla y gente, le cuesta dormirse. No le gusta perderse nada.

Bueno, hoy pasó un lindo y emotivo día. Estoy muy agradecido con la familia de Ángela por ser tan especiales conmigo. Ahora también son mi famila, como lo son desde que decidí compartir mi vida con esta mujer que hoy nos hace tanta falta y extrañamos.

Una vez más gracias por leerme. Espero que tengan una feliz noche. Nos vemos mañana.


viernes, 7 de julio de 2017

Día 38. Julio 7. Faltan 90 días.



Otra noche tranquila y otro despertar sereno, afortunadamente. El pequeño Felipe volvió a despertar y hoy me llamó con un sonoro "papáaaaaaaa" que fue aún más lindo que el "hola" de ayer.

Sin mucho sobresalto y a la hora natural de despertar de Pipe, empezamos la jornada con un tetero, prendida del televisor y el juego en el cuarto de los juguetes. El tiempo en la mañana siempre transcurre sin afán. Siempre he creído que la infelicidad en la vida comienza con las prisas de la mañana. Me recuerdo de niño corriendo detrás de la ruta del colegio con los zapatos en una mano y la arepa del desayuno en la otra y eso no es lindo. Es verdad que la disciplina es importante, pero creo que una de las virtudes de la disciplina bien entendida es que contribuye a la felicidad y no a la infelicidad. También es cierto que las rutinas organizan el tiempo y la vida y eso es bueno, pero no si funcionan como un molde inamovible, sino como una simple referencia que nos permite saber que el día solo cabe en 24 horas y que en esas 24 horas se deben hacer muchas cosas. En fin, el caso es que nunca apuro a Felipe para que haga las cosas rápido. Se levanta lo suficientemente temprano para que podamos hacer todo el ritual de la mañana relajados.

En el desayuno Pipe pudo hablar con su mamá. Cada vez se entiende mejor con la virtualidad y si bien no puede mantener la concentración más de tres minutos, cada vez interactúa más con Ángela por Skype. Le manda besos, le muestra cosas, y se despide con un elocuente movimiento de manos con el que saben los dos que ya debemos colgar y seguir nosotros con el día y Ángela con su tarde.

Pasadas las ocho dejé a Pipe en el jardín y como siempre se quedó tranquilo y contento. Yo regresé para alistarme y salir a mi segundo intento de la revisión tecnicomecánica de la camioneta. Ya tenía un cinturón de seguridad decente y no debería haber problema. Llegué con la ilusión de que solo fuera que chequearan el cinturón y ya, diez minutos y regresaba. Pues perdí otra hora y media de mi vida solo para que se dieran cuenta de que el cinturón de seguridad no se iba a reventar con mi panza. Volví al apartamento, le tomé unas fotos a la camioneta y la publiqué en la página de ventas. Esta es otra de las tareas que me da una pereza inmensa pero que hay que hacer sí o sí para resolver los mil pendientes que aún quedan mientras el tiempo se va acortando.

A las cuatro y media salí por el pequeño Felipe porque hoy también los recorridos fueron en coche, aprovechando que el clima estaba benévolo. Llegué por él, me dieron un reporte de lo bien que había estado hoy, del estado de euforia en el que permanece últimamente y de los avances que ha tenido. Tanto me entretuve con el relato sobre Felipe que se me olvidó llevar la comida que le preparan en el jardín para la cena. Solo me di cuenta cuando entramos al apartamento y tuvimos que devolvernos, esta vez en el carro, por la bendita comida. En el jardín estaban más angustiados que yo y ya estaban alistando excursión hasta la casa para traerla.

Cuando llegamos le di a Felipe un jugo de mandarina que me quedó espantoso porque las licué con todo y pepas. Las pepas amargan el jugo y el pequeño Felipe me lo hizo saber con una cara de desagrado con la que supe que ya distingue los sabores feos de los ricos. Y ese jugo quedó espantoso. Entonces le calenté la cena y sin dejar pasar mucho tiempo le fui preparando el tetero de dormir. Mientras lo iba empiyamando, le iba dando la comida, hoy otra vez en la travesía de perseguirlo por todos los cuartos para ponerle prenda por prenda y peor aún, de darle bocado por bocado. Pero como en todas estas noches, solo es darle el tetero y dejarlo en la cuna para que se duerma casi que de inmediato.

Pasó una semana más y viene, por fin, un fin de semana corto. Mañana tenemos desayuno con las tías, las hermanas de Ángela, y sus familias. Desde que Ángela se fue no nos hemos reunido y ya es momento, ha pasado más de un mes.

Bueno, hoy pasó otro día tranquilo, de esos que me gustan porque hacen que el tiempo pase rápido y sin angustias. Muchas gracias por leerme una noche más. Qué descansen. Nos vemos mañana.


jueves, 6 de julio de 2017

Día 37. Julio 6. Faltan 91 días.


El pequeño Felipe empezó el día con un estruendoso "Holaaaaaa" que me dio uno de los despertares más lindos que he tenido últimamente. Además los dos habíamos dormido bien, toda la noche sin sobresaltos y sin afugias de salud. Solo se despertó un rato corto para pedir tetero y siguió durmiendo.

Correspondí su sonrisa con un abrazo y un tetero y empezamos nuestra jornada para ir al jardín. Primero lo acosté en mi cama. Cuando llega a mi cama lo primero que hace es pasarme el control remoto para que le ponga Zoo Moo. Nunca ve nada, porque sale corriendo para su cuarto de juegos a revolcar sus juguetes hasta que lo cazo para bañarlo y vestirlo. La mañana se fue sin mayor novedad, llevé a Pipe al jardín en el coche aprovechando el buen clima y la profe lo recibió cálidamente, como siempre.

Yo regresé a la casa y hablé un rato largo con Ángela. En tres meses justamente estaremos juntos de nuevo y aunque parece mucho tiempo es corto para organizar tantas cosas que están pendientes acá y allá. Algo tenemos claro, y es que todas las decisiones que tomemos, serán pensando en lo mejor para Felipe, a quien le tenemos que construir un ambiente seguro, teniendo en cuenta que todo su entorno va a cambiar de un momento a otro. Yo me esmero por hablarle al pequeño Felipe y de contarle cuántos cambios se vienen y qué puede significar esto para su crecimiento personal y su proyección hacia el futuro. Podrá parecer absurdo tratar temas tan profundos y complejos con un bebé de año y medio, pero la directora del jardín me dijo que esto era importante, que si bien el niño no va a captar todo el discurso, si va a comprender que algo está pasando, que va a haber cambios y que esos cambios serán importantes en su vida. Yo usualmente aprovecho el tiempo en el que él está en la cuna tomándose el tetero previo a dormir. Él está tranquilo y quieto, yo apago la luz y solo escucha mi voz, lo que me facilita que se concentre en lo que le estoy diciendo hasta que se queda dormido.

A las cinco de la tarde traje de nuevo al pequeño Felipe en el coche. Hicimos una escala en la frutería y cuando fui a pagar no me había dado cuenta de que se había embolsillado unos tomates de árbol que llevaba en las manos. Creo que en mi infancia me tomé todo el jugo de tomate de árbol que debería tomarme en toda mi vida y decidí no hacerle ese mal al pequeño Felipe. Entonces devolví ese preciado fruto del que no comprendo su nombre porque ni se parece ni sabe a tomate.

Llegamos a la casa a las cinco pasadas y Pipe se puso a jugar y a pintar. Yo le calenté la comida para dársela a las seis, y así continuar con estas pequeñas rutinas que hemos ido afianzando día a día y que están funcionando para que coma y duerma bien, a horas.

Pero hoy volvió a sus andanzas de jolgorio y juego antes de la empiyamada, lo que me obligó a perseguirlo por toda la casa para quitarle prenda por prenda en diferentes lugares y así mismo ponerle la piyama, como para que no se dé cuenta de que lo estoy empiyamando y no se moleste. Me alegró verlo tan activo y vivaz. Las enfermedades lo habían tenido achicopalado, pero poco a poco se ha ido mejorando y ha retornado su espíritu alegre y mamagallista. Le encanta que lo persiga, que lo busque, que lo consienta. Además, hoy me sorprendió su fuerza. Por primera vez se subió a mi cama solo, que es alta. Siempre lo tenía que ayudar, pero hoy me entretuve con la televisión y no me di cuenta de que se estaba subiendo. Me llamó pero no le paré bolas, entonces, entre indignado y retado, decidió treparse solo. Cuando lo vi, lo tenía encima, mirándome a la cara como diciéndome "¿Si ves lo que hice?". Hermoso.

Hoy también se durmió rápido. Había quemado mucha energía y tenía sueño. Lo dejé acostado y arreglé todo el reguero que dejó en ese rato que no fue poco.

Faltan tres meses y no sé a qué horas pasó este mes y algo que ya se fue. Indefectiblemente el tiempo pasa y cumple su promesa de vencer los plazos. Aumenta la emoción, pero también la angustia, porque el tiempo se acorta y aún hay mucho por resolver.

Gracias por llegar hasta acá y leerme una noche más. Un abrazo. Feliz noche.


Día 36. Julio 5. Faltan 92 días.


Anoche decidí postergar la escritura del diario del pequeño Felipe porque me pasó algo que no me pasaba hace mil y una noches: Me dio sueño temprano. A las nueve de la noche estaba bostezando, cansado y con ganas de dormir, y sé que si no aprovechaba ese momento, otra vez tendría otra larga noche de insomnio y la verdad no quiero más de eso.

Además fue un día tranquilo, sin mayores sobresaltos para el pequeño Felipe que poco a poco ha ido recuperando su salud. En la madrugada solo se despertó una vez a pedir tetero y con un pequeño acceso de tos que se le pasó rápidamente. En la mañana se despertó a las 6:30 am, de buen ánimo y tranquilo. A esa hora empecé a alistarlo, a bañarlo y a vestirlo esperando a que Doris llegara para que me ayudara con el desayuno. Pero la pobre Doris venía en un trancón absurdo de esos a los que nos acostumbramos en Bogotá y llegó cuando el pequeño Felipe ya se había ido para el jardín. Pero Pipe desayunó bien y lo dejé contento en el jardín.

Cuando llegamos la profe me contó que el pequeño Felipe está muy vivaz, muy atento, muy juguetón y que ha progresado mucho en el jardín. Y sí, la verdad es que se le ve contento y los avances que tiene día a día son notables. Ya sabe en dónde quedan la mayoría de las partes de su cara y sabe cuales son sus pies y sus manos. Y de a poco va repitiendo las palabras que le vamos enseñando. Algunas se le quedan más rápido que otras pero todas las va asimilando y las va relacionando con su cotidianidad. Creo que el pequeño Felipe con el que se va a reencontrar Ángela va a estar muy cambiado con respecto al que dejó. En estos cuatro meses los avances de Pipe serán notorios y no me cabe duda de que serán sorprendentes para Ángela.

Yo regresé a la casa y me alisté para llevar la camioneta a la revisión técnico-mecánica. Una mañana perdida que afortunadamente aproveché con un libro para que al final me dijeran que no pasaba la revisión porque el cinturón de seguridad del conductor estaba deshilachado. Y bueno, tendría un par de pelusas por ahí, pero claramente estaba completo, resistente y sin riesgo alguno de que se reviente. Pero igual reclamar solo podía terminar en dos cosas, o que me ignoraran o que me pidieran un soborno. Ninguna de las dos iba a ser, entonces me fui para el taller de mi hermano Luis para que le cambiaran el cinturón y ya. Mañana iré de nuevo y espero salir con el certificado.

Después de este maravilloso día perdido, salí a las cuatro y media por el pequeño Felipe porque lo iba a recoger en coche aprovechando la tarde soleada y que estaba mejor de su gripa. Llegamos a la casa y le di jugo con galletas antes de darle la comida, como cada tarde. Antes de las seis llegaron mi sobrina y su esposo que serán padres y el pequeño Felipe ya tiene cosas para heredarle. Charlamos un rato y me di cuenta de que esto de la paternidad es un aprendizaje diario y que antes de empezar este camino todo es novedoso. Yo fui papá por primera vez hace más de 21 años. Y en este tiempo cambió todo, la dieta de los bebés, la forma de sacarles los gases, la forma de acostarlos en la cuna, la forma de ponerles los pañales y limpiarlos, la forma de bañarlos... casi todo ha cambiado. Pero hay algo que no cambia ni cambiará: La intuición de los padres sobre lo que creen que es mejor para sus hijos. No hay decisión más acertada sobre un hijo que lo que uno como padre cree que es correcto. Salvo en cuestiones de salud, que se requiere la atención de un profesional en medicina, todo lo demás es una comunicación silenciosa entre los padres y el bebé. Uno sabe cuál es la postura en la que mejor duermen, cómo saca mejor sus gases, cómo se duerme más fácil, cómo se calma, en fin, la comunicación diaria con los bebés son la clave para el bienestar de todos en el hogar. Los consejos son bienvenidos, pero la única respuesta sobre lo mejor para un bebé son los trucos de la convivencia diaria y la intuición de los padres. Esto lo viví con Nicolás pero lo he podido reflexionar mejor en mi convivencia diaria con Felipe y sobre todo en este tiempo que hemos estado los dos solos.

Después de que se fueron mi sobrina y su esposo el pequeño Felipe cenó y ya se le veía cansado. Por eso lo empiyamé rápido y lo acosté casi a las siete y media, ya tarde para él. Se quedó dormido de inmediato y pasó una buena noche. Todavía tiene rezagos de gripa porque tiene moquitos, pero está respirando bien y la tos le mermó.

Bueno, un poco tarde pero acá estoy de nuevo. Este diario lo hago para relajarme y no para estresarme. Por eso no quiero meterme presión con la obligación de escribirlo en la hora y en el día que corresponde como una tarea ineludible. Eso sí, quiero dejar registro de cada día y por eso cumplo con escribirlo para cada día, además como una tarea de constancia y persistencia de las que no tengo mucho y quisiera dejar este diario como testimonio de que si pude hacerlo alguna vez, pero sin que pierda su carácter terapéutico de balance y reflexión.

Perdón por la demora, pero sin duda, dormir bien es un privilegio que no puedo desaprovechar cuando Morfeo tiene la cortesía de invitarme a su reino. Gracias por leer y si Morfeo no sigue generoso conmigo, nos vemos esta noche.


martes, 4 de julio de 2017

Día 35. Julio 4. Faltan 93 días.



La noche del pequeño Felipe se fue complicando a medida que avanzaba la madrugada. A las 3 am lo despertó un ataque de tos tan fuerte que me despertó a mí. Entré a su cuarto para ver si necesitaba abrigo pero él mismo se había puesto una cobija encima, cosa que nunca hace porque no le gustan las cobijas. Le soné la nariz y lo consentí un rato mientras le pasaba la tos. A esa hora aprovechó para pedirme tetero y le di leche tibia, para ver si calentándose un poquito se le pasaba la tos. Siguió durmiendo pero con un sueño agitado e inquieto, estaba muy constipado y la tos le venía de vez en cuando. Finalmente a las cuatro y media de la madrugada sentí su respiración más serena y me venció el sueño. A las seis de la mañana me estaba llamando para pedirme otro tete. Lo sentí mejor de ánimo y la tos había mermado, pero aún le corría ese hilo verdoso por la nariz, los "momos".

Estuve media hora indeciso sobre si lo iba a enviar al jardín infantil o si debía llevarlo a la clínica. También pensé en quedarme con él en la casa y cuidarlo. En esa media hora estuvo de buen ánimo, se fue a su cuarto de juguetes y de vez en cuando se me acercaba con una sonrisa inmensa. Entonces decidí alistarlo para llevarlo al jardín dejando la consigna de que si empeoraba, me llamaran para llevarlo a urgencias si era necesario. Lo bañé con agua caliente y lo cubrí con un par de toallas mientras lo vestí. Desayunó bien y eso me dio más tranquilidad porque si está de buen apetito su salud va por buen camino. Lo dejé en el jardín y les pedí que me mantuvieran informado de cómo estaba y que por favor lo mantuvieran abrigado todo el día. Lo vestí como un esquimal, no quería que hoy sintiera frío.

A las diez le escribí a la directora para ver cómo estaba el pequeño Felipe. El parte fue alentador. Me respondió: "Hola Andrés, Felipe está superbien, contento. No tiene síntoma de gripa ni nada" y me mandó la foto con la que hoy presento este día. Eso me dio una gran alegría y tranquilidad. Creo que las actividades que tiene Pipe en el jardín más los arrumacos y consentimientos de sus profesoras, son la mejor terapia para sus males. Con esa noticia me quedé tranquilo y seguí con mis tareas domésticas, que hoy no eran pocas.

A las cinco de la tarde en punto pasé por él y lo encontré sereno, pintando en una mesa con los compañeritos que lo acompañan hasta esa hora. La profe me contó que había estado bien todo el día, pero que no había almorzado como siempre. Solo se comió el seco y probó tres cucharadas de sopa. Creo que para los días que ha tenido, no estuvo tan mal. Igual era bueno saberlo para esmerarme y que se comiera toda la cena.

Llegamos a la casa e hizo todo el desorden que pudo. Ese también era un buen síntoma. El buen ánimo le da por desordenar a una velocidad impresionante. Yo traté de jugarle, de hacerle caras, de esconderme y aparecer para ver si sonreía. Y sí, estaba contento, risueño, cómodo. Le di la comida y comió bien, no como siempre, pero lo suficiente para que se acostara sin hambre.

La empiyamada fue muy calmada, casi que se entregó para que yo lo alistara rápido para irse a dormir y así fue. Apenas lo metí a la cuna y le di el tetero se acostó. Solo le di un par de caricias, le hablé dos minutos sobre lo que nos espera y ya se estaba quedando dormido. Su respiración estaba mucho más pausada y fluida, los mocos ya no eran ese caudal verdoso sino apenas un pequeño flujo que lo dejaba respirar. Ahora duerme, no ha tosido y espero que pase una noche tranquila.

El gran reto de esta experiencia es la salud de Felipe. Si él está bien, su ánimo también estará bien y los días irán pasando favorablemente hasta llegar a nuestro reencuentro.

Agradezco mucho la lectura paciente y persistente de esta historia. No sé si tenga un propósito. Sin embargo, para mí es un ejercicio sano de reflexión en cada noche que me permite evaluar el día y superarlo de la mano del pequeño Felipe. Gracias por llegar hasta acá. Feliz noche.


lunes, 3 de julio de 2017

Día 34. Julio 3. Faltan 94 días.


Anoche el que no tuvo la mejor noche fue el pequeño Felipe. La gripa se le alborotó totalmente y los mocos no lo dejaban respirar bien. Yo intenté velar su sueño y lo mantuve abrigado con cobijas para que no le diera frío, pero a Pipe no le gustan las cobijas, les huye, y en la huida, también iba abandonando la colchoneta en la que estaba durmiendo. Tres veces lo subí desde el tapete del cuarto de mi mamá, que es mullidito, pero igual no es cómodo para dormir.

A las seis de la mañana el pequeño Felipe se levantó aún un poco somnoliento, pero al menos sin tanto malestar. Yo me levanté con él y le hice un tetero caliente, para que soltara un poco las flemas. Tenía "momos" por montones y cada vez que estornudaba le fluía un hilo verdoso de la nariz. Pobrecito. Anoche sí lo sentí malito.

A las siete desayunamos y me tranquilizó que comió con buen apetito. Ese es un buen síntoma. porque ayer que no quiso comer bien, supuse que la enfermedad se iba a poner maluca. Y así fue, por la noche fluyeron todos los males por su cuerpito.

Entonces decidí que regresaríamos temprano al apartamento. No hay mejor hospital para recuperarse de los males que la casa de uno. Allí está todo lo que lo conforta. Sus juguetes, las fotos de Ángela, sus colores, sus papeles, su cuarto, sus muñecos... todo le es familiar, todo, absolutamente todo en la casa es de él porque Ángela lo acostumbró a que así fuera, para que cogiera y usara sin miedo todo lo que acá hay. Si no queremos que coja algo, lo ponemos en donde no alcance, pero todo lo demás es de él, para que tenga sentido de pertenencia por algo, que se sienta seguro, confiado, tranquilo y dueño de lo que lo rodea. Para eso es el hogar. Para sentir que ese es el espacio en donde somos amos del Universo.

Efectivamente la casa lo reconfortó. Se le subió el ánimo y me empezó a pedir galletas y jugo, señal infalible de que está mejorando. Se sentó a ver televisión y se relajó. No estaba tan activo como siempre, pero las ganas le dieron para hacer algo de desorden y pintar un rato. Almorzó bien, y sus energías se fueron apagando, pero porque necesitaba urgentemente descansar. A la una y media cayó profundo viendo televisión. Yo recliné la silla en la que estaba y me subí también a dormir. Yo dormí una hora profundo, y cuando desperté, él seguía durmiendo. Se despertó poco antes de las cuatro. Ya no estaba tosiendo y no estaba tan mocoso, pero se le veía decaído, como cuando uno ha hecho un esfuerzo muy grande y solo quiere descansar.

A pesar de que durmió mucho en la tarde, no le alteré su rutina. Le di comida a las seis de la tarde y a las siete de la noche ya estaba en su cuna esperando el tetero para acostarse. Pensé que se iba a demorar para dormir, pero se nota que aún resentía la mala noche de anoche y quedó dormido casi de inmediato. Ya son más de las diez y aún no lo he escuchado toser. Parece que esta noche será mucho más tranquila y reparadora. Es claro que los lugares nuestros son los que más le aportan a nuestro bienestar. Nuestra casa y nuestra cama son los lugares más cómodos y más amables porque son nuestros y por nuestros nos dan todo el bienestar.

Solo espero que el pequeño Felipe mañana amanezca bien para que disfrute lo que viene de su semana en el jardín y en el tiempo que compartimos juntos. Este último puente fue complicado por el efecto de la vacuna contra la influenza que le precipitó esta gripa que espero, ya esté pasando.

Bueno, culmina un día más y van pasando uno a uno, unos raudos, otros despacio. Yo tengo mucho para hacer y para reflexionar esta semana. También me alegra haber dormido en la tarde. Ahora me siento reparado y sin tanto malestar de insomnio como el que tuve en la casa de mi mamá. Hay mucho por hacer y el tiempo cada vez es menos. Debo optimizar mis días. Feliz noche y feliz semana para ustedes. Gracias por leerme.


domingo, 2 de julio de 2017

Día 33. Julio 2. Faltan 95 días.


Aún no logro calibrar las dormidas con el pequeño Felipe fuera de nuestra casa. La de anoche fue otra noche larga y tortuosa. Volví a la fórmula de juntar camas y fue un perfecto desastre. Pipe puede dormir en su cuna a placer porque en una noche puede dar todos los giros que quiera y sabe que llegó a los límites de la cama porque se estrella con las colchonetas que lo protegen de las barandas. Pero cuando duermo con él, yo soy esas colchonetas. Anoche me cayó encima al menos cuatro veces y lo tenía que acomodar cada vez para poder seguir durmiendo. Pero cuando al fin pude conciliar el sueño, el pequeño Felipe decidió que ya era hora de levantarse. Nuestro día empezó a las cinco de la mañana y yo tenía partido a las siete. Mi mamá se dio cuenta de que mi noche no había sido muy placentera y a las cinco y media llegó con el tintico de la mañana que para mí en ese momento era como un brebaje mágico para poder empezar la jornada.

Faltando un cuarto para las seis me empecé a alistar y a las seis y quince me estaba despidiendo del pequeño Felipe. Se quedó tranquilo, tomándose un tetero en la silla reclinable de mi papá que tiene un efecto narcótico en él. Lo calma y la vista desde allí lo deleita, como deleitaba a mi papá.

El partido se retrasó una hora y regresé a la casa de los abuelos casi a las once de la mañana. Encontré al pequeño Felipe durmiendo plácidamente en la silla en donde lo había dejado. Y aproveché para reponer algo de sueño, porque otra vez estaba al borde del colapso. Me desperté a la media hora y Pipe seguía durmiendo, pero cuando me acerqué para darle un besito en la mejilla abrió los ojos y me sonrió. Se me olvidó la noche que me había hecho pasar.

Inmediatamente me tomó la mano y me dijo "mamo" que quiere decir que nos vamos a dar una vuelta por la finca. La primera escala fue en donde la vaca Lola, que es la vaca más amigable que he conocido. Pipe disfruta acercársele y que ella le pase la trompa por los deditos. No hay nada más enriquecedor para el espíritu de un niño que el contacto con los animales.

Almorzamos tarde, al filo de las dos de la tarde. El pequeño Felipe tiene gripa porque hace una semana le pusieron la vacuna de la influenza y me advirtieron que en estos días tendría un cuadro gripal y así fue. Entonces ha estado decaído y sin mucho apetito. Al menos no tanto como de costumbre. Se comió unas pocas cucharadas, unos sorbos de jugo y nada más. En la tarde le estuve dando fruta que se comió de buena gana, pero claramente no tenía el ímpetu de todos los días.

A las tres y media mis hermanos, que estaban de visita en donde mi mamá, se metieron a la piscina y todos nos fuimos para allá. Yo temí que Felipe también quisiera bañarse, porque no era prudente que con esa gripa se metiera al agua fría. Pero también estaba la opción del jacuzzi, que con agua caliente a chorros, podría ayudar al bebé a despejar todas las flemas que tenía atravesadas desde los pulmones hasta la nariz. Me metí con él y se quedó extasiado, plácido, relajado y muy quieto dejando que el agua caliente le exorcizara todos sus males del cuerpo. A las cuatro y media lo saqué y lo empiyamé de una vez para que no perdiera el calorcito. Y parece que la terapia funcionó, porque su respiración mejoró notoriamente y los "momos" que es como le dice a los mocos, salieron por borbotones despejando sus vías respiratorias.

Después de su terapia de agua caliente se sentó en su sillón favorito a ver Zoo Moo mientras los demás jugaban cartas. Supe que había recuperado en parte el ánimo cuando empezó a hacer desorden con todo lo que encontró. Regó las fichas del dominó, los libros de la biblioteca y los lápices de colores que mi mamá le tiene para que pinte. Sin embargo, tampoco comió muy bien. Sigue sin el apetito voraz que tiene siempre, pero espero que mañana esté mejor. El malestar de la gripa inhibe las ganas de comer.

Cuando Pipe ve más personas en el lugar en donde está, la dormida por la noche es una tarea titánica. Se activa, quiere saber qué está haciendo todo el mundo y le dan ganas de jugar con los visitantes. Tuve que usar la técnica del paseo en hombro para que lo fuera derrotando el sueño. Finalmente a las siete y media de la noche logré que conciliara el sueño. Hoy volvimos a probar con la colchoneta en el cuarto de mi mamá rodeada de cojines para ver si él y yo pasamos mejor noche. Disfruto mucho estos días enteros con el pequeño Felipe, pero quisiera estar más despierto y tener más energía para llevarle el ritmo. Hoy yo estuve somnoliento y él decaído. Sin embargo, pasamos un día lindo y tranquilo.

Está culminando el último puente de la seguidilla que nos traen estos meses festivos y folclóricos. Vienen semanas completas y poco a poco se acerca el día del reencuentro. El pabilo se va quemando y empiezo a comprender el significado de la palabra "despabilar". No sé si estén relacionadas o no, pero creo que quedarse mirando la llama mientras la vela se consume, no es la mejor manera de aprovechar la luz.

Muchas gracias por leerme. Mañana nos vemos otra vez. Feliz noche.


sábado, 1 de julio de 2017

Día 32. Julio 1°. Faltan 96 días.


El día del pequeño Felipe empezó como de costumbre a las seis de la mañana. Excelente hora para iniciar el camino desde el apartamento hacia la casa de mi mamá en este último puente feriado. Decidí bañarlo y vestirlo en la casa de los abuelos para ganar tiempo y evitar el trancón que cada vez se arma más temprano. Y hoy no fue la excepción. Llegamos antes de las ocho de la mañana y mi mamá ya nos tenía desayuno. Excelente, porque Pipe ya venía con hambre. Y yo también.

Desayunamos y el pequeño Felipe no dio espera para que nos fuéramos a dar un paseo por la finca. Caminó presuroso a donde está la vaca "Lola", que es una novilla muy amistosa que pasta en uno de los potreros de la casa. La mañana se nos fue entre jugar, pasear y él desordenando todo lo que pudo. Bajó y regó los libros de la biblioteca, desparramó las fichas del dominó y jugó al body painting con los marcadores en sus propias piernas. Yo ya comprendí que la vida de los padres es estar en cuatro patas recogiendo el reguero de los hijos. Y a medida que crecen cambia el reguero, pero uno siempre está ahí para ordenar lo que puede.

A las once de la mañana lo cargué para que tomara la siesta y poco a poco se fue quedando dormido en mi hombro. Lo acosté en una cama y a las 12:30 se levantó para almorzar. Comió bien, estaba de buen ánimo y de buen apetito. Felipe jugó un rato con mis tíos, el hermano de mi mamá y la esposa que están de visita. A las dos de la tarde salimos a dar otra vuelta por la finca y salió un sol resplandeciente y muy cálido que fue como una invitación amable para disfrutar de la piscina a la que el pequeño Felipe ya le hacía ojitos. Sin esperar mucho y para aprovechar el sol de la Sábana que es más bien furtivo, nos cambiamos rápido y lo metí al agua sin pensarlo mucho. Estaba fría, pero Pipe estaba extasiado. Le encanta la piscina. Hoy la disfrutó tanto que cuando lo puse boca arriba para pasearlo por el agua en esa posición, se fue quedando dormido. Me tocó cambiarlo dos y tres veces de posición para que no se amañara porque el placer lo estaba durmiendo.

Estuvimos una hora disfrutando la piscina. El mismo tiempo en el que el sol se dignó a iluminarnos y a calentarnos con todos sus rayos. Salimos de la piscina pasadas las tres y el pequeño Felipe volvió a sus andadas de pintar, desordenar y jugar. Además llegaron mi hermana con el esposo que también lo consintieron y le jugaron. Estuvo entretenido el resto de la tarde con ellos.

A las seis, como cuando estamos en el apartamento, le di la comida y lo alisté para que se acostara. No quiero que se le altere la rutina de nuevo porque el fin de semana pasado fue caótico con los horarios de sueño. Hoy ya había tomado la siesta a la hora que correspondía y la dormida tenía que ser por tarde a las siete.

Fue un día entretenido y tranquilo para el pequeño Felipe. Yo sé que los fines de semana y más los puentes me tengo que esforzar mucho más en su cuidado porque está todo el tiempo conmigo, en contraste con los días hábiles en los que el jardín se hace cargo de la mayoría del tiempo de Pipe. Por eso debo esmerarme porque esté bien, porque no se aburra y porque sepa que el tiempo conmigo también puede ser divertido. Por eso venir a donde mi mamá me ayuda un montón, porque hay muchas más cosas para hacer que en el apartamento y porque Pipe puede darse un barniz de la vida de campo que es tan necesaria para tener una vida plena sabiendo que la naturaleza da mucha más paz que la ciudad.

Bueno, hoy se cumple el primero de los cuatro meses de 32 días que yo me inventé en mi cabeza en esta tarea loca de administrar el tiempo. Estamos por el primer cuarto del lapso que nos llevará a encontrarnos de nuevo con Ángela. El balance ha sido positivo, porque aunque aún falta mucho, las cosas están saliendo bien, dentro de lo normal, con sus adversidades como en todo, pero nada que no se pueda solucionar.

Una vez más gracias por pasar por este blog, por este diario que es mi terapia para hacer las reflexiones de cada día dictándomelas mientras voy escribiendo. Feliz noche. Nos vemos mañana.