viernes, 30 de junio de 2017

Día 31. Junio 30. Faltan 97 días.


Hoy fue día de aniversario. Hace cinco años Ángela y yo nos casamos después de haber convivido en Buenos Aires, en Cota y en Ibagué durante tres años y algo más. Creo que nunca estuve tan seguro de algo en mi vida. La propuesta de matrimonio no fue romántica, no hubo mariachis, ni flores, ni arrodillada, ni nada de lo típico de estos acontecimientos. De hecho, todavía le debo el anillo de compromiso a Ángela. La propuesta surgió de una conversación en la que muy sensatamente descubrimos que lo único que nos faltaba para completar nuestra vida juntos era casarnos. Sonará frío y vacío, pero no, en realidad a partir de allí empezamos a construir una ilusión con los pies muy sobre la tierra que nos ha permitido edificar nuestra vida como pareja, como equipo, como compañeros, como esposos y como amantes en donde el reto es acostarse con la certeza de que al día siguiente seguiremos de la mano a pesar de las adversidades y comprendiendo que somos tan diferentes y tan iguales, que solo podremos descubrir nuestras coincidencias y nuestras diferencias en el día a día.

Y nuestro matrimonio y nuestra vida juntos no es más que el backstage de la llegada del pequeño Felipe al mundo. Felipe no fue planeado en estricto sentido. Simplemente lo estuvimos esperando con amor y con ansiedad. Queríamos un hijo, pero nunca nos presionamos para tenerlo, ni nos pusimos tiempos ni fechas. Simplemente esperamos a que se diera y se dio. Y sin duda, el día que supimos que Ángela estaba embarazada, fue uno de los días más lindos de nuestra vida juntos. La noticia llegó en un buen momento, estábamos preparados y felices, y poco a poco el universo fue confabulando para que Pipe llegara al mundo sin angustias y con todo dispuesto para que no le faltara nada. Mi padre había fallecido ocho meses antes de que nos enteraramos de la venida de Felipe al mundo. Y siempre he sentido un halo protector de mi papá con respecto del pequeño Felipe. Para mí es místicamente claro que el ángel de la guarda de Pipe es mi papá. Es como si él, mi padre, se hubiera ido del mundo para gestionar el arribo de Felipe. Así lo siento y si bien mi mística no es precisamente religiosa, creo en la espiritualidad y en la intangibilidad del alma, creo en las energías y en la trascendencia y sobre todo, creo en mi papá como esa fuerza sobrenatural que guía mi camino y que protege a Felipe. Mi fe no es religiosa, pero sí es mística.

En este día de aniversario Felipe amaneció especialmente contento. Durmió toda la noche y cuando entré a su cuarto para ver si todavía estaba durmiendo a las seis y media de la mañana me recibió con una sonrisa resplandeciente y con el tetero acabado en la mano para que le diera otro. La alistada hoy también fue relajada, sin prisa, pero tratando de no llegar tarde al jardín. Aprovechamos el desayuno para que el pequeño Felipe conversara con Ángela y a las ocho en punto lo estaba dejando con su profe.

Yo regresé y compartí el día con Nicolás y con su novia que se quedaron en el estudio y les ganó el sueño viendo películas hasta tarde. Se despertaron a eso de las nueve y estuvimos conversando un rato. Siempre es lindo saber a Nicolás en la casa. Me alegra la vida tenerlo cerca, porque además ahora esos momentos son contados. Los niños demandan el tiempo de sus padres, pero cuando crecen, es uno el que les ruega aunque sea una tarde para saber cómo están y qué esperan de la vida.

A las cuatro y media de la tarde recogí al pequeño Felipe. Fui en el coche aprovechando que la tarde estaba soleada y que a él le gustan los paseos desde el jardín hasta la casa. Cuando entré al jardín y me vio, salió corriendo para abrazarme y subirse al coche. Algo atípico, porque siempre he tenido que esperar a que deje de jugar y sale a regañadientes porque está contento en el jardín. Hoy fue distinto. Como si supiera que es viernes, solo quería salir rápido para su casa. Llegó al apartamento y saludó a su "nanu" que ya se alistaba para salir. Tienen una relación especial con su hermano. Felipe sabe que "nanu" es diferente de las demás personas en su vida, que con él tiene una conexión especial y que la irá descubriendo a medida que la vida les vaya dando espacios para compartir.

El pequeño Felipe llegó cansado. Escasamente usó el tiempo en casa para revisar las cosas de su baúl y para ojear un libro que estaba allí en el fondo. A las seis me recibió la comida y a las siete ya estaba empiyamado y en la cuna esperando el tetero para dormirse. Presiento que tendrá una buena noche. Ha estado sanito y relajado, lo que le permite dormir sin sobresaltos.

Pasar este aniversario lejos de Ángela es duro. Yo no soy el más detallista, pero justamente por eso es que Ángela hace que estos días sean especiales porque ella sí lo es. Entonces su ausencia se nota más. Ya me ha prometido que vamos a celebrar este aniversario cuando nos encontremos de nuevo con todas las celebraciones que estas fechas nos dejen pendientes. Espero con ansia que así sea.

Bueno, está culminando otra semana. Esta, bastante tranquila por cierto. Me gusta que los días pasen así, serenos, en línea recta para cumplir el plazo.

Gracias por su lectura cada noche, cada día. Siento su compañía y apoyo y me hacen el camino más bondadoso porque percibo las buenas vibras de su energía. Gracias de verdad. Feliz noche.


jueves, 29 de junio de 2017

Día 30. Junio 29. Faltan 98 días.



Hoy el pequeño Felipe tuvo cita en donde la pediatra. La cita era a las 10:40 am y preferí no llevarlo al jardín en la mañana para podernos organizar bien y salir sin afanes. Ya tendría tiempo en la tarde para compartir con los compañeritos. Aprovechamos para que Ángela pudiera conversar largo y sin afán con él.

Previendo el tráfico complicado de Bogotá salí una hora antes para el centro médico. Efectivamente nos movimos lento y Felipe aprovechó para dormir en el trayecto. Sin embargo llegamos todavía muy temprano y él seguía durmiendo. Lo dejé. Se había despertado a las cinco de la mañana y ya era hora de su siesta.

Entramos al centro médico e hice la fila para hacer la admisión y pagar el bono. Pipe se me recostó en el hombro con esa ternura infinita que parece como si se incorporara como una cavidad más de mi corazón. Un señor mayor que hacía fila se enterneció con el pequeño Felipe y me dijo, en un tono amable y gracioso, que se parecía a Messi. Yo sonreí y asentí, pero tengo claro que Messi de chiquito era feíto. Pero por supuesto, no dije nada, Messi en cualquier caso es un cumplido para cualquier niño.

La cita empezó muy puntual. La pediatra era nueva para nosotros y para el pequeño Felipe. A la anterior decidimos cambiarla porque para una simple tos le mandó Salbutabol, que es supremamente fuerte para un bebé y la verdad consideramos que la pediatra estaba exagerando el diagnóstico y poniendo el peligro la salud de Felipe. Sabemos y respetamos los conceptos médicos, pero yo ya había hecho curso con el asma de Nicolás y sabía que para lo que tenía Felipe el medicamento que le ordenaron era desproporcionado. Además, venía respondiendo bien a los medicamentos homeopáticos que le mandaba el pediatra que tenía Felipe cuando pagábamos medicina prepagada. La pediatra anterior no nos inspiró confianza ni tenía carisma, y es claro que la conexión y empatía entre el pediatra y los padres tiene que fluir como agua de manantial. Cualquier ruptura en la comunicación puede ser perjudicial para el bienestar del niño. Y la verdad, con esta nueva pediatra, sentí esa conexión. Fue cariñosa con Pipe sin ser melosa y fue afectuosa conmigo de una manera muy profesional. Me confirmó que el Salbutamol era exagerado para la afección gripal que tiene el bebé y que con los medicamentos homeopáticos se puede manejar perfectamente. Fue complicado tomarle el peso la altura porque no se me quería despegar, pero después de convencerlo a punta de caricias y mimos accedió a que lo midieran. 12,4 kilogramos y 83 centímetros, está grande para su edad y un poco por encima del promedio según la curva de crecimiento. La pediatra lo encontró bien, saludable y creciendo sano de acuerdo con su edad. Eso me dio una tranquilidad infinita. Los problemas de salud que tuvo Pipe recién se fue Ángela alcanzaron a deprimirme y a confrontarme sobre si iba a ser capaz de mantenerlo sanito durante estos cuatro meses que estará bajo mi cuidado. La cita de hoy me tranquilizó y me dio la serenidad de saber que mientras lo tenga bien alimentado, bien abrigado y lejos de peligros, podré mantenerlo bien hasta que nos volvamos a encontrar con Ángela, que es el analgésico para todos los males del pequeño Felipe.

A las 11:30 de la mañana lo dejé en el jardín y a pesar de que llegó tarde no tuvo problema alguno para quedarse. Yo me fui para la casa para conversar algunas cosas con Ángela y por la tarde vi la semifinal de la Copa Confederaciones para ver la pela que Alemania le dio a México. Me quedé dormido un rato y me desperté justo para ir a recoger a Felipe. La tarde fue típica como todos estos días. Llega a comer algo de fruta o jugo, le sirvo la comida al filo de las seis, lo empiyamo a las 6:30 pm y a las siete ya está en su cuna listo para dormir. Se durmió rápido, estaba cansado, porque hoy hizo su siesta más temprano que de costumbre.

La jornada pedagógica que había en el jardín de Pipe mañana no se va a llevar a cabo y por lo tanto tendrá una jornada normal para terminar su semana. Viene el último puente de estos tres que pasan en seguidilla. Con Pipe ya tenemos una rutina más o menos definida que nos facilita la vida porque él sabe qué viene a cada hora y eso me conviene porque no tengo que forzar las actividades que nos corresponden juntos. Él sabe qué le toca según el momento y me ayuda.

Hoy me alegró mucho saber que está bien, sanito y animado. Es mi temor más grande penar por la salud del pequeño Felipe porque la salud es el requisito indispensable del bienestar y si su salud está bien, su ánimo depende de mi ingenio.

Nicolás me llamó para decirme que viene para acá a pasar la noche. Mañana su "nanu" estará en casa para alegría del pequeño Felipe. Le alegra mucho ver a "nanu" en casa.

Bueno, los días siguen pasando. Muchas gracias por estar acá de nuevo y leerme. Feliz noche.


miércoles, 28 de junio de 2017

Día 29. Junio 28. Faltan 99 días.


El pequeño Felipe por fin durmió una noche completa sin pedir tetero, sin sufrir de frío y sin sentir melancolía. Once horas de sueño placentero, o al menos yo no lo sentí.

Muy a las seis de la mañana se despertó y me llamó, porque la verdad yo estaba profundo. Le preparé su tetero de prisa porque seguro tenía hambre.

Como siempre, lo pasé para mi cama para tratar de arruncharlo y dormir otro ratico, cosa imposible hasta ahora, porque siempre se despierta activo a buscarme juego o a jugar con sus juquetes.

Aún en piyama se contactó un rato con su mamá. Simplemente lo seguí con un celular que dejó Ángela con la pantalla rota pero que ahora me sirve, porque mi celular definitivamente se ahogó. Hoy es el día D y eso me hace la vida más fácil. Doris prepara desayuno y empieza el arreglo de la casa desde muy temprano, lo que me permite avanzar con Felipe más rápido. A las 7:30 am ya estábamos listos para salir y el sol estaba resplandeciente. Entonces decidí llevarlo de paseo en el coche, para que sintiera el sol y disfrutara el recorrido. De nuevo se quedó tranquilo y contento en los brazos de su profe Diana, que lo recibe todos los días.

Yo regresé y me alisté para salir. Quería aprovechar el día para leer y de regreso, hacer unas compras. Me fui a un café y saqué mi libro con la esperanza de que la soledad y el silencio del lugar me dejaran concentrar. Me equivoqué. A los cinco minutos de estar sentado se sentó un hombre en la mesa del lado para gestionar su vida por celular. Supe que estaba desempleado pero que a la esposa le iba a salir un puesto en Ibagué y que por lo tanto se debía ir y dejar a un hijo que tenía de otra mujer al que solo lo podría ver ahora los fines de semana porque su vida estaría en Ibagué. Eso supe, del libro, poco. Entonces, derrotado con aquello de la lectura, me fui a comprar algunas cosas de aseo del pequeño Pipe que se le han agotado. Regresé a mi casa antes del almuerzo y en la tarde avancé en la lectura. Y descubrí que el enemigo de la lectura en mi casa es la cama. Como duermo tan mal en las noches, el libro se convierte en un somnífero efectivo. En fin, leí lo que pude, que no fue mucho.

A las cinco fui a recoger al pequeño Felipe y también lo traje en coche. Hoy fue un día cálido y soleado, valía la pena dejarlo respirar aire puro. En el jardín me contaron que hoy hizo pizza. La foto la bajé de la página de Facebook del jardín, se nota que lo disfrutó.

El regreso a casa fue muy sereno. Llegó a pedirme "uo" que es como le dice al jugo y pronto le calenté la comida. Comió con mucho apetito y se dejó empiyamar sin problema. Al subir al cuarto antes de acostarlo, decidió bajar todos sus libros para que yo le leyera. Hace días no lo hacía, entonces nos sentamos a leer un par de libros para bebé, que tienen una letra gigante, ilustraciones en cada página y páginas y caratulas indestructibles. Lo metí a la cuna con su tetero y se acostó, agotado y superando otro día calmado.

Después de un puente difícil, estos días han compensado ese esfuerzo. Ahora los días han transcurrido con toda tranquilidad y el tiempo en la casa me ha servido para organizar algunas cosas y para recuperarme de salud, porque poco a poco la tos se me volvió crónica.

Ya empezamos la cuenta regresiva con dos dígitos. Aún la orilla está lejos pero estamos nadando a buen ritmo. Estos días han sido de aguas calmas. Ojalá siga siendo así. Cada día tranquilo pasa más rápido.Y eso es justo lo que necesitamos.

Gracias por su constancia y paciencia para seguir esta historia. Feliz noche.


martes, 27 de junio de 2017

Día 28. Junio 27. Faltan 100 días.


Hoy empezamos la cuenta regresiva para encontrarnos de nuevo con Ángela desde los 100 días. Parece que el pequeño Felipe lo sabe, porque esta mañana se levantó contento. Durmió bien y solo se despertó a la una de la mañana para pedir tetero pero siguió de largo. Y es que también le hace falta su cuna. No hay sitio más VIP en el universo que la camita de uno.

La mañana estuvo tranquila, nos arreglamos despacio y sin afanes porque el pequeño Felipe empezó su día a las seis de la mañana, lo que nos daba tiempo más que suficiente para llegar a las ocho al jardín. Aproveché el tiempo para lavar los teteros y organizarle la ropa que le lavé ayer. Y él aprovechó el tiempo para hacer todo el reguero que pudo en media hora. Sacó las ollas y las tapas, desparramó las papas crudas por toda la casa y tiró las servilletas en el piso. Con una se limpió los "momos" como le dice a los mocos y fue y la botó a la caneca como diciéndome "mira que juicioso soy". Y pues sí, me convenció.

Lo dejé en el jardín que es como su segundo hogar y se quedó fresco, alegre y tranquilo. Yo regresé a la casa para organizar algunas cosas, seleccionar lo que se queda, lo que se regala y lo que nos llevamos, en un inventario que está cambiando todos los días. Me surgió de repente esa angustia con la que percibo que el tiempo es un pábilo que se va quemando y que en realidad me están quedando muchas cosas pendientes por hacer y que he desperdiciado muchas horas al día porque mis horarios son un caos y sobre todo, porque estoy durmiendo muy mal, lo que hace de mis días un letargo y de mis noches puro insomnio. Tengo que ponerle remedio a esto y optimizar mi tiempo porque corre y no me espera. Hoy se me fue todo el día pensando en esto. Es hora de pensar menos y hacer más.

A las cuatro y media de la tarde pasé por Pipe porque teníamos que hacer unas compras y su coche es mi carro de mercado. Fuimos al supermercado y procuré no recargarlo tanto para no desvencijar las llantas. De paso a la casa paramos en la droguería para reponer algunas cosas que se han venido acabando. Parqueé su coche al lado de una vitrina mientras le hacía el pedido al farmacéutico  y no noté que esa vitrina estaba llena de carritos de juguete. Mientras hablaba con el señor de la droguería el pequeño Felipe empezó a decir "cao, cao, cao".Yo no entendía bien de qué "caos" me hablaba y solamente le dije "sí amor, los caos están afuera". Como entendiendo que yo no comprendía lo que me quería decir, me señaló con el dedito la vitrina y ahí pude ver de qué "caos" me hablaba. Ni modo. Ahora Pipe tiene un carrito nuevo. No había forma de salir de esa droguería sin que él tuviera uno de esos carritos de los que se había antojado.

Llegamos a la casa pasadas las cinco y todo estuvo tan tranquilo como en la mañana. Pipe comió un poco de fruta (en la foto no está bravo. Está comiendo melón) y a las cinco y media le di la comida. Jugó un rato y otra vez regó las papas por toda la casa. No sé si vio "El marciano", pero creo que piensa que en la casa se pueden sembrar esas papas. Subimos a las seis pasadas y ya estaba cansado. Se dejó poner la piyama con toda serenidad y apenas lo metí a la cuna cogió su tetero y se acostó. Hoy tuvo un día especialmente tranquilo, después de un puente agitado. Sin duda, le gusta su casa, su cuna, su espacio y todo lo que le da arraigo y confianza. Esto me hace pensar en cómo serán los cambios para él cuando todo su entorno cambie. Aún tengo 99 días para pensarlo y prepararme. No será fácil.

Bueno, concluye un día más de estas 128 rotaciones. Añoraba ya un día plano como hoy, sin tanto sobresalto. Gracias por leerme. Esta historia es más liviana con ustedes. Feliz noche.


lunes, 26 de junio de 2017

Día 27. Junio 26.


Pasó otra noche crítica que ya les conté. El día fluyó mucho mejor. Pipe se levantó tranquilo, renovado y sonriente después de esa fiesta súbita que armó en la madrugada.

Yo me desperté a las siete de la mañana y él media hora más tarde. En la mañana el pequeño Felipe aprovechó el rocío del pasto para mojarse los pies. Le encanta sentir la humedad en los pies. Es un gusto raro, pero le fascina sentir ese contacto de los pies con el agua que yo debo secar con rapidez para que no se enferme. A las nueve lo bañé y lo vestí para estar de regreso a Bogotá a las diez pasadas y así evitar los trancones del retorno de puente festivo.

Mi mamá se despidió del pequeño Felipe y se quedó nostálgica. Ya hemos estado tres fines de semana con mi mamá desde que se fue Ángela y el vínculo entre Pipe y ella se ha ido fortaleciendo. Eso es lindo, pero temo que eso hará que a mi mamá le dé más duro nuestra partida. Pero por ahora, aprovechar esos momentos que son muy importantes. Felipe fue el único nieto que no conoció mi papá. Y el hecho de que ahora estemos tanto tiempo en los lugares que permanecía mi papá junto a mi mamá me da la sensación de que Pipe se impregna de su energía porque está en contacto con sus cosas, con sus fotos, con los prados que caminaba y con la mujer que mi padre amaba. Siento que eso vincula al pequeño Felipe con mi padre, la persona que más he admirado en todo el Universo.

Llegamos al apartamento poco antes de la hora del almuerzo y aprovechamos el tiempo para conversar un rato con Ángela. Como en ese momento no tenía celular, no pude perseguir a Pipe con la cámara para que su mamá lo pudiera ver, entonces tenía que narrar lo que iba haciendo para que Ángela se lo pudiera imaginar.

Pedimos almuerzo y comió bien. Pensé que iba a dormir la siesta, porque solo durmió el trayecto en el carro que no pasó de cuarenta minutos, pero no, estuvo bien despierto toda la tarde. Entonces preferí entretenerlo para acostarlo a las seis y que, por fin, duerma toda la noche. Estuvo pintando, jugando con sus "caos" y a las cinco le di la comida. A las seis y media estaba durmiendo, justo después de la colmena feliz.

Este fin de semana si sentí la nostalgia y la falta que le hace Ángela a Felipe. Se quebró varias veces y varias veces llamó a su mamá. Otra vez la virtualidad le fue insuficiente y extrañó el abrazo, el beso y los mimos de la mamá. Mañana estará otra vez en el jardín y quizás la rutina le aplaque toda esta melancolía que está sintiendo. En estos momentos es cuando siento el peso del sacrificio y lo insuficiente que es mi presencia. A Pipe le hace falta la mamá, es un hecho, pero también es un hecho que el tiempo está pasando generosamente para permitirnos estar juntos otra vez. Necesitamos una paciencia infinita y comprender que este es el precio que debemos pagar por las ventajas que nos puede brindar la vida que nos espera, especialmente para el pequeño Felipe, que podrá comprender que el mundo es mucho más que un pedazo de tierra, mucho más que un idioma y mucho más que una bandera. Ya lo entenderá. Y espero que cuando lo entienda y lo valore, pase por este diario para que vea cuánto puso de su parte para que esto fuera posible.

Bueno, la verdad hoy fue un día corto que anduvo por el impulso de una noche difícil. Hoy quiero dormir temprano para que mi cuerpo no me siga pasando la factura. Gracias por leer. Han pasado 27 días y siento que el día cero fue hace unos minutos. El tiempo va pasando.

Feliz noche.


Día 26. Junio 25.



Por fin el pequeño Felipe pasó una noche plácida y tranquila. Se despertó a las cuatro de la mañana pero a conversar un rato. Estaba por fin sano y relajado. Yo tenía partido a las siete de la mañana, entonces no pude dormir más allá de las cinco y media. Salí cuando aún dormía y se despertó casi a las siete y media. Me cuenta mi mamá que cuando subió a ver si ya se había despertado se lo encontró abriendo la puerta del cuarto con una sonrisa en su rostro. Ya le volvió a su cuerpecito la alegría.

Regresé del partido al filo de las diez y me lo encontré en la puerta de la casa de los abuelos. A mí también me regaló una sonrisa hermosa. Ya estaba bañado y vestido, resplandeciente. Aprovechamos el sol de la mañana para que el pequeño Felipe recibiera un baño de rayos uv, con protector, por supuesto. Recordé cuando Pipe a los pocos días de nacido le dio ictericia y duró tres días hospitalizado bajo una lámpara de rayos ultravioleta. Estaba en la sala de cuidados intermedios de neonatos de la Reina Sofía. La mayoría de los niños eran prematuros y por lo tanto pequeñitos. Pero el problema de Felipe era otro, entonces resaltaba su tamaño entre los demás chiquitos que lo acompañaban. Los pies casi que se le salían por las barandas de la cunita en la que lo tenían. El pequeño Felipe llegó a este mundo pesando 3900 gramos. Una verdadera calabaza gigante.

En la tarde estuvimos en la casa viendo televisión un rato y almorzamos con el "nanu", es decir, con Nicolás. A las tres el pequeño Felipe me exigió dar una vuelta por la finca para visitar la vaca Lola antes de que sacaran los perros. Así lo hicimos y la vaca Lola estuvo especialmente cariñosa restregando su esponjosa y babosa lengua por los dedos de Pipe. Vio la piscina a lo lejos y me dijo "abua" que significa "agua". Lo acerqué, lo solté a unos metros para que contemplara mejor el lugar y ni corto ni perezoso salió corriendo y se metió por las escaleras, iba vestido y alcanzó a mojar un brazo y una pierna antes de que yo lograra atraparlo sin que terminara sumergiendo toda su humanidad. Era evidente que quería darse un chapuzón, entonces no hubo más remedio que meternos a la piscina un rato. El "abua" estaba helada para mi gusto, pero el pequeño Felipe disfrutó la media hora que estuvimos. A la salida sentí un peso en mi bolsillo. Me extrañó, primero, que mi vestido de baño tuviera bolsillos y segundo, que tuviera algo allí. Cuando revisé qué era mi pobre celular escurría agua como el Titanic y su pantalla quedó negra para siempre. Murió. Ahí le hago la velación sumergido en arroz por 24 horas como me aconsejaron, pero la verdad creo que solo es un aparato inservible sumergido en arroz. Ojalá el Jesús arrocero de los celulares me lo resucite. Si fuera así, ya no tendría un celular sino un Lázaro que sirve para hablar y que tiene muchas apps. Sería un Lázaro muy moderno.

Pipe no durmió su siesta diaria, entonces pensé que se iba a dormir temprano, pasando las cinco de la tarde, y lo preparé desde las cuatro y media para que tuviera una noche larga y tranquila. Pero siendo las seis y media aún no se dormía y tuve que acompañarlo con su tetero en la cama y consentirle el pelo hasta que por fin cerrara los ojitos. Dio briega, como dice mi mamá, pero por fin cayó.

A las diez de la noche, mientras escribía esta entrada, se despertó llorando y llamando a su mamá. Yo subí y lo cargué, pero repetía "mamá", "mamá", "mamá". Finalmente se me recostó en el hombro y se calmó. Pero es indudable que al pequeño Felipe le hace mucha falta su mamá, que ese vacío es irremplazable y que a pesar de que lo estoy haciendo con todo el amor y tratando de ser asertivo, Ángela es el planeta al rededor del cual gravitan las necesidades del pequeño Felipe. Pensé que se iba a dormir rápido, pero no. Entonces, por primera vez en 25 días, tuve que suspender la publicación nocturna de la entrada para consolar por el tiempo que fuera necesario a mi pequeño sol. Finalmente se calmó, pero cuando él no duerme su siesta en el día, es típico que tenga una noche muy activa después de haber dormido poco. Para resumir, hasta las 2:30 de la madrugada estuvo dando vueltas, nos conversó a mi mamá y a mí y solo se quedó dormido mientras se recostó un rato a mi lado cuando yo ya me había rendido.

Ángela nos hace mucha falta. Esa es una verdad incontrovertible. Despertar esta mañana y no tener el celular para llamarla, fue duro. Pero ya encontraré un cacharro prestado que nos sirva de puente mientras nuestro arroz jesús revive a mi estropeado celular.

Bueno, este fue un diario tardío. Pero tengo claro que mi prioridad es el pequeño Felipe y que ahora vivo a su ritmo y al ritmo de sus nostalgias.

Gracias por leerme. Gracias de verdad.


sábado, 24 de junio de 2017

Día 25. Junio 24.


El pequeño Felipe tuvo una noche difícil. Los efectos de las vacunas se hicieron sentir y durmió inquieto, con malestar y se despertó tres veces quejándose. Yo lo acompañé mientras conciliaba de nuevo el sueño hasta que finalmente despertó a las cinco y media de la mañana.

Se despertó aún con malestar y se quedó un rato acostado en mi cama débil y consentido, como corresponde. Yo preferí aprovechar la madrugada para salir temprano hacia la casa de mi mamá y así evitar el tráfico del inicio de puente festivo y para que Pipe aprovechara el somnífero que para él es el carro y descansara un poco. Efectivamente durmió todo el trayecto que duró apenas una hora, pero siguió maluquito toda la mañana.

La única manera de calmarlo era cargándolo. Se me recostaba en el hombro y se quedaba quietico, callado y somnoliento como escuchándome el corazón. Yo le hacía paseos de diez minutos porque está muy pesado y estaba desgonzado. Le di el desayuno y comió poquito. Pidió mucho líquido. Aparte del tetero de la mañana se tomó un jugo de naranja y se comió medio banano. La mayoría del tiempo estuvo sentado en una silla reclinable desde donde mi papá veía el panorama de la Sábana que es mullidita y cómoda. Solo se movía de allí para que yo lo cargara.

A las once de la mañana, mientras lo paseaba, se me quedó dormido en el hombro. Lo acosté con cuidado en una cama y se quedó profundo hasta la una de la tarde. Cuando se despertó su semblante era distinto. Tenía hambre y almorzó con apetito, ya estaba sonriendo y por lo menos caminaba por su propio pie. Fue mejorando paulatinamente y recuperó las ganas para pintar, correr y jugar. Lo único que no quiso fue salir, afortunadamente, porque estaba haciendo mucho frío.

En la tarde estuvo comiendo bien, pidió fruta y a las seis se comió toda la cena. Ya estaba bien, un poco cansado y convaleciente, pero animado y tranquilo. El malestar había pasado pero aún estaba consentido.

A las seis y media de la tarde le organicé su colchón en el cuarto de mi mamá que es el más caliente de la casa para que no me pasara lo de los últimos fines de semana que había padecido un frío intenso. Mi mamá puso música y yo lo cargué otra vez para bailar con él suavecito, para que se durmiera. Sonó un tango y mi mamá se puso melancólica. Se acordó de mi papá que era fanático de los tangos y además los bailaba muy bien. Mi mamá me dijo que los tangos le daban un sentimiento horrible, pero no porque fuera un sentimiento feo, sino un sentimiento muy profundo. Casi que podía escuchar a mi papá cantando los tangos que más le gustaban. Nos llenamos de nostalgia los dos mientras el pequeño Felipe se me dormía otra vez en el hombro. Lo acosté y se despertó porque notó que ya no lo estaba arrullando. Estaba en un nivel de consentimiento sublime. Entonces fui a prepararle el tetero de la noche y se volvió a activar un rato. Tuve que volverlo a cargar y bailé de nuevo con él hasta que finalmente se quedó dormido.

Las vacunas le dieron duro al pequeño Felipe, pero es imprescindible seguir al pie de la letra el plan de vacunación completo para los niños sin vacilaciones y sin excusas. Es imperdonable que un niño o niña se enferme de alguna enfermedad que tenga vacuna porque eso denota más que abandono o irresponsabilidad.

Hoy fue un día de cuidar y consentir al pequeño Felipe, de tenerle paciencia y de complacer todos sus caprichos. Solo espero que mañana no me toque dormirlo cargado porque entenderé entonces que se resabió, como dice mi mamá. Veremos.

Una vez más gracias por estar acá leyendo este diario y viviendo con nosotros esta experiencia. Feliz noche.


viernes, 23 de junio de 2017

Día 24. Junio 23.


Hoy por fin tuvimos un despertar sereno. Tempranero, pero tranquilo. El pequeño Felipe encendió el despertador de tete a las cinco de la mañana. Yo me dormí tarde, como siempre, pero dormí profunda y plácidamente, por lo cual me pude levantar sin problema a seguirle el paso. De todas maneras, con tanto tiempo disponible, le prendí el televisor para ver si se enganchaba con algún programa de Zoo Moo mientras yo dormía otro ratico. Pero no, decidió irse a su cuarto de juegos y yo lo escuchaba entre sueños cómo movía los juguetes y hacía sonar los que sonaban.

A las seis lo empecé a arreglar para poder tomarnos el tiempo de alistar todo sin afán y para que Pipe pudiera conversar con la mamá en la única hora que puede entre semana. Entonces lo bañé lento, lo vestí lento y todo en buena onda, para que se fuera contento para su jardín. Durante el desayuno Ángela se conectó a Skype y pudieron charlar un rato largo. Por primera vez Pipe se sintió cómodo con la virtualidad. Le respondió a su mamá las muecas y de vez en cuando cogía el celular y lo abrazaba. Para despedirse, le daba besos a la pantalla, lo que me impactó mucho, porque hasta ahora había sido muy parco con la comunicación virtual y no le generaba mayor emoción. Pero eso cambió hoy y nos conmovió mucho a Ángela y a mí, porque espontáneamente asumió esa actitud sin que nadie lo indujera, como si supiera que esa es la única forma de contacto que tenemos ahora y que es mejor aprovecharla ya que su mamá está lejos. Fue lindo, tremendamente tierno y muy tranquilizador porque ahora sabemos que Pipe comprende y acepta mejor la situación. Quizás mejor que nosotros.

A las siete y media lo llevé al jardín y se quedó fresco. Le advertí a la profe que hoy lo recogía a las tres de la tarde porque debía ponerle las vacunas de los 18 meses. Es increíble como pasa el tiempo. Ya 18 meses. Ángela se fue cuando el bebé acababa de cumplir los 17 meses y lo volverá a ver cuando tenga poco más de 21. Y en un bebé es como si transcurrieran años, porque sueltan la lengua, entienden muchas más cosas y desarrollan habilidades, entre ellas la necedad y la capacidad de destruirlo todo. Yo regresé a la casa para escribir un artículo que tenía en el tintero y que ya empezaba a derramar palabras al suelo sino las organizaba en el escrito. Terminé al filo del medio día y me quedé dormido justo hasta el momento que debía salir por el pequeño Felipe.

Lo recogí a las tres y lo llevé en coche hasta el centro médico en donde le ponen las vacunas. Él disfruta los paseos largos en coche, y la verdad, yo también. Es interesante ver a la gente, el panorama, subir y bajar los puentes peatonales... él se va tranquilo, callado y expectante, yo lo llevo con orgullo, me encanta pasearlo y que se sienta seguro conmigo de cochero. Llegamos al centro médico y debimos esperar media hora porque había un par de niños esperando turno. Cuando entré con Pipe él estaba tranquilo, festivo, contento y relajado. Me daba una tristeza tremenda saber que eso iba a cambiar en solo unos segundos. Fueron tres pinchazos y un par de gotas por vía oral. Un pinchazo en cada brazo y el último en una pierna. La sonrisa se le borró y como yo debía tenerlo para que no se moviera, me sentía como un verdugo malévolo atrapándolo para que las agujas lo pincharan. Yo siempre lloro cuando voy a las vacunas. Desde las primeras Ángela me encomendó esa labor triste de tenerlo para que la enfermera lo pueda pinchar. Para mí es duro, pero sé que para Ángela sería insoportable entonces lo asumo. Pero terminamos los dos llorando, él a los gritos y yo a los sollozos.

En el camino me compré una hamburguesa porque no había almorzado y le compré a Pipe un jugo porque tenía sed. Lloviznó un poco y le puse el protector de plástico al coche para que no se mojara. Pero la lluvia pasó pronto y llegamos sin problema a la casa pasadas las cuatro.

Aproveché que todavía estaba temprano y organicé la casa porque mañana nos vamos para donde mi mamá otra vez y no quiero llegar el lunes a deprimirme rogando que sea otra vez miércoles para que Doris nos salve del caos. Pipe se fue a pintar. Yo lo vi pintando en el papel, entonces no me preocupe mucho. Pero en un descuido, volvió a dejar su obra de arte estampada en la pared, esta vez no con crayolas sino con colores. En la foto se pueden ver los vestigios de su creación. Yo ni lo regañé. Escasamente le dije que eso no se podía hacer y que si seguía pintando le quitaba el color. Se paró y trató de borrar los trazos con la mano. Cuando vio que era imposible, simplemente se sentó otra vez. El lunes que regrese limpio con alcohol y algodón. Me dijeron que es fácil y rápido.

El pequeño Felipe estaba cansado, además las vacunas lo debilitan. Entonces le di la comida pasada las cinco y trató de jugarme mientras lo empiyamaba. Pero estaba exhausto y pasadas las seis y media ya estaba durmiendo. Se despertó a las ocho y media maluco, incómodo, pero no tenía fiebre. Traté de darle Dolex pero lo escupió y no insistí porque se quedó dormido. Espero que tenga buena noche, pero es posible que siga indispuesto por el efecto de las vacunas. Esta será otra noche que estaré atento por si tengo que levantarme para cuidarlo.

Definitivamente si la salud mejora todo lo demás tiende a mejorar. A Pipe se le pasaron sus males y a mí la gripa ya me está cediendo. Eso permite empezar con más ánimo y disposición los días y se pasan más rápido porque son menos sufridos. Y llegamos al día 24. En un parpadeo Ángela se estaba yendo y hoy ya pasaron 24 días. No han sido días fáciles, pero el tiempo, como siempre, está cumpliendo su promesa de pasar sin detenerse. Hacia allá vamos, hacia ese día 128 que aún se ve muy lejos pero que está allí, esperándonos para irse también.

Muchas gracias por leerme. Tengan una linda noche. Nos pillamos mañana.



jueves, 22 de junio de 2017

Día 23. Junio 22.


Anoche mi cuerpo me pasó la carta de renuncia motivada. El pequeño Felipe no tuvo nada que ver. Él durmió bien y solo se despertó a las cuatro de la madrugada a pedirme un tetero, pero se lo di y siguió durmiendo. Yo traté de dormirme a las once de la noche, temprano para mí, que casi siempre estoy despierto hasta la una de la mañana.

A las once y media una tos persistente me tenía aniquilado y los fluidos se mezclaban en mi nariz y mi boca ahorcándome la respiración. Empecé a sentir cómo subía la fiebre y un dolor de garganta persistente. Un malestar inclemente que se estuvo incubando durante las cuatro noches que no dormí bien. Y me fundí. El cuerpo no me dio más y pasé mi última noche de insomnio con ganas de desvestirme de piel, carne y huesos para no tener que sentir esa maluquera.

Vencido, deprimido y preocupado, a las dos de la mañana asalté el jarabe para la tos que le había comprado a Pipe unos días atrás y me zampé una pastilla de Dolex gripa. Algo me ayudó y pude conciliar el sueño antes de las tres. Pero a las cuatro Pipe me pidió tetero y a las seis ya estaba despierto y dispuesto para empezar su día. A esa hora lo pasé para mi cama y él me vio tan mal que prefirió no molestar y se fue de una vez a su cuarto de juegos. Yo me quedé pasmado, pensando que tenía que estar lúcido para atender a Felipe porque no lo podía lastimar con mi torpeza derivada de mi lamentable estado.

A las seis y media saqué fuerzas para alistar su ropa, para bañarlo, vestirlo, hacerle el desayuno y llevarlo al jardín. Él estuvo más dócil que de costumbre. Todo lo llevó como teniéndome consideración y paciencia, como si supiera que estaba al borde de derrumbarme. En la mañana él me llevó a mí. Para ponerle los zapatos, el delantal y la chaqueta, que es con lo que culminamos el ritual de alistamiento para salir al jardín, solamente se sentó y me pasó sus pies y sus manos para que le pusiera sus prendas y nos fuimos. Lo dejé en el jardín y se despidió con una carita de preocupación que me conmovió, pero no por él sino por mí. Le di un beso en la frente y me siguió con la mirada hasta que se cerró la puerta.

Llegué de nuevo al apartamento con la firme intención de no hacer nada en todo el día. Ya no tenía sueño, pero mi único deseo era tumbarme en la cama y esperar a que el día me pasara sin gastar una gota de energía que igual ya no me quedaba. Y así lo hice. Hoy me dediqué al ocio sin vergüenza y sin remordimientos. Le di licencia a mi cuerpo para que simplemente se encargara de respirar, de latir, de circular la sangre y de parpadear de vez en cuando. Nada más. Aproveché para hablar con Ángela un rato largo, a concretar tareas, a hacer planes y a soñar despiertos, ya que dormido no he podido.

A las dos de la tarde me quedé dormido y me desperté reparado, muy reparado, justo para ir a recoger al pequeño Felipe. Pasé por él en el coche, aprovechando el sol y que debía comprar algunas cosas en el supermercado. El coche de Pipe me sirve de transporte de abarrotes.

Transitar en coche en Bogotá es irritante. La invasión del espacio público por parte de carros y motos es infame. Los peatones no tienen por donde transitar porque los andenes están bloqueados por cómodos conductores que deciden que el espacio para las personas son sus parqueaderos. Es insultante la falta de sentido de otredad de muchos conductores que se les olvida que alguna vez anduvieron a pie. Entonces el coche debe superar los obstáculos que implica peligros, subiendo y bajando del andén al capricho de carros y motos de inconscientes y abusivos. Es desgastante tener que asumir que esto es parte de la cultura y la cotidianidad de la ciudad y que no hay autoridad que ponga orden porque casi siempre están donde no los necesitan o sencillamente se hacen los de la vista gorda porque así ha sido siempre y nunca va a cambiar. Es agotador vivir en una comunidad llena de personas insensibles, agresivas e indiferentes frente a las necesidades de los otros sin nadie que haga respetar una ley inocua porque nadie la cumple porque somos así, y punto, no hay más explicación.

Al pequeño Felipe le encantan los paseos en el coche y no es consciente de los riesgos que corre entonces no se amarga. Hace un inventario hablado de todo lo que ve: "caos" que son los carros (sobre los andenes), los babaus y los maus y ya me está diciendo algunas otras cosas que no alcanzo a identificar aún. Hicimos nuestras compras y regresamos a casa.

El pobre Pipe llegó dormido. El coche lo arrulla y el trayecto no era corto. Pero aún le debía dar la comida y empiyamarlo para que pudiera dormir tranquilo y cómodo. Entonces lo saqué del coche y se me recostó en el hombro para seguir durmiendo. Pero prendí el televisor en el canal de zoo moo y se empezó a despertar con las canciones de los programas infantiles, hasta que le dio hambre y me pidió una galleta. Le di la galleta y le preparé la comida pronto, no quería que el sueño se le escapara del todo. Le di un jugo mientras tanto y lo empezó a regar por todo el apartamento. Lo regañé mientras iba detrás de él con el trapero. Aún no sabe que si pone el vasito boca abajo se riega el jugo. No lo hace con intención, pero tampoco lo corrige. Como con las crayolas y las paredes, es cuestión de paciencia y hablar duro de vez en cuando, para que sepa, sin que me coja miedo, que ello no está bien.

Hoy el pequeño Felipe se durmió temprano. Tampoco ha tenido noches plácidas y se venía despertando demasiado temprano. El cansancio hoy lo venció en el coche, eso es síntoma de que su cuerpo también necesita reposar. Yo me siento mejor. Esta noche me tomaré otro Dolex, otro jarabe para la tos y procuraré no abrirle la puerta de par en par a las enfermedades con esta forma tan insana de dormir. Ahora que tengo esta responsabilidad tan grande de cuidar al pequeño Felipe, debo ajustar mis horarios y establecer rutinas más saludables, El bohemio noctámbulo debe desaparecer por los días que quedan por el bien de los dos. No será fácil, pero es lo correcto.

Bueno, un día más que es un día menos. Hoy me sentí mejor haciendo esta catarsis en este diario. Es la intención. Claramente el diario del pequeño Felipe es por momentos mucho más mi diario. Quizás el pequeño Felipe sea una excusa, pero sobre todo, una inspiración. La mayor y la mejor inspiración. Una vez más gracias por llegar hasta acá. El tiempo estos últimos días se me pasó muy lento, que es lo que suele suceder cuando la pasamos mal. Espero que desde mañana el planeta empiece a girar más rápido.

Feliz noche.



miércoles, 21 de junio de 2017

Día 22. Junio 21.


Anoche el pequeño Felipe se acostó temprano. Eso me hace suponer que se va a levantar temprano. Pero no a las cuatro de la mañana. Y sí, el pequeño Felipe estaba pidiendo su tetero de la mañana cuando todavía era de noche. Eso quiere decir que no fue un buen despertar para mí y sumado a ya tres noches de insomnio, creo que este texto se está escribiendo solo.

Traté de dejarlo apaciguado en su cuna pero estuvo llorando intermitentemente hasta las seis cuando ya me di por vencido y lo pasé para mi cama. Dejé que se fuera al cuarto de juegos y me quedé desperezándome media hora para ver si mi alma aún tenía ganas de mover ese cuerpo somnoliento. A las 6:30 empecé a alistarlo para bañarlo y antes de las siete se comunicó con su mamá mientras lo terminaba de vestir. A esa hora llegó Doris, que siempre hace la vida de los miércoles más amable porque sé que al menos al final del día, por muy duro que haya sido, la casa va a estar arreglada.

A pesar de que yo estaba muy cansado, mi actitud con Pipe fue de pasividad absoluta. Hoy por ejemplo me di cuenta de que se le quedaron tres chaquetas porque solo al final le entró una de botones. Ha crecido mi pequeño y creo que es hora de renovarle parte de su armario.

Lo llevé al jardín como todos los días, sin novedad. Se quedó contento. El jardín hace parte de su vida cotidiana. Es un espacio necesario para que él progrese en otras habilidades y empatías.

Yo regresé al apartamento con la intención de dormir, pero eso implicaba que Doris no pudiera hacer bien el aseo porque necesariamente tiene que hacer ruido. Entonces hoy dormir tampoco fue una opción pero no quería andar como oligofrénico todo el día babeando como un congresista en sesión anticorrupción. Entonces decidí salir a hacer diligencias. Almorcé con mi hermano Luis y recogí la camioneta que me arreglaron en su taller para venderla.

Regresé en la tarde a la casa y resplandecía. Esto me emocionó porque, aunque agotado, iba a ver las cosas en su lugar, por fin, después de una semana.

Fui a recoger a Pipe al jardín en el coche. No me sentía bien para manejar. En el jardín me dijeron que había dormido poco. Supuse, como era obvio, que esta noche se acostaría temprano. Así fue. A las 7:00 pm ya estaba durmiendo. Espero que duerma toda la noche hasta las seis de mañana, entre otras cosas, porque estoy al borde de un colapso.

Como comprenderán, esta entrada la escribí con la convicción profunda de que alguna vez en mi vida debo terminar lo que empiezo, sin excusas y sin fallas, pero también con un cansancio infinito de cuatro noches mal dormidas. Gracias por seguir leyéndome a pesar de que mis letras se van en picada. Espero levantar este avión antes de que se estrelle, porque si sigo así, el diario mañana será una esquela de Timoteo.

Un abrazo virtual de un hombre que desfallece.

Feliz noche.


martes, 20 de junio de 2017

Día 21. Junio 20.


Este día fue gris. Para mí. Para el pequeño Felipe fue colorido desde muy temprano. Yo solo pude conciliar el sueño hasta las tres de la mañana. A pesar de que estaba cansado y que la noche anterior tampoco había dormido bien, también estaba pasmado. Fue una noche larga e improductiva. El pequeño Felipe se despertó a las 2 am a pedir tetero pero siguió durmiendo, sin problema. No había tos ni frío. Durmió plácidamente. Pero como se había acostado tan temprano, a las 5 am ya estaba despierto y pidiendo su "tete" mañanero. Yo estaba aniquilado, obviamente, y desde allí mi día empezó mal.

Pasé a Pipe para la cama para que se tomara el tetero con la esperanza de que se quedara acostado y tranquilo. Pero no acabábamos de llegar y ya estaba encima mío jugando caballito y tomándome la mano para que lo llevara a su cuarto de juegos. Lo llevé y cuando noté que se entretuvo con algo, regresé para acostarme un ratico, pero tenía que estar pendiente de él. No me gusta dormir profundamente mientras él está por ahí jugando. Me levanté antes de las seis para ver qué estaba haciendo y lo vi pintando la pared con una crayola morada. Intenté corregirlo, le dije que para pintar estaba el papel y que las paredes no se podían rayar porque se ensuciaban. Me miró atento, pero se volteó y siguió pintando. Entonces me acerqué y le quité la crayola. Se puso bravo, se molestó y lloró un rato. Pero se calmó rápido.

Lo bañé y lo vestí y cuando bajamos al comedor para desayunar cogió otra crayola, esta anaranjada, y rayó otra pared. Lo regañé, le hablé fuerte y le dije que eso no se podía hacer. De nuevo le quité la crayola y otra vez se puso bravo y lloró, hasta que le serví el desayuno. De ahí en adelante estuvo tranquilo, me pidió que le diera una bomba y salimos al jardín. Como yo llevaba la bomba y la pañalera no lo pude cargar para entregárselo a la profe. Pero él no vio problema en entrar caminando y lo hizo para encontrarse con sus demás compañeritos.

Yo regresé con un malestar infinito. Aún la gripa no cede y la falta de sueño me indispone, me pone de mal genio y de antemano sé que me espera un día perdido porque estaré entre aletargado y bobo. Intenté dormir de nuevo pero empezó el concierto de la fruta, la mazamorra, compro libros y todas las modalidades de venta ambulante puerta a puerta que acaba con cualquier vestigio de silencio.

Pedí domicilio para almorzar. Creo que si hubiera cocinado estaría llamando un accidente doméstico por el estado de torpeza en el que me encontraba. Cuando llegó la domiciliaria no encontré la plata. Anoche la saqué de la billetera y aún no sé en dónde está. Sin embargo, yo guardo moneditas de 100 y 200 en un tarro que casi nunca uso y está gordo. Entonces tuve que pagar los 12 mil del almuerzo en monedas de 100 y 200. La chica ni se molestó. Prefirió ayudarme a contar para no demorarse tanto. Ojalá la gente fuera así de relajada.

En la tarde estuve babeando hasta que finalmente me venció el sueño. Me fui a recoger al pequeño Felipe a las cinco de la tarde y lo encontré de nuevo pintando con sus compañeritos en papel y sobre una mesa. Me vio y no se emocionó tanto. Sigue bravo conmigo porque lo regañé. Cuando llegamos a la casa buscó de nuevo sus crayolas, tomó una y se fue a pintar la lavadora y la secadora. Tenía claro que las paredes no se pueden pintar. Pero no tenía indicaciones sobre los electrodomésticos. Me rendí. No quería regañarlo otra vez y simplemente traté de distraerlo con la canción de la colmena feliz para que se sentara frente al televisor a comer. Comió bien, se tomó un "uo" que es como le dice al jugo y empezó a bostezar.

En la empiyamada ya estábamos reconciliados. Pero él estaba muy cansado y yo también. Entonces fue dócil, se dejó poner la piyama sin problema y entró rápido a la cuna para que le diera su último tetero. Al filo de las siete ya estaba dormido. Yo bajé a hervir agua y a lavarle los teteros. Presiento que el pequeño Felipe tendrá una noche tranquila y yo voy a hacer todo lo posible por dormirme temprano. No puedo seguir en este ciclo de dormir mal en la noche y padecer el día siguiente viviendo por inercia, por el impulso de mis latidos y absolutamente torpe y abatido.

Entonces empezaré la tarea. Apagaré todo y cerraré los ojos, quizás funcione. El pequeño Felipe merece que su papá también esté bien. Él es perceptivo y entiende que si yo no estoy bien tampoco estaré bien para él.

Bueno, gracias por leerme esta noche. Espero estar mañana más lúcido, menos enfermo y más despierto. Feliz noche. Traten de descansar también. Su cuerpo se los agradecerá.








lunes, 19 de junio de 2017

Día 20. Junio 19.


Debo reconocer que por mucho que ame al pequeño Felipe, hay algo que definitivamente no puedo coordinar con él y que su mamá si puede. Dormir juntos. Admiro la capacidad que tiene Ángela para arruncharse con Pipe y dormir a pierna suelta como si estuviera abrazando un peluche. Y creo que mi problema para dormir con Pipe no es de él. Es mío. Incluso, dormir con Ángela, se me dificulta. Yo duermo poco en la noche. Usualmente me duermo después de las doce de la noche y despierto antes de las seis de la mañana. Mi sueño es liviano, inquieto, me muevo toda la noche y padezco de calor como si tuviera la andropausia desde los quince años. Eso me hace una almohada indeseable para abrazar por la noche.

Por eso anoche tuve otra dormida sufrida, ojerosa, incómoda y en vela. El pequeño Felipe otra vez me buscó para que le diera calor y yo le estuve poniendo cobijas toda la madrugada y tratando de acomodarme para no estriparlo. La noche estuvo fría y él por puro instinto busca calor. Al final, ya para despertarnos y después de dar vueltas toda la noche, él terminó en mi cama y yo en la de él. Estábamos durmiendo en dos camas pegadas. Bueno, él durmió y yo padecí.

A las seis de la mañana Pipe me pidió su tetero matinal. Yo estaba molido. No hay nada que desgaste más el cuerpo, el genio y la voluntad que dormir mal. Entonces aproveché la madrugada para alistar todo para el regreso desde El Rosal a Bogotá. Nicolás también se alistó y a las ocho y media, después de desayunar, emprendimos el regreso. El paseo fue maravilloso para el pequeño Felipe. Recuperó la fuerza de sus pulmones gracias a las propiedades de la leche de cabra, que tomó por accidente porque yo olvidé la leche para preparar su tetero (no hay mal que por bien no venga), disfrutó a los animales con los que tiene una conexión especial y respiró el aire fresco del campo. Aparte de eso, pudo interactuar con sus tíos paternos y con sus primos. En las familias extensas estos encuentros son muy valiosos porque son cada vez más escasos, y teniendo en cuenta que pronto estaremos a muchos kilómetros de distancia, es bueno que retenga la imagen de quienes son su familia, porque, sin importar las fronteras, al final la familia son la única Patria que tenemos.

El camino de regreso fue fluido, muchas bicicletas y pocos carros. La entrada a Bogotá estaba desolada y al filo de las diez ya estábamos de nuevo en casa. El bebé anduvo en el Morfeo-Móvil y no sintió el viaje de regreso. Solo se despertó en el garaje del edificio.

Nicolás y Pipe se sentaron a pintar un rato mientras yo arreglaba un poco el apartamento y lavaba la ropa del bebé. Al pequeño Felipe le encanta pintar y Nicolás es artista, entonces Pipe dibujaba unos trazos aleatorios y Nicolás sacaba de allí un rostro, un gato, un paisaje... hermoso ejercicio. Y una idea de emprendimiento en la que yo sería el empresario de sus obras de arte. Eso si yo fuera emprendedor. Pero no lo soy. Solo tengo ideas que jamás voy a gestionar. Pero al menos las voy a escribir por si a alguien le interesan.

Después de un rato Nicolás se dedicó a navegar en internet y yo me hice cargo de Pipe. Yo estaba exhausto y esperaba que el pequeño Felipe se entretuviera con algo para poder al menos pegar los ojos unos minutos. Pero no, estaba activo y me invitaba a cada actividad. Salió al balcón y revolcó la tierra de las matas. Por supuesto se ensució pero evité que se tragara la tierra. Entró a la casa y regó todo lo que vio a su alcance. Yo estaba pasmado y solo me quedé mirando como el orden se iba al caos absoluto. Y me pregunté para mis adentros por qué los bebés son tan destructivos, por qué les incómoda el orden y por qué yo debo recoger todo eso. Y la respuesta es simple: Porque es un niño y los niños hacen eso. Son curiosos, activos, les fascina tener poder sobre las cosas, levantarlas y arrojarlas contra el piso, pasar con un lápiz del papel a la pared y romper todo lo que puedan. Son niños, están descubriendo el mundo, están percibiendo su fuerza y vitalidad y están respondiendo a cada duda que les surge experimentando, porque sus sentidos son la respuesta a todo. Entonces las acciones de un niño no se valoran tanto en el sentido de lo justo o lo injusto, de lo correcto o lo incorrecto, sino qué los hace felices y en dónde está el peligro. Porque somos nosotros las alarmas vigilantes para que su curiosidad no atente contra su integridad. Pero por lo demás, tenemos que saber que el desorden que deja un hijo se recoge, que la porcelana que rompió se arregla o se bota, que la pared que pintó se lava y que la paciencia es el atributo más necesario para entender su comportamiento, y que esa paciencia sino está respaldada con un amor profundo, se agota rápido.

Al medio día pedimos el almuerzo. Hamburguesas para Nicolás y yo y un ajiaquito para el pequeño Felipe. Pipe comió poquito. Había estado picando galletas con yogurth toda la mañana. Nicolás y yo sí devoramos nuestra comida. Aproveché el rato para contactar a Felipe con su mamá y esta vez no estuvo tan atento a la pantalla. Sin embargo, Ángela disfruta solo con verlo. Entonces yo activo el Skype del celular y lo persigo por toda la casa solo para que su mamá lo vea jugar, hacer desorden, sacar una que otra mueca y cuando para y se concentra, le manda besos espontáneos, como coqueteando un rato con la mamá. De todas maneras, la virtualidad ya no le genera ningún tipo de ansiedad. Unas veces la disfruta más que otras, pero al menos ya no tiene la expectativa de que su mamá está cerca, porque ahora es consciente de que Ángela está lejos y que esto se va a demorar un rato.

A las tres de la tarde no pude más con mi cansancio y le pedí a Nicolás que lo entretuviera veinte minutos. Nicolás me hizo el favor y lo embolató con la moña de su pelo. Nicolás tiene el pelo largo y se lo recoge con una moña que usó para engatusar a Pipe esos veinte minutos. Yo caí profundo, llegando al estado de coma porque no recuerdo nada, pero a los veinte minutos subieron el pequeño Felipe y "Nanu". Me desperté mucho más dispuesto y menos zombie. Dormir profundo, así sea poco tiempo, es reparador.

Nicolás se fue pasadas las cuatro de la tarde y yo me quedé con el pequeño Felipe en planes más relajados. Pintando en el piso, viendo los canales infantiles y, como yo sabía que él también estaba cansado y que no había comido bien, a las cinco de la tarde le di el ajiaquito que no se había comido al almuerzo. Se lo comió con buen apetito y empezaron los bostezos. Sabía yo que iba a caer temprano, porque solo durmió el trayecto de El Rosal a Bogotá que fue muy rápido. A las seis y veinte ya estaba en su cuna, un poco remilgoso porque aún veía la luz del día y sabía que quizás aún era temprano. Pero lo dejé llorar un rato y cuando regresé a los diez minutos ya estaba profundo.

Hoy terminó el primero de tres puentes seguidos. Y para mí, es mucho más extenuante el fin de semana largo con Felipe porque debo estar pendiente de él todo el día. Entre semana el jardín infantil hace mucho más liviana la carga. Entonces tengo que prever dos cosas para lo que viene. Primero, cómo hacer divertido el tiempo con Felipe también para mí para que no sea duro ni tedioso estar pendiente de él, porque creo que él también estaría más contento si me ve contento y no cansado a mí. Y segundo, cómo calentar el espacio en el que él duerme para garantizarnos unas buenas noches y no tener que padecer esos días en los que vivo por inercia porque tengo el alma adormilada y la voluntad cansada. Tengo estos días para resolver ese par de detalles.

Bueno, parece increíble pero llegamos al día veinte. Aún falta mucho, pero falta menos. La rutina va trayendo enseñanzas valiosas y he podido comprender que las prioridades varían con los días y los hechos. Mañana empieza una semana corta y debo activar si o sí las tareas que tengo pendientes para aprovechar de verdad el tiempo con el pequeño Felipe pensando solo en él y no en lo que no hice. Pero este es otro cuento que les contaré mañana.

Gracias por estar de nuevo acá leyendo este diario. Gracias por su persistencia y por soportar los estados de ánimo que se me hacen notorios en mis escritos. Hoy estoy más relajado. Esos viente minutos que dormí me dieron la fuerza para teclear ahora. Nos pillamos mañana. Feliz noche.


domingo, 18 de junio de 2017

Día 19. Junio 18.



Día del padre. Hoy fue el día del padre y estuve con el pequeño Felipe y con Nicolás o "Nanu", como le dice Pipe, que quiere decir hermano. Solo podría pedirle a la vida hoy que mi viejo bajara a visitarnos un rato.

Anoche al pequeño Felipe le funcionó la leche de cabra y durmió sin tanta tos. Le dio un poco de frío en la madrugada y se me arrunchó, pero de verdad descansó. Yo no tanto, porque las maniobras de contorsión para poder dormir con Pipe para darle el espacio que se toma, son complicadas. A las seis de la mañana ya estaba despierto, esperando a que la puerta se abriera para ir a darle una vuelta a la finca para ver los animalitos. A las seis y media ya estábamos con mi hermana en el potrero de las ovejas y las llamas, y de regreso, pasamos por donde las gallinas y los patos. A Pipe los animalitos lo emocionan, le encanta ver cómo se mueven, qué ruidos hacen y a qué se le parecen. Por ahora las ovejas son de la familia de los caninos para él. A las gallinas apenas las está conociendo. Sabe que son "paos" como le dice a los pájaros pero no se explica por qué no vuelan.

El pequeño Felipe disfrutó los paseos por los prados y nos echamos un par de veces sobre la hierva solo para sentir su textura. Me encanta cómo se transforma en estos espacios. El campo le sirve para renovar el espíritu y para sanar las aflicciones del cuerpo. O al menos para eso me sirve a mí.

La mañana se nos fue en dar esos paseítos cortos alrededor de la casa para ver a las gallinas y para consentir a los perros. Pipe ha estado mucho mejor de la gripa y yo también me sentí menos apestado. Al filo del medio día llegó para acompañarnos mi hermano Luis con su esposa. El plan del día del padre fue de asado y mi cuñado, el esposo de mi hermana, es parrillero experto. Mientras se cocinaba el asado a Pipe le dio sueño y me pidió un tetero. Me acosté a su lado para velarle el sueño y se quedó profundo. Durmió más de tres horas. Se despertó pasadas las tres de la tarde con hambre y se tomó una sopita de vegetales, comió algo de carne y una mazorca, que le encanta.

El bebé estuvo activo toda la tarde, corriendo de un lado a otro, sonriéndole a sus tíos, a su "nanu" y a sus primos. El ánimo se le subió, la enfermedad se le bajó. La deducción lógica es que este baño de campo, de verde y animales le hacía falta.

Pensé que con la dormida que se había pegado en la tarde la acostada por la noche iba a ser complicada. Pero no, a las siete y media ya estaba otra vez bostezando y listo para dormir. Lo empiyamé rápido, le di el tetero, el jarabe para la tos y antes de las ocho ya estaba durmiendo. Creo que quemó tanta energía y que la tranquilidad es tal acá, que dormir es un buen plan para él.

Hoy fue un día lindo y emotivo para mí. Ver a mis dos hijos conmigo es el mejor regalo que puedo tener como padre. Los dos de generaciones tan distintas y siento que aún se están conociendo, se están acercando, se están comprendiendo y están descifrando como crecerá su relación con el tiempo y la distancia que pronto se nos viene. Es un enigma, pero por hoy, con que los dos estén a mi lado, soy más que feliz.

Bueno, hoy estoy un poco más descansado pero las palabras no me están fluyendo con la solvencia que me permite hacer reflexiones mientras cuento las historias. Pero supongo que como en todo, hay unos días más productivos literariamente que en otros. Por lo pronto, concluyo así el día 19 de este diario que va avanzando indefectiblemente a su fin.

Muchas gracias por leerme y por compartir este recuento de vivencias con el pequeño Felipe que crece día a día mientras yo trato de construirle estos momentos a través de las letras que dejo acá plasmadas. Tengan una linda noche. Hasta mañana.


sábado, 17 de junio de 2017

Día 18. Junio 17.


La noche tétrica que hasta ahora no había sido con el pequeño Felipe, fue anoche. No tuvo tanta tos, ni le subió fiebre, pero se despertó cada dos horas incómodo porque los mocos no lo dejaban respirar bien y finalmente a las cinco de la mañana decidió pedir su tetero matinal y que lo pasara para mi cama. No dormimos bien, ni él ni yo. Traté de arruncharlo para que nos volviéramos a dormir un rato pero no estaba en sus planes. Entonces nos quedamos acostados un rato, yo en estado catatónico y él jugando al caballito. Al menos estaba de buen ánimo, pero yo estaba destrozado.

Sin más opciones que madrugar, decidí alistar pronto nuestro paseo para El Rosal con escala previa en Cota en la casa de mi mamá, en donde teníamos invitación para desayunar. Salimos a las siete de la mañana, esperando que el tráfico estuviese suave. Parece que millares de conductores madrugadores pensamos que el tráfico iba a estar suave. Coincidimos todos en el mismo trancón, saliendo de Bogotá por la autopista Medellín a las 7:30 am. El pequeño Felipe durmió el recorrido, como duerme todos los recorridos en su vehículo llamado Morfeo.

Llegué a la casa de mi mamá con hambre, con sueño, enfermo y "tantao". El pequeño Felipe llegó contento, un poco más relajado, pero también hambriento. Le alegró ver a mi mamá y jugó un rato con ella. Mi mamá lo perseguía y él me buscaba para refugiarse. Yo iba por instrumentos, tratando de mantener los párpados levantados aunque mis ojos solo veían la luz al final del túnel.

Desayunamos, y la energía me fue volviendo de a poco. El pequeño Felipe se quedó dentro de la casa. El día estaba frío, gris, opaco y era mejor no tentar al clima. Entonces le di colores y papeles. Pintó un rato, pero lo de él es desordenar. Entonces bajó los libros de la biblioteca, sacó las fichas del dominó y regó los recibos de los servicios de la casa de mi mamá por todo el piso. Yo me rendí, no le quise recoger nada y le exigí a mi mamá asumir su responsabilidad de abuela. Porque si ella no me hubiera traído al mundo, Pipe no podría estar haciendo todo ese desorden. A mi mamá no le causó gracia mi apunte y tuve que recoger el reguero de Felipe.

Al filo de las once el pequeño Felipe quedó dormido. Yo estaba pasmado, ya no me podía dormir pero estaba agotado. Después del almuerzo, a la una y media de la tarde, nos fuimos para la casa de mi hermana para alistar el viaje hacia El Rosal. El pequeño Felipe decayó, se puso sensible y la tos lo volvió a atacar. Yo traté de consolarlo cargándolo y consintiéndolo. Pero no subió el ánimo. Me preocupé. Arrancamos para el Rosal y se volvió a dormir en el trayecto. Al menos estaba recuperando energía. Cuando llegamos a El Rosal su semblante cambió. Los animales le dan un semblante vivaz, cálido, fraterno. En la finca de mi hermana está José, un perro rescatado que tenía la cadera partida y catorce años. La relación entre Pipe y José es indescriptible. Pero está en la foto, Interpreten ustedes.

Prendí la chimenea para calentar la casa y así aplacarle la tos al pequeño Felipe. Funcionó. Anduvo calientico, contento y relajado. En mi estado medio zombie, dejé la leche de Felipe en la casa de mi hermana y para acostarlo no tenía tetero disponible. Mi hermana consiguió leche de cabra. Milagrosa pero fea. Pero igual, a Felipe le gustó. Se tomó su tetero y se durmió. Yo sigo al borde de un colapso de estrés porque no he dormido nada. Ni en la noche ni en el transcurso del día. He perdido la lucidez y si me han leído con atención se habrán dado cuenta que estoy disvariando, escribiendo por inercia y al borde de desfallecer y caer rendido sobre este teclado.

Pipe está durmiendo. Yo estoy escribiendo porque amo escribir. No hay otra razón porque de verdad estoy aniquilado. Solo tengo una reflexión antes de irme a dormir hasta que Pipe me lo permita. Las cosas materiales son inocuas, innecesarias, prescindibles. La vida tiene un encanto particular porque es espiritual. Nadie vive por sus posesiones sino por sus convicciones. Lo que creemos nuestro no es más que materia que se desvanece, es perecedera y banal. La vida, las emociones, el encanto de la vida es inmaterial. Es espiritual y eso mágico. Espero que comprendan lo que quiero decirles así parezca que estoy delirando. Porque lo estoy, pero no importa. Con esto me despido y claudico. Claudico rendido.

Gracias por leerme. Gracias de verdad. Esta entrada es delirante, lo sé. Perdón. Feliz noche.



viernes, 16 de junio de 2017

Día 17. Junio 16.



La noche del pequeño Felipe no fue tan tétrica como imaginé. Tuvo pequeños abscesos de tos pero no entró en crisis. Yo no pude dormir muy bien, porque toda la noche estuve pendiente de los ruidos que hiciera Pipe y concilié el sueño de a raticos. Me tenía preocupado esa tos.

En la mañana se despertó de buen ánimo, como todas las mañanas. De todas maneras la tos persiste y eso no me gusta porque el clima de Bogotá realmente no ayuda. Cambia cada cinco minutos y eso acalora y enfría a los niños, que es lo que finalmente desencadena sus enfermedades respiratorias. Como ayer, también lo desvestí al lado de la ducha para que no le entrara frío y lo saqué envuelto con dos toallas. Siento que todavía tiene sus pulmones y bronquios muy débiles. Pero me tranquiliza que al menos anoche durmió relajado.

Lo llevé al jardín y pedí que lo mantuvieran abrigado todo el día y que por favor no lo fueran a sacar. Yo regresé a la casa y dormí un rato, porque también empecé a sentirme enfermo. Me duele la garganta y los mocos empiezan a fluir. La gripa también viene para mí, y no la quiero dejar avanzar, entonces preferí reposar.

A las tres pasadas recogí a Pipe, porque teníamos una magnífica invitación para ir a un "little gym". Es la primera vez en mi vida que escucho sobre algo así, pero me llamó la atención, porque después de divercity descubrí que el mundo entero se puede construir para niños y sin duda funciona. Nos invitó una amiga mía de adolescencia que ahora tiene una bebé preciosa. Éramos vecinos en el barrio pero solo nos conocimos cuando yo ya me iba a ir. Era en Nicolás de Federmán, para mí, el mejor barrio de Bogotá y al que mi hijo mayor le debe el nombre.

Llegamos casi media hora antes a la clase. El tráfico fluyó sin problema y nos rindió. Faltando diez minutos llegó mi amiga Giovanna con su pequeña Francesca. Para entrar al "little gym" nos debíamos quitar los zapatos los niños y los papás, porque el lugar en donde queda el gimnasio está lleno de colchonetas y el piso es también acolchado. El pequeño Felipe iba invitado como "espectador", es decir, que podía entrar al gimnasio y mirar a los niños, pero no podía participar de las actividades porque los niños inscritos ya llevan una rutina y unos avances. El pequeño Felipe cumplió a cabalidad con su rol de espectador. No tenía la más mínima intención de participar ni de alejarse de mí, pero miraba con atención todas las actividades que desarrollaban los demás niños.

Cuando se acabó la rutina de los demás chiquitos, Pipe se fue a dar un paseo por el gimnasio y las máquinas. Dio botes en las colchonetas, subió y bajo las rampas, intentó colgarse de las barras, y saltó uno que otro obstáculo. Disfrutó ese tiempo. Mientras tanto, yo conversé con Giovanna sobre los casi 20 años que no nos sentábamos a conversar. La última vez que la vi fue en una misa en la que se conmemoraba un mes del fallecimiento de su papá, don Franco, un italiano de pura sepa de sonrisa grande y un gran carisma. Habíamos conversado un par de veces de cosas puntuales, pero no habíamos recabado en nuestras vidas. Esta fue la oportunidad. Y fue lindo verla de nuevo, saber que ya tiene una familia y planes, y que bueno, que quizás vamos a volver a vivir cerca en un futuro próximo. No en el mismo barrio, pero al menos en el mismo continente.

Pipe salió cansado, pero contento. Lo subí al carro y se quedó dormido al rato. El trayecto era corto, entonces no pudo dormir bien. Cuando llegamos a la casa intenté darle la comida pero presiento que le está doliendo la garganta y no la pasó fácil. Me recibió unas pocas cucharadas y no quiso comer más. Entonces decidí darle una compota, que es mucho más suave y se digiere más fácil. La compota se la comió toda, entonces supe que el problema no era de apetito sino de dolor, lo que me dio un poco de serenidad, porque si Pipe deja de comer, es porque algo delicado le está pasando. Ahora sé que debo cuidar su garganta.

Hoy también se durmió rápido, pero no ha tenido un sueño tranquilo. Ya se despertó una vez y fui a consentirlo un rato, mientras escribía esta entrada. No tiene fiebre pero está mocoso. Parece que la gripa por fin le está fluyendo. Prefiero que sea así. La tos seca es mal síntoma y se complica si los fluidos no empiezan a correr. Al parecer el pequeño Felipe tiene gripa y por lo menos ya sé cómo lo debo cuidar. Espero que el aire puro del campo, las infusiones de eucalipto y estar bien abrigado, le mejoren la salud. Este puente nos iremos de paseo cerca de El Rosal, a la finca de mi hermana, y espero que estar distraído con animales que no ve usualmente le suba el ánimo y le mejore la salud. Ya les estaré contando.

Bueno, esta no fue una semana fácil. La tos del pequeño Felipe nos ha tenido en vilo pero afortunadamente no ha sido tan grave como para tener que correr a la clínica. Solo espero cuidarlo bien estos tres días que vienen para que el martes siga su rutina bien, sanito, contento, como espero que esté hasta el día 128.

Muchas gracias por seguir leyéndome. No es fácil para mí mantener la constancia y la disciplina, dos atributos que no me caracterizan. Pero esto es un reto personal y una terapia para sobrellevar la situación. Y hasta ahora está funcionando. Muchas gracias de verdad. Feliz noche.



jueves, 15 de junio de 2017

Día 16. Junio 15.


El pequeño Felipe tiene tos. Vengo de su cuna de cuidarle el sueño, verificando que el frío no vaya a hacer estragos esta noche con su respiración. Tiene cobijas por todas las barandas, en la tarde sellé con silicona una pequeña abertura que había entre el marco de la ventana y el vidrio y he procurado evitar que entren corrientes de aire mientras duerme. Tengo un termo listo con agua caliente para prepararle el tetero en la madrugada si es necesario.

Desde esta mañana presentí que la tos iba a persistir. Usualmente cuando tose en la noche, en la mañana ya está bien. Pero esta mañana todavía estaba tosiendo. Lo llevé vestido a la ducha y allí lo preparé para bañarlo. El agua caliente lo reconfortó y salió más animado. Lo saqué abrigado con dos toallas y lo mantuve abrigado con una mientras lo secaba con la otra. Lo vestí rápido, para que no le entrara frío, y mientras lo vestí, habló con su mamá por Skype, lo que le subió el ánimo aún más.

Afortunadamente salió el sol en la mañana, después de muchos días de amaneceres opacos y lluviosos. Eso fue calentando al pequeño Felipe y aplacando su tos. Decidí llevarlo al jardín infantil porque es mucho más factible que se recupere si se mantiene activo pero pedí que si empeoraba me llamaran para llevarlo a la clínica. Afortunadamente no me tuvieron que llamar. No empeoró, pero tampoco mejoró.

Regresé a la casa preocupado, un poco triste, porque Ángela lleva solo poco más de dos semanas por fuera y el bebé ya se ha enfermado dos veces. Me siento impotente, un poco torpe y un tanto frustrado porque si bien Felipe se enferma de vez en cuando, siento que la falta de la mamá hace más compleja y lenta su recuperación. Yo hago todo lo que puedo, pero de todas maneras ya tenemos una cita médica programada para la próxima semana. Es mejor que me oriente la pediatra para lo que viene. Solo espero no tener que llevarlo por urgencias. Detesto el ambiente lúgubre de las clínicas y siento que los niños se enferman más solo por estar entre más enfermos.

Por fin escribí uno de los artículos que tenía pendientes y lo envié para publicarlo. Lo publicaron de inmediato y por fin sentí que boté el bloqueo que tengo obstruyéndome la inspiración desde que Ángela partió. No fue un texto tan bueno, pero me sirvió para sentirme vigente y con la pluma caliente. Solo pude hacer uno de los dos que tengo en el tintero, pero ya es un avance.

A las cinco pasé por el pequeño Felipe. Estaba sentado en la mesa pintando con sus compañeritos, justo en la cabecera, con un color y un papel. Rellenaba unos círculos y se le veía tranquilo. De camino al jardín le compré un jarabe para la tos porque él se toma unas gotas homeopáticas que no son suficientes para la crisis que tiene en este momento.

Llegamos a la casa y estaba animado. Le di la primera dosis de jarabe y se le calmó la tos un rato. Comió melón y papaya picada y a las seis pasadas le di la comida. Subimos para ponerle la piyama y cuando lo subí a la cama se recostó y me dijo "ta-tantao" que quiere decir que está cansado. Lo empiyamé y le puse debajo de la piyama una camisetica de balletiya que me dio mi cuñada para protegerlo del frío. Lo acosté con su tetero, pero empezó a toser profusamente. Entonces me arrunché con él y lo calenté con un abrazo. Se fue calmando y se quedó dormido. Me salí de la cuna y empezó a toser de nuevo. Entonces decidí darle otra dosis de jarabe que se lo tomó entre dormido y despierto. Otra vez lo arrunché y lo calenté hasta que se profundizó. Lleva ya una hora sin toser. Lo que llevo escribiendo esta entrada. Supongo que tendrá alguna crisis en la noche y estaré atento para arruncharlo otra vez si es necesario. En estos momentos Ángela me hace mucha falta. A mí y a el pequeño Felipe, porque ella sorteaba con mayor tranquilidad y maestría estas crisis. Pero yo poco a poco voy desarrollando ese instinto maternal que me permite intuir que una caricia puede ser mucho más efectiva que un remedio. Y acá va uno entregando el corazón a pedazos así la cara sea una sola ojera. Es el sacrificio natural que uno hace por un hijo, es imperceptible y la única recompensa que uno espera es que se mejore.

Bueno, espero que el pequeño Felipe supere la tos esta noche y que no se complique más. Esta es como una alerta amarilla a la que debo estar atento. Ya he entrado tres veces a su habitación y duerme profundamente, lo que me da una tranquilidad infinita. Ojalá mañana esté bien. Es lo único que quiero.

Muchas gracias por leerme hoy. De nuevo sus buenas energías y oraciones serán del todo útiles. Gracias por seguir este diario que se escribe solo.

Dulces sueños.


miércoles, 14 de junio de 2017

Día 15. Junio 14.


Pipe estuvo tosiendo anoche. Solo de vez en cuando, pero igual no pude dormir bien. Las enfermedades que más me preocupan y angustian de los niños son las respiratorias. Y es que a Nicolás le dio bronquiolitis cuando tenía apenas tres meses y duró con asma hasta los seis años. Era horrible verlo respirar con dificultad y tener que salir con él corriendo para urgencias en las madrugadas frías para que le hicieran nebulizaciones y terapias respiratorias. Recuerdos amargos de noches largas y tristes. Afortunadamente el pequeño Felipe ha tenido pulmones y bronquios fuertes, pero cada vez que tose me siento inquieto, me preocupa y se me daña el sueño.

Se despertó a las siete de la mañana, tranquilo y sin rastros de haber tenido una mala noche. No tuvimos que correr para la alistada porque hoy vino Doris y me ayudó con el desayuno, con lo que me gané unos minutos.

Pipe habló con Ángela un rato mientras lo vestía. No la pudo ver porque no había imagen en el Skype, pero apenas la escuchó me señaló sus fotografías y me dijo "mamá". Estaba contento, le gustó escuchar la voz de su mamá y lo celebró con serenidad, como si supiera que esta es la situación y que va a durar un tiempo.

Llegamos al jardín y Pipe se encontró en la puerta con sus primos, que son los hijos de la hermana de Ángela, Ana Catalina y Antonio. Se alegró de verlos y entró con ellos para perderse entre los demás compañeritos.

Regresé a la casa y Doris estaba limpiando algunas cosas en la cocina y escuchando noticias. Anunciaron un tiroteo en Estados Unidos en el que un demente arremetió a bala contra un grupo de republicanos. Doris me dijo "hay cada loco en este mundo" a lo que asentí con la cabeza. Siguió hablando, como buscándome conversación y continuó "nosotros somos desplazados por la violencia" ¿De dónde? le pregunté. "De Valparaiso Caquetá". Yo le dije -Yo estuve en Florencia trabajando en el CTI. Renuncié porque pensé que me iban a matar. Duré solo dos meses-. Ella reviró "a mí me dieron un balazo en la cadera en un combate entre los paras y los guerrillos". No dije nada más. No pregunté nada más. Yo salí corriendo de Florencia muerto de miedo sin haber perdido nada. A ella la desplazaron con su familia con un tiro en la cadera teniendo que dejarlo todo. No tenía mucho más que agregar. Solo descubrí una historia que ella está dispuesta a contarme y que yo estoy dispuesto a escribir. Ya le preguntaré, porque en ese momento debía salir a hacer vueltas de banco. Las divertidas vueltas de banco.

A las cinco en punto pasé por el pequeño Felipe. Lo encontré feliz, relajado, jugando sin mucho afán de salir. Eso me agrada porque veo que Pipe está realmente contento, que se ha adaptado a sus nuevos horarios y sus nuevos entornos, que en el jardín ha encontrado la diversión y el entretenimiento que yo no le puedo dar en casa y que el tiempo que compartimos es corto pero ameno, de calidad, no me genera estrés ni yo a él. Realmente disfrutamos el tiempo que estamos juntos.

Cuando llegó a la casa le di melón y papaya picaditos. Se las comió sin problema. La casa estaba impecable, Doris la dejó reluciente. El pequeño Felipe pulverizó una galleta en el piso y al ver que había hecho reguero fue a buscar su escoba y su recogedor. Solo logró esparcirla más, pero me enterneció ese sentido del orden que le afloró espontáneamente.

Luego seguí con la rutina de darle la comida mientras veía la colmena feliz. Estaba cansado, sabía que se iba a dormir temprano y por segunda noche consecutiva se dejó empiyamar sin resistencia alguna.

Se quedó dormido mientras se tomaba el tetero, rendido, sin chistar. Mañana voy a hacer el intento de escribir los dos artículos que tengo en el tintero y que no me fluyen. Simplemente voy a escribir, lo que salga, y luego le doy forma. No puedo seguir anquilosado viviendo la vida del pequeño Felipe cuando él ya está tranquilo y me lo demuestra cada día. No puedo seguir buscando excusas en él cuando los problemas están en mí. Sobre esto tengo que reflexionar con la almohada.

Bueno, acá estoy, pasando este día quince un poco parco, sin mucho color. Pero me acuesto tranquilo sabiendo que la tos de Pipe no avanzó. Quizás fue solo frío.

Feliz noche para ustedes. Gracias por seguirme en esta maratón. La meta se ve lejana, pero los pasos van firmes, día a día, como el que dejo plasmado hoy. Hasta mañana.


martes, 13 de junio de 2017

Día 14. Junio 13.


Ya han pasado dos semanas desde que Ángela se fue. Parece mucho tiempo el que todavía falta para que nos encontremos de nuevo, pero qué rápido se han pasado estos días. El pequeño Felipe parece haberse ya acoplado a la situación. Extraña a su mamá pero sin dolor, sin drama y se ha acostumbrado a su rutina conmigo. En la madrugada se despertó a pedir tetero a eso de las cuatro de la mañana. Yo me levanté medio dormido, le di el tetero y me volví a acostar. Él se quedó llorando un rato. Pensó que me iba a quedar con él pero yo estaba molido. Como a los cinco minutos él también se quedó dormido y se despertó en la mañana tarde para lo que acostumbra. Entonces tuvimos que correr para llegar a tiempo al jardín.

En el jardín se queda cada vez más tranquilo, más confiado, más relajado. Le estira los brazos a la profe mientras le cuento si hay alguna novedad y le lanza la mirada a sus compañeros para ver con quién va a empezar el juego.

Yo regresé a la casa para hacer algunas tareas domésticas y para hablar con Ángela que no había podido hablar con Pipe en la mañana, porque ella estaba haciendo algunas diligencias relacionadas con su acomodación. Mi día en casa fue tranquilo. Aproveché para comprar algunas cosas en el supermercado y para organizar las cuentas y las tareas que están pendientes tratando de que no me sorprenda la angustia del último momento. Y me di cuenta de que hay mucho que hacer. Que moverse es mucho más que transportar el cuerpo. Hay que disponer de las cosas, de los deberes pendientes, de las deudas, de los afectos, de las conversaciones que aún queremos tener y sobre todo, de Nicolás. Nicolás es media vida mía y ese pedazo mío se queda acá. Ya empiezo a sentir el vértigo de la despedida y me pregunto cómo será la relación de mis dos hijos en la distancia. Nicolás, que vive solo desde hace más de un año, me ha dicho que él ya encontrará los momentos para compartir con el pequeño Felipe, que las vueltas de la vida los unirán de nuevo en algún momento y que ya recuperarán el tiempo que ahora la distancia les va a negar. Nicolás ya es un hombre. Pero uno nunca deja de ver a los hijos como niños. Los hijos siempre serán vulnerables y débiles para uno, que siempre quiere estar ahí para protegerlos. Pero la realidad es que Nicolás seguirá por su cuenta y yo lo debo aceptar. No es fácil, pero tengo casi cuatro meses para asimilarlo.

A las cinco pasé a recoger al pequeño Felipe y oh sorpresa, no quería salir del jardín. A esa hora ya están libres de actividades entonces pueden jugar a placer por todo el jardín. Me lo encontré corriendo, entrando y saliendo de la piscina de pelotas, cogiendo la bomba que no quiso dejar en casa esta mañana. Finalmente, después de un ratico que aproveché para conversar con la directora, Pipe me estiró los brazos para que nos fuéramos.

Llegamos a la casa pasadas las cinco y le serví un jugo de pera que yo mismo le hice y las galletas Saltinas que no le pueden faltar. Estaba cansado. Se le notaba en los ojos. No estaba tan activo como siempre. Aproveché para cortarle las uñas. Lo hice con pánico y mucho cuidado. Esos deditos, esas uñitas y yo cortándole como haciendo filigrana meticulosamente para no lastimarlo. Yo soy torpe, descordinado y amotriz. Por eso le corté las uñas despacito, sin afán, y él se quedó petrificado, como intuyendo que era mejor colaborar por su propio bien. Y bueno, le corté todas las uñitas sin nada que lamentar. Pasadas las seis le di la comida y después lo empiyamé. Hoy no se resistió ni jugó a que lo persiguiera que es el ritual de la empiyamada. Estaba dócil, entregado y somnoliento.

Ya en la cuna se activó, le dio por jugar pero ya estaba en el tiempo de descanso. Y su sueño es sagrado. Entonces le apagué la luz. Otra vez lloró, pero decidí dejarlo un rato para que entienda que el llanto no va a resolver todos sus caprichos y que la disciplina también es importante y necesaria por su propio bien. Se calmó a los minutos y fui a consentirlo. No quiero que piense que me acuesto bravo con él o que no le pongo atención. Se durmió mientras le acariciaba la cabeza y eso me dio paz a mí.

Bueno, hoy el sentimiento es ambivalente. Me alegra que pase el tiempo para reencontrarnos con Ángela. Pero ya me empiezan a doler las despedidas, sobre todo de Nicolás, que va a empezar a volar con sus propias alas y no sé qué tan fuertes son. Tengo cuatro meses para averiguarlo y para compartir esas conversaciones que tenemos pendientes.

El día se agota. Mañana será un nuevo día para contar. Gracias por mantener la persistencia en leer este recuento de días. La constancia no es una de mis cualidades, pero acá estoy, cada noche, viviendo este reto y plasmándolo en este diario. Ahí vamos y ahí seguiré, cada día, hasta que pasen los 128. Feliz noche para todos y todas.