jueves, 22 de junio de 2017

Día 23. Junio 22.


Anoche mi cuerpo me pasó la carta de renuncia motivada. El pequeño Felipe no tuvo nada que ver. Él durmió bien y solo se despertó a las cuatro de la madrugada a pedirme un tetero, pero se lo di y siguió durmiendo. Yo traté de dormirme a las once de la noche, temprano para mí, que casi siempre estoy despierto hasta la una de la mañana.

A las once y media una tos persistente me tenía aniquilado y los fluidos se mezclaban en mi nariz y mi boca ahorcándome la respiración. Empecé a sentir cómo subía la fiebre y un dolor de garganta persistente. Un malestar inclemente que se estuvo incubando durante las cuatro noches que no dormí bien. Y me fundí. El cuerpo no me dio más y pasé mi última noche de insomnio con ganas de desvestirme de piel, carne y huesos para no tener que sentir esa maluquera.

Vencido, deprimido y preocupado, a las dos de la mañana asalté el jarabe para la tos que le había comprado a Pipe unos días atrás y me zampé una pastilla de Dolex gripa. Algo me ayudó y pude conciliar el sueño antes de las tres. Pero a las cuatro Pipe me pidió tetero y a las seis ya estaba despierto y dispuesto para empezar su día. A esa hora lo pasé para mi cama y él me vio tan mal que prefirió no molestar y se fue de una vez a su cuarto de juegos. Yo me quedé pasmado, pensando que tenía que estar lúcido para atender a Felipe porque no lo podía lastimar con mi torpeza derivada de mi lamentable estado.

A las seis y media saqué fuerzas para alistar su ropa, para bañarlo, vestirlo, hacerle el desayuno y llevarlo al jardín. Él estuvo más dócil que de costumbre. Todo lo llevó como teniéndome consideración y paciencia, como si supiera que estaba al borde de derrumbarme. En la mañana él me llevó a mí. Para ponerle los zapatos, el delantal y la chaqueta, que es con lo que culminamos el ritual de alistamiento para salir al jardín, solamente se sentó y me pasó sus pies y sus manos para que le pusiera sus prendas y nos fuimos. Lo dejé en el jardín y se despidió con una carita de preocupación que me conmovió, pero no por él sino por mí. Le di un beso en la frente y me siguió con la mirada hasta que se cerró la puerta.

Llegué de nuevo al apartamento con la firme intención de no hacer nada en todo el día. Ya no tenía sueño, pero mi único deseo era tumbarme en la cama y esperar a que el día me pasara sin gastar una gota de energía que igual ya no me quedaba. Y así lo hice. Hoy me dediqué al ocio sin vergüenza y sin remordimientos. Le di licencia a mi cuerpo para que simplemente se encargara de respirar, de latir, de circular la sangre y de parpadear de vez en cuando. Nada más. Aproveché para hablar con Ángela un rato largo, a concretar tareas, a hacer planes y a soñar despiertos, ya que dormido no he podido.

A las dos de la tarde me quedé dormido y me desperté reparado, muy reparado, justo para ir a recoger al pequeño Felipe. Pasé por él en el coche, aprovechando el sol y que debía comprar algunas cosas en el supermercado. El coche de Pipe me sirve de transporte de abarrotes.

Transitar en coche en Bogotá es irritante. La invasión del espacio público por parte de carros y motos es infame. Los peatones no tienen por donde transitar porque los andenes están bloqueados por cómodos conductores que deciden que el espacio para las personas son sus parqueaderos. Es insultante la falta de sentido de otredad de muchos conductores que se les olvida que alguna vez anduvieron a pie. Entonces el coche debe superar los obstáculos que implica peligros, subiendo y bajando del andén al capricho de carros y motos de inconscientes y abusivos. Es desgastante tener que asumir que esto es parte de la cultura y la cotidianidad de la ciudad y que no hay autoridad que ponga orden porque casi siempre están donde no los necesitan o sencillamente se hacen los de la vista gorda porque así ha sido siempre y nunca va a cambiar. Es agotador vivir en una comunidad llena de personas insensibles, agresivas e indiferentes frente a las necesidades de los otros sin nadie que haga respetar una ley inocua porque nadie la cumple porque somos así, y punto, no hay más explicación.

Al pequeño Felipe le encantan los paseos en el coche y no es consciente de los riesgos que corre entonces no se amarga. Hace un inventario hablado de todo lo que ve: "caos" que son los carros (sobre los andenes), los babaus y los maus y ya me está diciendo algunas otras cosas que no alcanzo a identificar aún. Hicimos nuestras compras y regresamos a casa.

El pobre Pipe llegó dormido. El coche lo arrulla y el trayecto no era corto. Pero aún le debía dar la comida y empiyamarlo para que pudiera dormir tranquilo y cómodo. Entonces lo saqué del coche y se me recostó en el hombro para seguir durmiendo. Pero prendí el televisor en el canal de zoo moo y se empezó a despertar con las canciones de los programas infantiles, hasta que le dio hambre y me pidió una galleta. Le di la galleta y le preparé la comida pronto, no quería que el sueño se le escapara del todo. Le di un jugo mientras tanto y lo empezó a regar por todo el apartamento. Lo regañé mientras iba detrás de él con el trapero. Aún no sabe que si pone el vasito boca abajo se riega el jugo. No lo hace con intención, pero tampoco lo corrige. Como con las crayolas y las paredes, es cuestión de paciencia y hablar duro de vez en cuando, para que sepa, sin que me coja miedo, que ello no está bien.

Hoy el pequeño Felipe se durmió temprano. Tampoco ha tenido noches plácidas y se venía despertando demasiado temprano. El cansancio hoy lo venció en el coche, eso es síntoma de que su cuerpo también necesita reposar. Yo me siento mejor. Esta noche me tomaré otro Dolex, otro jarabe para la tos y procuraré no abrirle la puerta de par en par a las enfermedades con esta forma tan insana de dormir. Ahora que tengo esta responsabilidad tan grande de cuidar al pequeño Felipe, debo ajustar mis horarios y establecer rutinas más saludables, El bohemio noctámbulo debe desaparecer por los días que quedan por el bien de los dos. No será fácil, pero es lo correcto.

Bueno, un día más que es un día menos. Hoy me sentí mejor haciendo esta catarsis en este diario. Es la intención. Claramente el diario del pequeño Felipe es por momentos mucho más mi diario. Quizás el pequeño Felipe sea una excusa, pero sobre todo, una inspiración. La mayor y la mejor inspiración. Una vez más gracias por llegar hasta acá. El tiempo estos últimos días se me pasó muy lento, que es lo que suele suceder cuando la pasamos mal. Espero que desde mañana el planeta empiece a girar más rápido.

Feliz noche.



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