miércoles, 28 de junio de 2017

Día 29. Junio 28. Faltan 99 días.


El pequeño Felipe por fin durmió una noche completa sin pedir tetero, sin sufrir de frío y sin sentir melancolía. Once horas de sueño placentero, o al menos yo no lo sentí.

Muy a las seis de la mañana se despertó y me llamó, porque la verdad yo estaba profundo. Le preparé su tetero de prisa porque seguro tenía hambre.

Como siempre, lo pasé para mi cama para tratar de arruncharlo y dormir otro ratico, cosa imposible hasta ahora, porque siempre se despierta activo a buscarme juego o a jugar con sus juquetes.

Aún en piyama se contactó un rato con su mamá. Simplemente lo seguí con un celular que dejó Ángela con la pantalla rota pero que ahora me sirve, porque mi celular definitivamente se ahogó. Hoy es el día D y eso me hace la vida más fácil. Doris prepara desayuno y empieza el arreglo de la casa desde muy temprano, lo que me permite avanzar con Felipe más rápido. A las 7:30 am ya estábamos listos para salir y el sol estaba resplandeciente. Entonces decidí llevarlo de paseo en el coche, para que sintiera el sol y disfrutara el recorrido. De nuevo se quedó tranquilo y contento en los brazos de su profe Diana, que lo recibe todos los días.

Yo regresé y me alisté para salir. Quería aprovechar el día para leer y de regreso, hacer unas compras. Me fui a un café y saqué mi libro con la esperanza de que la soledad y el silencio del lugar me dejaran concentrar. Me equivoqué. A los cinco minutos de estar sentado se sentó un hombre en la mesa del lado para gestionar su vida por celular. Supe que estaba desempleado pero que a la esposa le iba a salir un puesto en Ibagué y que por lo tanto se debía ir y dejar a un hijo que tenía de otra mujer al que solo lo podría ver ahora los fines de semana porque su vida estaría en Ibagué. Eso supe, del libro, poco. Entonces, derrotado con aquello de la lectura, me fui a comprar algunas cosas de aseo del pequeño Pipe que se le han agotado. Regresé a mi casa antes del almuerzo y en la tarde avancé en la lectura. Y descubrí que el enemigo de la lectura en mi casa es la cama. Como duermo tan mal en las noches, el libro se convierte en un somnífero efectivo. En fin, leí lo que pude, que no fue mucho.

A las cinco fui a recoger al pequeño Felipe y también lo traje en coche. Hoy fue un día cálido y soleado, valía la pena dejarlo respirar aire puro. En el jardín me contaron que hoy hizo pizza. La foto la bajé de la página de Facebook del jardín, se nota que lo disfrutó.

El regreso a casa fue muy sereno. Llegó a pedirme "uo" que es como le dice al jugo y pronto le calenté la comida. Comió con mucho apetito y se dejó empiyamar sin problema. Al subir al cuarto antes de acostarlo, decidió bajar todos sus libros para que yo le leyera. Hace días no lo hacía, entonces nos sentamos a leer un par de libros para bebé, que tienen una letra gigante, ilustraciones en cada página y páginas y caratulas indestructibles. Lo metí a la cuna con su tetero y se acostó, agotado y superando otro día calmado.

Después de un puente difícil, estos días han compensado ese esfuerzo. Ahora los días han transcurrido con toda tranquilidad y el tiempo en la casa me ha servido para organizar algunas cosas y para recuperarme de salud, porque poco a poco la tos se me volvió crónica.

Ya empezamos la cuenta regresiva con dos dígitos. Aún la orilla está lejos pero estamos nadando a buen ritmo. Estos días han sido de aguas calmas. Ojalá siga siendo así. Cada día tranquilo pasa más rápido.Y eso es justo lo que necesitamos.

Gracias por su constancia y paciencia para seguir esta historia. Feliz noche.


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