martes, 27 de junio de 2017

Día 28. Junio 27. Faltan 100 días.


Hoy empezamos la cuenta regresiva para encontrarnos de nuevo con Ángela desde los 100 días. Parece que el pequeño Felipe lo sabe, porque esta mañana se levantó contento. Durmió bien y solo se despertó a la una de la mañana para pedir tetero pero siguió de largo. Y es que también le hace falta su cuna. No hay sitio más VIP en el universo que la camita de uno.

La mañana estuvo tranquila, nos arreglamos despacio y sin afanes porque el pequeño Felipe empezó su día a las seis de la mañana, lo que nos daba tiempo más que suficiente para llegar a las ocho al jardín. Aproveché el tiempo para lavar los teteros y organizarle la ropa que le lavé ayer. Y él aprovechó el tiempo para hacer todo el reguero que pudo en media hora. Sacó las ollas y las tapas, desparramó las papas crudas por toda la casa y tiró las servilletas en el piso. Con una se limpió los "momos" como le dice a los mocos y fue y la botó a la caneca como diciéndome "mira que juicioso soy". Y pues sí, me convenció.

Lo dejé en el jardín que es como su segundo hogar y se quedó fresco, alegre y tranquilo. Yo regresé a la casa para organizar algunas cosas, seleccionar lo que se queda, lo que se regala y lo que nos llevamos, en un inventario que está cambiando todos los días. Me surgió de repente esa angustia con la que percibo que el tiempo es un pábilo que se va quemando y que en realidad me están quedando muchas cosas pendientes por hacer y que he desperdiciado muchas horas al día porque mis horarios son un caos y sobre todo, porque estoy durmiendo muy mal, lo que hace de mis días un letargo y de mis noches puro insomnio. Tengo que ponerle remedio a esto y optimizar mi tiempo porque corre y no me espera. Hoy se me fue todo el día pensando en esto. Es hora de pensar menos y hacer más.

A las cuatro y media de la tarde pasé por Pipe porque teníamos que hacer unas compras y su coche es mi carro de mercado. Fuimos al supermercado y procuré no recargarlo tanto para no desvencijar las llantas. De paso a la casa paramos en la droguería para reponer algunas cosas que se han venido acabando. Parqueé su coche al lado de una vitrina mientras le hacía el pedido al farmacéutico  y no noté que esa vitrina estaba llena de carritos de juguete. Mientras hablaba con el señor de la droguería el pequeño Felipe empezó a decir "cao, cao, cao".Yo no entendía bien de qué "caos" me hablaba y solamente le dije "sí amor, los caos están afuera". Como entendiendo que yo no comprendía lo que me quería decir, me señaló con el dedito la vitrina y ahí pude ver de qué "caos" me hablaba. Ni modo. Ahora Pipe tiene un carrito nuevo. No había forma de salir de esa droguería sin que él tuviera uno de esos carritos de los que se había antojado.

Llegamos a la casa pasadas las cinco y todo estuvo tan tranquilo como en la mañana. Pipe comió un poco de fruta (en la foto no está bravo. Está comiendo melón) y a las cinco y media le di la comida. Jugó un rato y otra vez regó las papas por toda la casa. No sé si vio "El marciano", pero creo que piensa que en la casa se pueden sembrar esas papas. Subimos a las seis pasadas y ya estaba cansado. Se dejó poner la piyama con toda serenidad y apenas lo metí a la cuna cogió su tetero y se acostó. Hoy tuvo un día especialmente tranquilo, después de un puente agitado. Sin duda, le gusta su casa, su cuna, su espacio y todo lo que le da arraigo y confianza. Esto me hace pensar en cómo serán los cambios para él cuando todo su entorno cambie. Aún tengo 99 días para pensarlo y prepararme. No será fácil.

Bueno, concluye un día más de estas 128 rotaciones. Añoraba ya un día plano como hoy, sin tanto sobresalto. Gracias por leerme. Esta historia es más liviana con ustedes. Feliz noche.


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