lunes, 31 de julio de 2017

Día 52. Julio 21. Faltan 76 días.


Debo reconocer con la vergüenza que me arrastra de este rezago infinito que de este viernes 21 de julio no tengo mayores recuerdos. Sé que fue un día híbrido, un lunes-viernes o un viernes-lunes, como lo quieran ver, porque era un viernes posterior a un festivo. Una semana laboral de un día para un desempleado como yo.

Supongo, por lo borrado que tengo ese día de mi vida, que fue intrascendente en cuanto a las novedades del pequeño Felipe, lo que es bueno, porque quiere decir que fue un día tranquilo para él, que estuvo sanito y que no pasó nada que perturbara su día. Entre la maraña de mis recuerdos, tengo la certeza de que cuando lo recogí en el jardín a las cinco de la tarde, como todos los días hábiles, me vio y salió corriendo para abrazarme. Y es el único recuerdo que tengo nítido de ese día porque es la primera vez que lo hace con tanta efusividad desde que se fue Ángela.

Por lo demás, podría inventar anécdotas y momentos vividos con el pequeño Felipe pero tengo la certeza de que el orden de tiempo y espacio estaría seriamente alterado. Hoy debo reconocer que este rezago es insalvable y que no bastan los chispazos de la memoria para construir algo decento. Por lo tanto, para cumplir con la semana que prometí el miércoles pasado para remediar la situación, para lo que quedan solo dos días o para ser más exactos, 48 horas, llenaré este rezago no con vivencias inventadas y destellos intermitentes de recuerdos sino con escritos de reflexiones, vivencias, aprendizajes, temores y cualquier cosa que sirva para unir los extremos de esta laguna con un puente que no deje vacíos los días que ya pasaron de la agonía a la muerte en mi memoria.

Algunos textos serán trabajados y profundos. Algunos días los despacharé con una fotografía y una frase. Ángela, que siempre sabe animarme en los momentos en los que desfallezco, que son muchos más de los que debería soportar una pareja, me dijo que tomara como ejemplo el diario de Bridget Jones. La verdad no sé de qué me habla. Solo vi la última película de esa zaga y en ella jamás la vi escribiendo una letra. Entonces me relajé porque pensé que me estaba avalando mi claudicación. Pero no, resulta que el diario si se escribe, pero no de manera continua ni con un rigor literario exigente. Me explicó Ángela que había días en los que Bridget no escribía nada, otros días en los que no pasaba de una línea y otros días en los que se inspiraba tanto que podría salir el guión de una película. Bueno, pues el diario del pequeño Felipe será al menos en los diez días de rezago que vergonzosamente estoy completando, un diario al estilo Bridget, solo que sin película y sin el riesgo de que el lector muera de un coma diabético por el dulce del romance empalagoso de una gordita muy deseada. La verdad no me sé la trama de Bridget, pero su forma descomplicada para escribir diarios, de acuerdo con lo que me cuenta Ángela, será conveniente para superar este impase que me tiene al borde de la locura.

Solo espero estar el jueves contándoles lo que pasó ese día, como lo hice juicioso más de cuarenta días para caer en esta angustia de que el tiempo pasa más rápido de lo que uno espera y que lo que parecía largo y lento ahora es corto y fugaz. Aún no sé si termine este diario. Es más, no sé si el miércoles estaré firmando una derrota más en mi vida. No sé nada, como Sócrates. Y como Sócrates, no me importa. Ojalá no me llegue la cicuta literaria como a él le llegó la filosófica. Pero acá estoy, escribiendo y punto. Es todo lo que me interesa.

Gracias por seguir a este perdido. No se pierdan conmigo. Un abrazo y feliz noche.


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