viernes, 23 de junio de 2017

Día 24. Junio 23.


Hoy por fin tuvimos un despertar sereno. Tempranero, pero tranquilo. El pequeño Felipe encendió el despertador de tete a las cinco de la mañana. Yo me dormí tarde, como siempre, pero dormí profunda y plácidamente, por lo cual me pude levantar sin problema a seguirle el paso. De todas maneras, con tanto tiempo disponible, le prendí el televisor para ver si se enganchaba con algún programa de Zoo Moo mientras yo dormía otro ratico. Pero no, decidió irse a su cuarto de juegos y yo lo escuchaba entre sueños cómo movía los juguetes y hacía sonar los que sonaban.

A las seis lo empecé a arreglar para poder tomarnos el tiempo de alistar todo sin afán y para que Pipe pudiera conversar con la mamá en la única hora que puede entre semana. Entonces lo bañé lento, lo vestí lento y todo en buena onda, para que se fuera contento para su jardín. Durante el desayuno Ángela se conectó a Skype y pudieron charlar un rato largo. Por primera vez Pipe se sintió cómodo con la virtualidad. Le respondió a su mamá las muecas y de vez en cuando cogía el celular y lo abrazaba. Para despedirse, le daba besos a la pantalla, lo que me impactó mucho, porque hasta ahora había sido muy parco con la comunicación virtual y no le generaba mayor emoción. Pero eso cambió hoy y nos conmovió mucho a Ángela y a mí, porque espontáneamente asumió esa actitud sin que nadie lo indujera, como si supiera que esa es la única forma de contacto que tenemos ahora y que es mejor aprovecharla ya que su mamá está lejos. Fue lindo, tremendamente tierno y muy tranquilizador porque ahora sabemos que Pipe comprende y acepta mejor la situación. Quizás mejor que nosotros.

A las siete y media lo llevé al jardín y se quedó fresco. Le advertí a la profe que hoy lo recogía a las tres de la tarde porque debía ponerle las vacunas de los 18 meses. Es increíble como pasa el tiempo. Ya 18 meses. Ángela se fue cuando el bebé acababa de cumplir los 17 meses y lo volverá a ver cuando tenga poco más de 21. Y en un bebé es como si transcurrieran años, porque sueltan la lengua, entienden muchas más cosas y desarrollan habilidades, entre ellas la necedad y la capacidad de destruirlo todo. Yo regresé a la casa para escribir un artículo que tenía en el tintero y que ya empezaba a derramar palabras al suelo sino las organizaba en el escrito. Terminé al filo del medio día y me quedé dormido justo hasta el momento que debía salir por el pequeño Felipe.

Lo recogí a las tres y lo llevé en coche hasta el centro médico en donde le ponen las vacunas. Él disfruta los paseos largos en coche, y la verdad, yo también. Es interesante ver a la gente, el panorama, subir y bajar los puentes peatonales... él se va tranquilo, callado y expectante, yo lo llevo con orgullo, me encanta pasearlo y que se sienta seguro conmigo de cochero. Llegamos al centro médico y debimos esperar media hora porque había un par de niños esperando turno. Cuando entré con Pipe él estaba tranquilo, festivo, contento y relajado. Me daba una tristeza tremenda saber que eso iba a cambiar en solo unos segundos. Fueron tres pinchazos y un par de gotas por vía oral. Un pinchazo en cada brazo y el último en una pierna. La sonrisa se le borró y como yo debía tenerlo para que no se moviera, me sentía como un verdugo malévolo atrapándolo para que las agujas lo pincharan. Yo siempre lloro cuando voy a las vacunas. Desde las primeras Ángela me encomendó esa labor triste de tenerlo para que la enfermera lo pueda pinchar. Para mí es duro, pero sé que para Ángela sería insoportable entonces lo asumo. Pero terminamos los dos llorando, él a los gritos y yo a los sollozos.

En el camino me compré una hamburguesa porque no había almorzado y le compré a Pipe un jugo porque tenía sed. Lloviznó un poco y le puse el protector de plástico al coche para que no se mojara. Pero la lluvia pasó pronto y llegamos sin problema a la casa pasadas las cuatro.

Aproveché que todavía estaba temprano y organicé la casa porque mañana nos vamos para donde mi mamá otra vez y no quiero llegar el lunes a deprimirme rogando que sea otra vez miércoles para que Doris nos salve del caos. Pipe se fue a pintar. Yo lo vi pintando en el papel, entonces no me preocupe mucho. Pero en un descuido, volvió a dejar su obra de arte estampada en la pared, esta vez no con crayolas sino con colores. En la foto se pueden ver los vestigios de su creación. Yo ni lo regañé. Escasamente le dije que eso no se podía hacer y que si seguía pintando le quitaba el color. Se paró y trató de borrar los trazos con la mano. Cuando vio que era imposible, simplemente se sentó otra vez. El lunes que regrese limpio con alcohol y algodón. Me dijeron que es fácil y rápido.

El pequeño Felipe estaba cansado, además las vacunas lo debilitan. Entonces le di la comida pasada las cinco y trató de jugarme mientras lo empiyamaba. Pero estaba exhausto y pasadas las seis y media ya estaba durmiendo. Se despertó a las ocho y media maluco, incómodo, pero no tenía fiebre. Traté de darle Dolex pero lo escupió y no insistí porque se quedó dormido. Espero que tenga buena noche, pero es posible que siga indispuesto por el efecto de las vacunas. Esta será otra noche que estaré atento por si tengo que levantarme para cuidarlo.

Definitivamente si la salud mejora todo lo demás tiende a mejorar. A Pipe se le pasaron sus males y a mí la gripa ya me está cediendo. Eso permite empezar con más ánimo y disposición los días y se pasan más rápido porque son menos sufridos. Y llegamos al día 24. En un parpadeo Ángela se estaba yendo y hoy ya pasaron 24 días. No han sido días fáciles, pero el tiempo, como siempre, está cumpliendo su promesa de pasar sin detenerse. Hacia allá vamos, hacia ese día 128 que aún se ve muy lejos pero que está allí, esperándonos para irse también.

Muchas gracias por leerme. Tengan una linda noche. Nos pillamos mañana.



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