domingo, 11 de junio de 2017

Día 12. Junio 11.


El día empezó muy temprano y la noche no fue fácil. El pequeño Felipe padeció el frío de la madrugada en la casa sabanera de los abuelos y me tuve que acostar con él para darle calor. Yo no dormí muy bien. Aparte de tener que contorsionarme para acomodarme a su posición para dormir, me tuve que levantar un par de veces para darle tetero caliente, porque poco le gusta tener cobijas encima, entonces el calor le va mejor de adentro hacia afuera.

Mi partido de fútbol de hoy era a las siete de la mañana. Mi plan era levantarme a eso de las 5:40 am para salir a eso de las 6:15 am y confiaba en que el pequeño Felipe aún estaría durmiendo y al despertar mi mamá se haría cargo sin que él sintiera mucho mi ausencia.

Pero a las cinco de la mañana ya estábamos despiertos los dos. Él ya estaba activo y sonriente. Yo en estado zombie, echando babaza por la boca con los ojos blanquecidos rogando por unos minutos más de sueño. Pero no fue posible. Pipe empezó a jugar como si yo fuera su piscina de pelotas personal y a punta de brincos me sacó el sueño. Cuando me levanté ya tenía que alistarme para salir. Mi mamá se hizo cargo del pequeño Felipe y lo subió a su habitación. A mi mamá la acompaña una gata blanca hermosa que a Pipe le encanta. La atracción no es mutua y la gata le huye cada vez que lo ve. Pero para él esto es juego, porque la persigue pensando que para ella también es emocionante que la persigan como lo es para él. Cuando salí, estaba en esas, persiguiendo a la pequeña Melisa. Esta vez se quedó tranquilo. Ya identifica a mi mamá, a su abuela, como una de las personas que lo puede cargar, abrazar y besar. Eso me alivió, porque supe que no iba a sufrir mi ausencia.

Llegué después del partido a la casa de nuevo a las 10:30 am. El tráfico de regreso estaba pesado y el partido empezó tarde. Nicolás llegó conmigo desde la cancha. Jugamos en el mismo equipo. Él es delantero y hoy se jugó un buen partido. No hizo goles pero desgastó a la defensa del rival. Cuando llegamos, Pipe estaba durmiendo plácido en la silla en donde mi papá se sentaba al lado de la ventana para admirar el paisaje lleno de potreros, vacas, árboles y al fondo el cerro del Majuy, imponente, anunciándole a Bogotá que hasta ahí llega su planicie. Pipe durmió todo lo que no había dormido en la madrugada y se despertó al filo de las doce.

Cuando despertó, como se lo prometí, lo llevé al sauce llorón que plantamos Nicolás, Ángela y yo con un puñado de las cenizas de mi padre. Es el que pueden ver detrás de Pipe en la foto. Ese sauce tiene casi tres años, todavía está pequeño porque estos árboles crecen lento pero cuando crecen son enormes, frondosos y hermosos. A mi papá le encantaban. Por eso le rendimos este homenaje con sus árboles favoritos. Cada hermano sembró uno con su respectiva familia y mi mamá el último. De alguna manera se convirtió en nuestro lugar de peregrinación. Allí vamos a conversar con mi papá. En lo personal, como no le rezo a un Dios, no porque no crea en uno sino porque no le tengo esa confianza, prefiero rezarle a mi papá, porque puedo intuir con claridad cuáles serían sus respuestas frente a mis angustias y preocupaciones.

Estuve un rato allí con Pipe y le hablé sobre su abuelo, sobre lo importante que es para mí y sobre lo mucho que me gustaría que se hubieran visto en vida. Sin embargo, como se lo prometí a mi papá, seré yo el encargado de mantener vivo el legado de mi padre en Pipe, como el faro guía que es para mí y como el referente de buen ser humano, brillante y digno personaje como lo recuerdan todos los que le conocieron. Después de este rato de reflexión y conversación con mi padre, fuimos a almorzar. El pequeño Felipe está comiendo con un apetito voraz. Mi mamá dice que come más que yo. Obviamente eso es una exageración para que me quede claro que está comiendo demasiado. Pero yo lo dejo. Como estuvo malito esta semana, prefiero que se recupere comiendo bien.

Nicolás y el pequeño Felipe compartieron un rato. Pipe le dice "nano" que traduce hermano. Me encanta cuando están juntos. Es una sensación extraña y maravillosa. Son mis hijos con una generación entera de diferencia. Pipe nació cuando Nicolás tenía la edad que yo tenía cuando lo tuve a él. Espero que me entiendan este trabalenguas. En todo caso es como si mi vida se renovara cada veinte años en ellos para hacerme saber cómo viene el Universo y cómo lo ven ellos. Es decir, ellos me renuevan, me mantienen vigente, actualizado y por supuesto, vivo en tres generaciones.

Traté de dormir un poco después del almuerzo y le pedí a mi mamá que cuidara a Felipe. Pero él tenía otros planes. De nuevo me volví su piscina de pelotas personal y no me dejó descansar. Entonces decidí regresar temprano, para que al menos el tráfico fuera benévolo con nosotros. Y sí, no nos demoramos mucho en el viaje de regreso pero Pipe se volvió a dormir. Cuando llegamos a la casa ordené un poco para que la depresión de lunes no fuera tan cruel como el lunes anterior. Ver la casa ordenada me da tranquilidad. Pipe se fue a ver zoo moo y ya en el apartamento se siente en su territorio y no demanda tanto mi presencia. Ya sabe en dónde están sus juguetes, los colores para pintar, las galletas que le dejo a la mano y todo lo domina ya como un verdadero dueño. Eso me da más libertad de ir haciendo cosas mientras él se entretiene solo.

Terminé mi día viendo como eliminaban a Millonarios. Un golpe duro que se suavizó cuando recordé que el partido de hoy lo ganamos. Lo ganamos 3 - 2, después de ir dos veces abajo en el marcador. Fue muy emocionante. Entonces la tristeza de Millos, a la que ya estoy acostumbrado, se me pasó rápido. El pequeño Felipe se durmió a las 8:30 pm. Demasiado tarde para lo que acostumbra. Pero siempre tiene descuadres los fines de semana en donde la jornada no es rutinaria como entre semana entonces no lo fuerzo ni lo obligo. El lunes lo acomoda a las buenas o a las malas porque en el jardín siguen una rutina organizada que él conoce y respeta.

Bueno, quisiera reflexionar más, pero el cansancio me tiene vencido. Veo las letras borrosas y hasta los dedos me están haciendo huelga. Pero acá estaré, cada noche escribiendo esta historia que es nuestra historia. Y sé que en pocas horas Ángela se estará levantando desde el otro lado del océano para enterarse de lo que no le he contado y está acá. Entonces Ángela, amor, te amo. Hoy es un día menos que dejó acá plasmado y que van pasando al son de mis letras cada noche para que tú las veas en la mañana.

A ustedes gracias por leerme y por persistir conmigo en seguir este cuento al que solo le faltan más de cien páginas. No es tanto.

Feliz noche. Yo acá desfallezco. Hasta mañana.


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