lunes, 19 de junio de 2017

Día 20. Junio 19.


Debo reconocer que por mucho que ame al pequeño Felipe, hay algo que definitivamente no puedo coordinar con él y que su mamá si puede. Dormir juntos. Admiro la capacidad que tiene Ángela para arruncharse con Pipe y dormir a pierna suelta como si estuviera abrazando un peluche. Y creo que mi problema para dormir con Pipe no es de él. Es mío. Incluso, dormir con Ángela, se me dificulta. Yo duermo poco en la noche. Usualmente me duermo después de las doce de la noche y despierto antes de las seis de la mañana. Mi sueño es liviano, inquieto, me muevo toda la noche y padezco de calor como si tuviera la andropausia desde los quince años. Eso me hace una almohada indeseable para abrazar por la noche.

Por eso anoche tuve otra dormida sufrida, ojerosa, incómoda y en vela. El pequeño Felipe otra vez me buscó para que le diera calor y yo le estuve poniendo cobijas toda la madrugada y tratando de acomodarme para no estriparlo. La noche estuvo fría y él por puro instinto busca calor. Al final, ya para despertarnos y después de dar vueltas toda la noche, él terminó en mi cama y yo en la de él. Estábamos durmiendo en dos camas pegadas. Bueno, él durmió y yo padecí.

A las seis de la mañana Pipe me pidió su tetero matinal. Yo estaba molido. No hay nada que desgaste más el cuerpo, el genio y la voluntad que dormir mal. Entonces aproveché la madrugada para alistar todo para el regreso desde El Rosal a Bogotá. Nicolás también se alistó y a las ocho y media, después de desayunar, emprendimos el regreso. El paseo fue maravilloso para el pequeño Felipe. Recuperó la fuerza de sus pulmones gracias a las propiedades de la leche de cabra, que tomó por accidente porque yo olvidé la leche para preparar su tetero (no hay mal que por bien no venga), disfrutó a los animales con los que tiene una conexión especial y respiró el aire fresco del campo. Aparte de eso, pudo interactuar con sus tíos paternos y con sus primos. En las familias extensas estos encuentros son muy valiosos porque son cada vez más escasos, y teniendo en cuenta que pronto estaremos a muchos kilómetros de distancia, es bueno que retenga la imagen de quienes son su familia, porque, sin importar las fronteras, al final la familia son la única Patria que tenemos.

El camino de regreso fue fluido, muchas bicicletas y pocos carros. La entrada a Bogotá estaba desolada y al filo de las diez ya estábamos de nuevo en casa. El bebé anduvo en el Morfeo-Móvil y no sintió el viaje de regreso. Solo se despertó en el garaje del edificio.

Nicolás y Pipe se sentaron a pintar un rato mientras yo arreglaba un poco el apartamento y lavaba la ropa del bebé. Al pequeño Felipe le encanta pintar y Nicolás es artista, entonces Pipe dibujaba unos trazos aleatorios y Nicolás sacaba de allí un rostro, un gato, un paisaje... hermoso ejercicio. Y una idea de emprendimiento en la que yo sería el empresario de sus obras de arte. Eso si yo fuera emprendedor. Pero no lo soy. Solo tengo ideas que jamás voy a gestionar. Pero al menos las voy a escribir por si a alguien le interesan.

Después de un rato Nicolás se dedicó a navegar en internet y yo me hice cargo de Pipe. Yo estaba exhausto y esperaba que el pequeño Felipe se entretuviera con algo para poder al menos pegar los ojos unos minutos. Pero no, estaba activo y me invitaba a cada actividad. Salió al balcón y revolcó la tierra de las matas. Por supuesto se ensució pero evité que se tragara la tierra. Entró a la casa y regó todo lo que vio a su alcance. Yo estaba pasmado y solo me quedé mirando como el orden se iba al caos absoluto. Y me pregunté para mis adentros por qué los bebés son tan destructivos, por qué les incómoda el orden y por qué yo debo recoger todo eso. Y la respuesta es simple: Porque es un niño y los niños hacen eso. Son curiosos, activos, les fascina tener poder sobre las cosas, levantarlas y arrojarlas contra el piso, pasar con un lápiz del papel a la pared y romper todo lo que puedan. Son niños, están descubriendo el mundo, están percibiendo su fuerza y vitalidad y están respondiendo a cada duda que les surge experimentando, porque sus sentidos son la respuesta a todo. Entonces las acciones de un niño no se valoran tanto en el sentido de lo justo o lo injusto, de lo correcto o lo incorrecto, sino qué los hace felices y en dónde está el peligro. Porque somos nosotros las alarmas vigilantes para que su curiosidad no atente contra su integridad. Pero por lo demás, tenemos que saber que el desorden que deja un hijo se recoge, que la porcelana que rompió se arregla o se bota, que la pared que pintó se lava y que la paciencia es el atributo más necesario para entender su comportamiento, y que esa paciencia sino está respaldada con un amor profundo, se agota rápido.

Al medio día pedimos el almuerzo. Hamburguesas para Nicolás y yo y un ajiaquito para el pequeño Felipe. Pipe comió poquito. Había estado picando galletas con yogurth toda la mañana. Nicolás y yo sí devoramos nuestra comida. Aproveché el rato para contactar a Felipe con su mamá y esta vez no estuvo tan atento a la pantalla. Sin embargo, Ángela disfruta solo con verlo. Entonces yo activo el Skype del celular y lo persigo por toda la casa solo para que su mamá lo vea jugar, hacer desorden, sacar una que otra mueca y cuando para y se concentra, le manda besos espontáneos, como coqueteando un rato con la mamá. De todas maneras, la virtualidad ya no le genera ningún tipo de ansiedad. Unas veces la disfruta más que otras, pero al menos ya no tiene la expectativa de que su mamá está cerca, porque ahora es consciente de que Ángela está lejos y que esto se va a demorar un rato.

A las tres de la tarde no pude más con mi cansancio y le pedí a Nicolás que lo entretuviera veinte minutos. Nicolás me hizo el favor y lo embolató con la moña de su pelo. Nicolás tiene el pelo largo y se lo recoge con una moña que usó para engatusar a Pipe esos veinte minutos. Yo caí profundo, llegando al estado de coma porque no recuerdo nada, pero a los veinte minutos subieron el pequeño Felipe y "Nanu". Me desperté mucho más dispuesto y menos zombie. Dormir profundo, así sea poco tiempo, es reparador.

Nicolás se fue pasadas las cuatro de la tarde y yo me quedé con el pequeño Felipe en planes más relajados. Pintando en el piso, viendo los canales infantiles y, como yo sabía que él también estaba cansado y que no había comido bien, a las cinco de la tarde le di el ajiaquito que no se había comido al almuerzo. Se lo comió con buen apetito y empezaron los bostezos. Sabía yo que iba a caer temprano, porque solo durmió el trayecto de El Rosal a Bogotá que fue muy rápido. A las seis y veinte ya estaba en su cuna, un poco remilgoso porque aún veía la luz del día y sabía que quizás aún era temprano. Pero lo dejé llorar un rato y cuando regresé a los diez minutos ya estaba profundo.

Hoy terminó el primero de tres puentes seguidos. Y para mí, es mucho más extenuante el fin de semana largo con Felipe porque debo estar pendiente de él todo el día. Entre semana el jardín infantil hace mucho más liviana la carga. Entonces tengo que prever dos cosas para lo que viene. Primero, cómo hacer divertido el tiempo con Felipe también para mí para que no sea duro ni tedioso estar pendiente de él, porque creo que él también estaría más contento si me ve contento y no cansado a mí. Y segundo, cómo calentar el espacio en el que él duerme para garantizarnos unas buenas noches y no tener que padecer esos días en los que vivo por inercia porque tengo el alma adormilada y la voluntad cansada. Tengo estos días para resolver ese par de detalles.

Bueno, parece increíble pero llegamos al día veinte. Aún falta mucho, pero falta menos. La rutina va trayendo enseñanzas valiosas y he podido comprender que las prioridades varían con los días y los hechos. Mañana empieza una semana corta y debo activar si o sí las tareas que tengo pendientes para aprovechar de verdad el tiempo con el pequeño Felipe pensando solo en él y no en lo que no hice. Pero este es otro cuento que les contaré mañana.

Gracias por estar de nuevo acá leyendo este diario. Gracias por su persistencia y por soportar los estados de ánimo que se me hacen notorios en mis escritos. Hoy estoy más relajado. Esos viente minutos que dormí me dieron la fuerza para teclear ahora. Nos pillamos mañana. Feliz noche.


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