lunes, 26 de junio de 2017

Día 26. Junio 25.



Por fin el pequeño Felipe pasó una noche plácida y tranquila. Se despertó a las cuatro de la mañana pero a conversar un rato. Estaba por fin sano y relajado. Yo tenía partido a las siete de la mañana, entonces no pude dormir más allá de las cinco y media. Salí cuando aún dormía y se despertó casi a las siete y media. Me cuenta mi mamá que cuando subió a ver si ya se había despertado se lo encontró abriendo la puerta del cuarto con una sonrisa en su rostro. Ya le volvió a su cuerpecito la alegría.

Regresé del partido al filo de las diez y me lo encontré en la puerta de la casa de los abuelos. A mí también me regaló una sonrisa hermosa. Ya estaba bañado y vestido, resplandeciente. Aprovechamos el sol de la mañana para que el pequeño Felipe recibiera un baño de rayos uv, con protector, por supuesto. Recordé cuando Pipe a los pocos días de nacido le dio ictericia y duró tres días hospitalizado bajo una lámpara de rayos ultravioleta. Estaba en la sala de cuidados intermedios de neonatos de la Reina Sofía. La mayoría de los niños eran prematuros y por lo tanto pequeñitos. Pero el problema de Felipe era otro, entonces resaltaba su tamaño entre los demás chiquitos que lo acompañaban. Los pies casi que se le salían por las barandas de la cunita en la que lo tenían. El pequeño Felipe llegó a este mundo pesando 3900 gramos. Una verdadera calabaza gigante.

En la tarde estuvimos en la casa viendo televisión un rato y almorzamos con el "nanu", es decir, con Nicolás. A las tres el pequeño Felipe me exigió dar una vuelta por la finca para visitar la vaca Lola antes de que sacaran los perros. Así lo hicimos y la vaca Lola estuvo especialmente cariñosa restregando su esponjosa y babosa lengua por los dedos de Pipe. Vio la piscina a lo lejos y me dijo "abua" que significa "agua". Lo acerqué, lo solté a unos metros para que contemplara mejor el lugar y ni corto ni perezoso salió corriendo y se metió por las escaleras, iba vestido y alcanzó a mojar un brazo y una pierna antes de que yo lograra atraparlo sin que terminara sumergiendo toda su humanidad. Era evidente que quería darse un chapuzón, entonces no hubo más remedio que meternos a la piscina un rato. El "abua" estaba helada para mi gusto, pero el pequeño Felipe disfrutó la media hora que estuvimos. A la salida sentí un peso en mi bolsillo. Me extrañó, primero, que mi vestido de baño tuviera bolsillos y segundo, que tuviera algo allí. Cuando revisé qué era mi pobre celular escurría agua como el Titanic y su pantalla quedó negra para siempre. Murió. Ahí le hago la velación sumergido en arroz por 24 horas como me aconsejaron, pero la verdad creo que solo es un aparato inservible sumergido en arroz. Ojalá el Jesús arrocero de los celulares me lo resucite. Si fuera así, ya no tendría un celular sino un Lázaro que sirve para hablar y que tiene muchas apps. Sería un Lázaro muy moderno.

Pipe no durmió su siesta diaria, entonces pensé que se iba a dormir temprano, pasando las cinco de la tarde, y lo preparé desde las cuatro y media para que tuviera una noche larga y tranquila. Pero siendo las seis y media aún no se dormía y tuve que acompañarlo con su tetero en la cama y consentirle el pelo hasta que por fin cerrara los ojitos. Dio briega, como dice mi mamá, pero por fin cayó.

A las diez de la noche, mientras escribía esta entrada, se despertó llorando y llamando a su mamá. Yo subí y lo cargué, pero repetía "mamá", "mamá", "mamá". Finalmente se me recostó en el hombro y se calmó. Pero es indudable que al pequeño Felipe le hace mucha falta su mamá, que ese vacío es irremplazable y que a pesar de que lo estoy haciendo con todo el amor y tratando de ser asertivo, Ángela es el planeta al rededor del cual gravitan las necesidades del pequeño Felipe. Pensé que se iba a dormir rápido, pero no. Entonces, por primera vez en 25 días, tuve que suspender la publicación nocturna de la entrada para consolar por el tiempo que fuera necesario a mi pequeño sol. Finalmente se calmó, pero cuando él no duerme su siesta en el día, es típico que tenga una noche muy activa después de haber dormido poco. Para resumir, hasta las 2:30 de la madrugada estuvo dando vueltas, nos conversó a mi mamá y a mí y solo se quedó dormido mientras se recostó un rato a mi lado cuando yo ya me había rendido.

Ángela nos hace mucha falta. Esa es una verdad incontrovertible. Despertar esta mañana y no tener el celular para llamarla, fue duro. Pero ya encontraré un cacharro prestado que nos sirva de puente mientras nuestro arroz jesús revive a mi estropeado celular.

Bueno, este fue un diario tardío. Pero tengo claro que mi prioridad es el pequeño Felipe y que ahora vivo a su ritmo y al ritmo de sus nostalgias.

Gracias por leerme. Gracias de verdad.


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