sábado, 3 de junio de 2017

Día 4. Junio 3.


18 fines de semana para reencontrarnos. Visto en fines de semana no es tanto tiempo. Y el fin de semana es el tiempo de la creatividad porque debemos compartir todo el día y yo no tengo la astucia de las maestras del jardín del pequeño Felipe para entretenerlo, educarlo y formarlo en jornada completa.

Por eso busqué apoyo en la casa de los abuelos, que es la casa que construyeron mi papá y mi mamá para vivir sus días de pensionados después de muchos años de trabajo, huyéndole al ajetreo de la ciudad para refugiarse en una vereda rural cerca de Bogotá. Mis padres construyeron esa casa no solo para compartir el ocaso de sus vidas sino para que fuera el lugar obligado de reunión de nuestra extensa familia conformada por sus ocho hijos, 20 nietos y tres bisnietos (uno más en camino) con sus respectivos consortes y demás. Y así ha sido. Durante 20 años ininterrumpidos hemos celebrado la Navidad procurando que esté la familia completa. Mi padre, el patriarca, cacique y luz de esta gran tribu falleció hace casi tres años y sus cenizas reposan como abono en unos sauces llorones que sembramos a la vera de un pequeño riachuelo que pasa en el límite de la finca. Acá seguimos todos y nos seguimos reuniendo de cuando en cuando, y seguro está al menos uno de los hermanos acompañando a nuestra mamá para intentar en vano llenar ese vacío que dejó mi papá con su partida. Duraron casi 60 años casados y mi mamá se casó de 15. Sin exagerar, toda la vida.

Sin duda, este era el mejor lugar para traer al pequeño Felipe en un día que seguro le haría falta la mamá. Los fines de semana eran los más emocionantes para Pipe y su mamá porque, conmigo o sin mí, organizaban sus planes. Entonces yo esperaba salir a eso de las ocho de la mañana porque creía que eso de organizar maleta, pañalera y bebé para paseo, era lo más mogollo. Ángela lo hacía fácil. Yo terminé saliendo a las 9:30 am con el orgullo de no haber olvidado nada.

Pipe durmió todo el trayecto en el carro. Casi siempre el carro o el "cao", como le dice él, es como un Morfeo móvil. Llegamos a la casa de los abuelos y mi mamá estaba esperando en la puerta. Pipe abrió los ojos y descubrió de inmediato en dónde estaba. Y se emocionó. La casa de los abuelos le gusta. Hay pasto, perros, gatos y una vaca que se llama Lola y hace mú. El sol nos recibió resplandeciente. La casa de los abuelos tiene una piscina pequeña que es el lugar favorito de los niños a los que les gusta tanto el agua que no les importa el frío. Pipe hace parte de ese gremio. El asunto es que soy yo el que lo tiene que meter, que detesto el agua y el frío. Pero lo amo a él. Entonces nada, me meto con él y ya. La alegría que el pequeño Felipe siente cuando entramos al agua rompe el frío.

Disfrutó su rato en la piscina hasta que el cansancio lo venció. O me venció a mí y él no se resistió para salirse y cambiar el plan. Aprovechamos el tiempo antes del almuerzo para buscar a Ángela por Skype. Charlamos un rato pero Pipe no se compenetra bien con esto de la virtualidad. Él sabe que es su mamá pero no comprende por qué la tiene que ver en un televisor como ve a la colmena feliz o los origanimales de zoo moo. Parece que para él esto no es divertido, y aunque percibe la presencia de su mamá, le hace falta más, porque Ángela es todo para él. La virtualidad parece que no le es suficiente, entonces desiste rápido de estar frente a la pantalla porque le produce ansiedad. Este también es un proceso con el que tenemos que ser pacientes, mientras entiende el concepto de la distancia y de la necesidad de estas ventanas sin aire para podernos comunicar.

Después almorzamos. Me alegra que Pipe está comiendo bien. La tristeza no le ha afectado el apetito y esto es bueno porque lo mantiene saludable y eso es lo más importante. Mientras Pipe esté sano su estado de ánimo se puede manejar, porque cuando el cuerpo se enferma no hay forma de que entre la alegría. Un cuerpo enfermo marchita la sonrisa. La salud es el único atributo imprescindible para la felicidad. Por eso es tan importante y por eso es incomprensible que para un Estado no sea más que una moneda de cambio para enriquecer a unos mercenarios de la muerte que ven la utilidad de la empresa como prioridad por encima del bienestar de la gente.

Más tarde llegó mi hermano con su esposa y mis dos sobrinos que son niños grandes. Al rato llegó mi tía, la última hermana viva de mi papá de una familia de nueve hermanos. Los viejos se nos mueren y ahora los viejos somos nosotros. Fue lindo verla porque es como la mezcla de mi papá y la tía que más quise que se murió hace casi cuatro meses. Me da una nostalgia linda cuando la veo. Es el último testimonio vivo de las personas más entrañables que se me han ido.

El pequeño Felipe cuando está rodeado de gente que no ve usualmente no duerme. Le generan tanta curiosidad las personas que parece que quisiera disfrutar con ellos cada instante. El tiempo que durmió en el carro no fue suficiente. Además no descansó lo necesario. Pero se resistió a dormir hasta que el sueño lo cogió a garrotazos. A las cinco de la tarde desfalleció, lo cual es preocupante para mí porque es posible que tengamos una madrugada severa. Ya se despertó un par de veces. Una, porque sonó el teléfono en el cuarto que está y la otra porque se cayó del colchón que pusimos en el cuarto de mi mamá en donde vamos a dormir los tres. Yo voy a dormir en la cama que era de mi papá. Me encanta dormir allí. Está tan impregnada de él que siento que me cuida el sueño y que me habla entre sueños cuando necesito su consejo. Y ahora lo necesito. Pero el pequeño Felipe siguió durmiendo. Ojalá siga de largo.

Mientras escribo, oigo su llanto. Mi mamá ya lo atiende pero debo subir a consentirlo. Quizás sea una noche larga. Pero no importa. Si soy capaz de soportar el agua fría por él, una noche de trasnocho no será mayor cosa.

Hasta mañana. Gracias por seguir esta historia. Siento en el aire sus buenas vibras y eso es maravilloso. Voy a ver cómo está Pipe.





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