martes, 20 de junio de 2017

Día 21. Junio 20.


Este día fue gris. Para mí. Para el pequeño Felipe fue colorido desde muy temprano. Yo solo pude conciliar el sueño hasta las tres de la mañana. A pesar de que estaba cansado y que la noche anterior tampoco había dormido bien, también estaba pasmado. Fue una noche larga e improductiva. El pequeño Felipe se despertó a las 2 am a pedir tetero pero siguió durmiendo, sin problema. No había tos ni frío. Durmió plácidamente. Pero como se había acostado tan temprano, a las 5 am ya estaba despierto y pidiendo su "tete" mañanero. Yo estaba aniquilado, obviamente, y desde allí mi día empezó mal.

Pasé a Pipe para la cama para que se tomara el tetero con la esperanza de que se quedara acostado y tranquilo. Pero no acabábamos de llegar y ya estaba encima mío jugando caballito y tomándome la mano para que lo llevara a su cuarto de juegos. Lo llevé y cuando noté que se entretuvo con algo, regresé para acostarme un ratico, pero tenía que estar pendiente de él. No me gusta dormir profundamente mientras él está por ahí jugando. Me levanté antes de las seis para ver qué estaba haciendo y lo vi pintando la pared con una crayola morada. Intenté corregirlo, le dije que para pintar estaba el papel y que las paredes no se podían rayar porque se ensuciaban. Me miró atento, pero se volteó y siguió pintando. Entonces me acerqué y le quité la crayola. Se puso bravo, se molestó y lloró un rato. Pero se calmó rápido.

Lo bañé y lo vestí y cuando bajamos al comedor para desayunar cogió otra crayola, esta anaranjada, y rayó otra pared. Lo regañé, le hablé fuerte y le dije que eso no se podía hacer. De nuevo le quité la crayola y otra vez se puso bravo y lloró, hasta que le serví el desayuno. De ahí en adelante estuvo tranquilo, me pidió que le diera una bomba y salimos al jardín. Como yo llevaba la bomba y la pañalera no lo pude cargar para entregárselo a la profe. Pero él no vio problema en entrar caminando y lo hizo para encontrarse con sus demás compañeritos.

Yo regresé con un malestar infinito. Aún la gripa no cede y la falta de sueño me indispone, me pone de mal genio y de antemano sé que me espera un día perdido porque estaré entre aletargado y bobo. Intenté dormir de nuevo pero empezó el concierto de la fruta, la mazamorra, compro libros y todas las modalidades de venta ambulante puerta a puerta que acaba con cualquier vestigio de silencio.

Pedí domicilio para almorzar. Creo que si hubiera cocinado estaría llamando un accidente doméstico por el estado de torpeza en el que me encontraba. Cuando llegó la domiciliaria no encontré la plata. Anoche la saqué de la billetera y aún no sé en dónde está. Sin embargo, yo guardo moneditas de 100 y 200 en un tarro que casi nunca uso y está gordo. Entonces tuve que pagar los 12 mil del almuerzo en monedas de 100 y 200. La chica ni se molestó. Prefirió ayudarme a contar para no demorarse tanto. Ojalá la gente fuera así de relajada.

En la tarde estuve babeando hasta que finalmente me venció el sueño. Me fui a recoger al pequeño Felipe a las cinco de la tarde y lo encontré de nuevo pintando con sus compañeritos en papel y sobre una mesa. Me vio y no se emocionó tanto. Sigue bravo conmigo porque lo regañé. Cuando llegamos a la casa buscó de nuevo sus crayolas, tomó una y se fue a pintar la lavadora y la secadora. Tenía claro que las paredes no se pueden pintar. Pero no tenía indicaciones sobre los electrodomésticos. Me rendí. No quería regañarlo otra vez y simplemente traté de distraerlo con la canción de la colmena feliz para que se sentara frente al televisor a comer. Comió bien, se tomó un "uo" que es como le dice al jugo y empezó a bostezar.

En la empiyamada ya estábamos reconciliados. Pero él estaba muy cansado y yo también. Entonces fue dócil, se dejó poner la piyama sin problema y entró rápido a la cuna para que le diera su último tetero. Al filo de las siete ya estaba dormido. Yo bajé a hervir agua y a lavarle los teteros. Presiento que el pequeño Felipe tendrá una noche tranquila y yo voy a hacer todo lo posible por dormirme temprano. No puedo seguir en este ciclo de dormir mal en la noche y padecer el día siguiente viviendo por inercia, por el impulso de mis latidos y absolutamente torpe y abatido.

Entonces empezaré la tarea. Apagaré todo y cerraré los ojos, quizás funcione. El pequeño Felipe merece que su papá también esté bien. Él es perceptivo y entiende que si yo no estoy bien tampoco estaré bien para él.

Bueno, gracias por leerme esta noche. Espero estar mañana más lúcido, menos enfermo y más despierto. Feliz noche. Traten de descansar también. Su cuerpo se los agradecerá.








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