jueves, 6 de julio de 2017

Día 36. Julio 5. Faltan 92 días.


Anoche decidí postergar la escritura del diario del pequeño Felipe porque me pasó algo que no me pasaba hace mil y una noches: Me dio sueño temprano. A las nueve de la noche estaba bostezando, cansado y con ganas de dormir, y sé que si no aprovechaba ese momento, otra vez tendría otra larga noche de insomnio y la verdad no quiero más de eso.

Además fue un día tranquilo, sin mayores sobresaltos para el pequeño Felipe que poco a poco ha ido recuperando su salud. En la madrugada solo se despertó una vez a pedir tetero y con un pequeño acceso de tos que se le pasó rápidamente. En la mañana se despertó a las 6:30 am, de buen ánimo y tranquilo. A esa hora empecé a alistarlo, a bañarlo y a vestirlo esperando a que Doris llegara para que me ayudara con el desayuno. Pero la pobre Doris venía en un trancón absurdo de esos a los que nos acostumbramos en Bogotá y llegó cuando el pequeño Felipe ya se había ido para el jardín. Pero Pipe desayunó bien y lo dejé contento en el jardín.

Cuando llegamos la profe me contó que el pequeño Felipe está muy vivaz, muy atento, muy juguetón y que ha progresado mucho en el jardín. Y sí, la verdad es que se le ve contento y los avances que tiene día a día son notables. Ya sabe en dónde quedan la mayoría de las partes de su cara y sabe cuales son sus pies y sus manos. Y de a poco va repitiendo las palabras que le vamos enseñando. Algunas se le quedan más rápido que otras pero todas las va asimilando y las va relacionando con su cotidianidad. Creo que el pequeño Felipe con el que se va a reencontrar Ángela va a estar muy cambiado con respecto al que dejó. En estos cuatro meses los avances de Pipe serán notorios y no me cabe duda de que serán sorprendentes para Ángela.

Yo regresé a la casa y me alisté para llevar la camioneta a la revisión técnico-mecánica. Una mañana perdida que afortunadamente aproveché con un libro para que al final me dijeran que no pasaba la revisión porque el cinturón de seguridad del conductor estaba deshilachado. Y bueno, tendría un par de pelusas por ahí, pero claramente estaba completo, resistente y sin riesgo alguno de que se reviente. Pero igual reclamar solo podía terminar en dos cosas, o que me ignoraran o que me pidieran un soborno. Ninguna de las dos iba a ser, entonces me fui para el taller de mi hermano Luis para que le cambiaran el cinturón y ya. Mañana iré de nuevo y espero salir con el certificado.

Después de este maravilloso día perdido, salí a las cuatro y media por el pequeño Felipe porque lo iba a recoger en coche aprovechando la tarde soleada y que estaba mejor de su gripa. Llegamos a la casa y le di jugo con galletas antes de darle la comida, como cada tarde. Antes de las seis llegaron mi sobrina y su esposo que serán padres y el pequeño Felipe ya tiene cosas para heredarle. Charlamos un rato y me di cuenta de que esto de la paternidad es un aprendizaje diario y que antes de empezar este camino todo es novedoso. Yo fui papá por primera vez hace más de 21 años. Y en este tiempo cambió todo, la dieta de los bebés, la forma de sacarles los gases, la forma de acostarlos en la cuna, la forma de ponerles los pañales y limpiarlos, la forma de bañarlos... casi todo ha cambiado. Pero hay algo que no cambia ni cambiará: La intuición de los padres sobre lo que creen que es mejor para sus hijos. No hay decisión más acertada sobre un hijo que lo que uno como padre cree que es correcto. Salvo en cuestiones de salud, que se requiere la atención de un profesional en medicina, todo lo demás es una comunicación silenciosa entre los padres y el bebé. Uno sabe cuál es la postura en la que mejor duermen, cómo saca mejor sus gases, cómo se duerme más fácil, cómo se calma, en fin, la comunicación diaria con los bebés son la clave para el bienestar de todos en el hogar. Los consejos son bienvenidos, pero la única respuesta sobre lo mejor para un bebé son los trucos de la convivencia diaria y la intuición de los padres. Esto lo viví con Nicolás pero lo he podido reflexionar mejor en mi convivencia diaria con Felipe y sobre todo en este tiempo que hemos estado los dos solos.

Después de que se fueron mi sobrina y su esposo el pequeño Felipe cenó y ya se le veía cansado. Por eso lo empiyamé rápido y lo acosté casi a las siete y media, ya tarde para él. Se quedó dormido de inmediato y pasó una buena noche. Todavía tiene rezagos de gripa porque tiene moquitos, pero está respirando bien y la tos le mermó.

Bueno, un poco tarde pero acá estoy de nuevo. Este diario lo hago para relajarme y no para estresarme. Por eso no quiero meterme presión con la obligación de escribirlo en la hora y en el día que corresponde como una tarea ineludible. Eso sí, quiero dejar registro de cada día y por eso cumplo con escribirlo para cada día, además como una tarea de constancia y persistencia de las que no tengo mucho y quisiera dejar este diario como testimonio de que si pude hacerlo alguna vez, pero sin que pierda su carácter terapéutico de balance y reflexión.

Perdón por la demora, pero sin duda, dormir bien es un privilegio que no puedo desaprovechar cuando Morfeo tiene la cortesía de invitarme a su reino. Gracias por leer y si Morfeo no sigue generoso conmigo, nos vemos esta noche.


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