sábado, 24 de junio de 2017

Día 25. Junio 24.


El pequeño Felipe tuvo una noche difícil. Los efectos de las vacunas se hicieron sentir y durmió inquieto, con malestar y se despertó tres veces quejándose. Yo lo acompañé mientras conciliaba de nuevo el sueño hasta que finalmente despertó a las cinco y media de la mañana.

Se despertó aún con malestar y se quedó un rato acostado en mi cama débil y consentido, como corresponde. Yo preferí aprovechar la madrugada para salir temprano hacia la casa de mi mamá y así evitar el tráfico del inicio de puente festivo y para que Pipe aprovechara el somnífero que para él es el carro y descansara un poco. Efectivamente durmió todo el trayecto que duró apenas una hora, pero siguió maluquito toda la mañana.

La única manera de calmarlo era cargándolo. Se me recostaba en el hombro y se quedaba quietico, callado y somnoliento como escuchándome el corazón. Yo le hacía paseos de diez minutos porque está muy pesado y estaba desgonzado. Le di el desayuno y comió poquito. Pidió mucho líquido. Aparte del tetero de la mañana se tomó un jugo de naranja y se comió medio banano. La mayoría del tiempo estuvo sentado en una silla reclinable desde donde mi papá veía el panorama de la Sábana que es mullidita y cómoda. Solo se movía de allí para que yo lo cargara.

A las once de la mañana, mientras lo paseaba, se me quedó dormido en el hombro. Lo acosté con cuidado en una cama y se quedó profundo hasta la una de la tarde. Cuando se despertó su semblante era distinto. Tenía hambre y almorzó con apetito, ya estaba sonriendo y por lo menos caminaba por su propio pie. Fue mejorando paulatinamente y recuperó las ganas para pintar, correr y jugar. Lo único que no quiso fue salir, afortunadamente, porque estaba haciendo mucho frío.

En la tarde estuvo comiendo bien, pidió fruta y a las seis se comió toda la cena. Ya estaba bien, un poco cansado y convaleciente, pero animado y tranquilo. El malestar había pasado pero aún estaba consentido.

A las seis y media de la tarde le organicé su colchón en el cuarto de mi mamá que es el más caliente de la casa para que no me pasara lo de los últimos fines de semana que había padecido un frío intenso. Mi mamá puso música y yo lo cargué otra vez para bailar con él suavecito, para que se durmiera. Sonó un tango y mi mamá se puso melancólica. Se acordó de mi papá que era fanático de los tangos y además los bailaba muy bien. Mi mamá me dijo que los tangos le daban un sentimiento horrible, pero no porque fuera un sentimiento feo, sino un sentimiento muy profundo. Casi que podía escuchar a mi papá cantando los tangos que más le gustaban. Nos llenamos de nostalgia los dos mientras el pequeño Felipe se me dormía otra vez en el hombro. Lo acosté y se despertó porque notó que ya no lo estaba arrullando. Estaba en un nivel de consentimiento sublime. Entonces fui a prepararle el tetero de la noche y se volvió a activar un rato. Tuve que volverlo a cargar y bailé de nuevo con él hasta que finalmente se quedó dormido.

Las vacunas le dieron duro al pequeño Felipe, pero es imprescindible seguir al pie de la letra el plan de vacunación completo para los niños sin vacilaciones y sin excusas. Es imperdonable que un niño o niña se enferme de alguna enfermedad que tenga vacuna porque eso denota más que abandono o irresponsabilidad.

Hoy fue un día de cuidar y consentir al pequeño Felipe, de tenerle paciencia y de complacer todos sus caprichos. Solo espero que mañana no me toque dormirlo cargado porque entenderé entonces que se resabió, como dice mi mamá. Veremos.

Una vez más gracias por estar acá leyendo este diario y viviendo con nosotros esta experiencia. Feliz noche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario