viernes, 7 de julio de 2017

Día 38. Julio 7. Faltan 90 días.



Otra noche tranquila y otro despertar sereno, afortunadamente. El pequeño Felipe volvió a despertar y hoy me llamó con un sonoro "papáaaaaaaa" que fue aún más lindo que el "hola" de ayer.

Sin mucho sobresalto y a la hora natural de despertar de Pipe, empezamos la jornada con un tetero, prendida del televisor y el juego en el cuarto de los juguetes. El tiempo en la mañana siempre transcurre sin afán. Siempre he creído que la infelicidad en la vida comienza con las prisas de la mañana. Me recuerdo de niño corriendo detrás de la ruta del colegio con los zapatos en una mano y la arepa del desayuno en la otra y eso no es lindo. Es verdad que la disciplina es importante, pero creo que una de las virtudes de la disciplina bien entendida es que contribuye a la felicidad y no a la infelicidad. También es cierto que las rutinas organizan el tiempo y la vida y eso es bueno, pero no si funcionan como un molde inamovible, sino como una simple referencia que nos permite saber que el día solo cabe en 24 horas y que en esas 24 horas se deben hacer muchas cosas. En fin, el caso es que nunca apuro a Felipe para que haga las cosas rápido. Se levanta lo suficientemente temprano para que podamos hacer todo el ritual de la mañana relajados.

En el desayuno Pipe pudo hablar con su mamá. Cada vez se entiende mejor con la virtualidad y si bien no puede mantener la concentración más de tres minutos, cada vez interactúa más con Ángela por Skype. Le manda besos, le muestra cosas, y se despide con un elocuente movimiento de manos con el que saben los dos que ya debemos colgar y seguir nosotros con el día y Ángela con su tarde.

Pasadas las ocho dejé a Pipe en el jardín y como siempre se quedó tranquilo y contento. Yo regresé para alistarme y salir a mi segundo intento de la revisión tecnicomecánica de la camioneta. Ya tenía un cinturón de seguridad decente y no debería haber problema. Llegué con la ilusión de que solo fuera que chequearan el cinturón y ya, diez minutos y regresaba. Pues perdí otra hora y media de mi vida solo para que se dieran cuenta de que el cinturón de seguridad no se iba a reventar con mi panza. Volví al apartamento, le tomé unas fotos a la camioneta y la publiqué en la página de ventas. Esta es otra de las tareas que me da una pereza inmensa pero que hay que hacer sí o sí para resolver los mil pendientes que aún quedan mientras el tiempo se va acortando.

A las cuatro y media salí por el pequeño Felipe porque hoy también los recorridos fueron en coche, aprovechando que el clima estaba benévolo. Llegué por él, me dieron un reporte de lo bien que había estado hoy, del estado de euforia en el que permanece últimamente y de los avances que ha tenido. Tanto me entretuve con el relato sobre Felipe que se me olvidó llevar la comida que le preparan en el jardín para la cena. Solo me di cuenta cuando entramos al apartamento y tuvimos que devolvernos, esta vez en el carro, por la bendita comida. En el jardín estaban más angustiados que yo y ya estaban alistando excursión hasta la casa para traerla.

Cuando llegamos le di a Felipe un jugo de mandarina que me quedó espantoso porque las licué con todo y pepas. Las pepas amargan el jugo y el pequeño Felipe me lo hizo saber con una cara de desagrado con la que supe que ya distingue los sabores feos de los ricos. Y ese jugo quedó espantoso. Entonces le calenté la cena y sin dejar pasar mucho tiempo le fui preparando el tetero de dormir. Mientras lo iba empiyamando, le iba dando la comida, hoy otra vez en la travesía de perseguirlo por todos los cuartos para ponerle prenda por prenda y peor aún, de darle bocado por bocado. Pero como en todas estas noches, solo es darle el tetero y dejarlo en la cuna para que se duerma casi que de inmediato.

Pasó una semana más y viene, por fin, un fin de semana corto. Mañana tenemos desayuno con las tías, las hermanas de Ángela, y sus familias. Desde que Ángela se fue no nos hemos reunido y ya es momento, ha pasado más de un mes.

Bueno, hoy pasó otro día tranquilo, de esos que me gustan porque hacen que el tiempo pase rápido y sin angustias. Muchas gracias por leerme una noche más. Qué descansen. Nos vemos mañana.


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