viernes, 20 de abril de 2018

Día 54. Julio 23. Faltan 74 días.


Mi proceso más difícil de adaptación es adaptarme a mí mismo.

Ya pasaron poco más de seis meses de nuestras vidas en estas tierras lejanas. El pequeño Felipe solo es un ciudadano del mundo. No sabe en dónde está y tampoco le importa. Con que su papá y su mamá estén cerca, tiene las naciones que necesita a la mano. Va al jardín infantil todos los días y se entiende con sus compañeritos en el lenguaje de los niños que no tiene idioma. Él simplemente usa las palabras que necesita. A sus profesoras del jardín les dice algunas palabras en alemán y a Ángela y a mí nos dice algunas palabras en español. Simplemente dice palabras hasta que alguna le funciona. No se complica. Casi todo el tiempo está contento, salvo cuando tiene hambre, sueño, le duele algo o nos demoramos para entender la palabra que nos está diciendo.

En cambio a mí todo me da miedo. Salgo de casa preferiblemente a sitios en donde no tenga que interactuar con las personas para evitar esas conversaciones que siempre empiezan con "sorry, I don´t speak german". Lo que no saben ellos es que mi inglés también es "a little bite". Por eso me ha servido el lenguaje de las sonrisas, así parezca un idiota. No importa qué me digan, yo siempre sonrío y asiento con la cabeza. He intentado aprender alemán. Estuve dos meses en un curso con veinte personas más en la Torre de Babel. Había personas de todo el mundo tratando de aprender alemán mientras yo me distraía tratando de entenderlos a ellos. Fue un absoluto fracaso al que tendré que regresar un día. Pero al menos aprendí a decir cosas básicas que me permiten salir del paso para saludar, despedirme y dar las gracias. Mi aspecto no ayuda. En la calle me veo como un alemán enano, por eso la gente me habla sin prevenciones, suponiendo que yo entiendo. Y yo me hago el que entiendo y sigo mi camino, con una sonrisa, por supuesto. La gente quizás se queda esperando una respuesta imaginando simplemente que llevo alguna resaca a cuestas. No sé, nunca me doy la vuelta. El día que me pase con la policía será un verdadero problema.

Esta es una ciudad linda, supremamente ordenada y la calidad de vida se respira en cada esquina. Nosotros vivimos en los suburbios, cerca del campo y al lado de una reserva forestal. Ya está entrando la primavera y la temperatura sube cada día, los árboles que cargaban nieve, ahora cargan hojas. A mí me gustaba más el frío, para ser honesto. Siempre he amado el frío. Excepto cuando se empiezan a adormilar los dedos de las manos y los labios se ponen morados. Ahí no es tan chévere.

Mucho de lo que me rodea me gusta pero aún me siento muy extraño, muy extranjero, muy ajeno. Por eso vivo con curiosidad. Los buses pasan a la hora en punto. Siempre cojo el de las 4:05 p.m. para recoger al pequeño Felipe en su jardín infantil. No hay que hablar con el conductor. Solo le muestro el tiquete mensual de transporte y él me deja pasar. Le podría mostrar mi carné del equipo de fútbol en Colombia e igual me dejaría pasar. Son muy poco rigurosos con eso. Pero si no llevara mi tiquete y estuviesen haciendo las revisiones periódicas que hacen las personas encargadas, me impondrían una multa de 60 euros y una amonestación. Y por ser extranjero, a las tres amonestaciones podría estar empacando mis maletas para devolverme. Igual, siempre pago mis tiquetes. No es una cuestión que se haga por la sanción, es lo justo, más en un país que está implementando la gratuidad del transporte público gradualmente.

Aún no me adapto a mí mismo en este lugar. Pero me miro en las pupilas del pequeño Felipe y siento una paz inmensa al ver que él sí lo está logrando. Ya podré adaptarme yo también, cuando venza el miedo, cuando deje de ir por las calles con esta sonrisita marica con la que creo que me estoy comunicando con los demás. Ya me llegará el día de poder responderle a las personas con palabras sin perder la sonrisa. Por ahora vivo con un cordón umbilical larguísimo que me mantiene atado a Colombia y a su cruda realidad en la que me hundo todos los días a través de los medios y las redes sociales. En fin, por hoy solo sé que avancé un día más en el diario. También sé que no lo haré todos los días porque es muy exigente y debo escribir más cosas. Pero está sirviendo, me estoy sintiendo mejor y quizás lo termine algún día. Gracias por no abandonarme y gracias por seguir leyéndome. Acá vendré cada vez que pueda a desahogarme un poco.










2 comentarios:

  1. Es natural dicha sensación de desadaptado. Toma tiempo pero sí es más fácil con la familia. Qué buena oportunidad para crecer. Ayuda mucho cortar el cordón umbilical y centrarse en lo que están viviendo Allá, no en lo de aquí. Con respeto, no pierdas el tiempo pendiente del platanal de manera tan seria. Fuerte abrazo Profesor

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    1. Muchas gracias Wally, valoro mucho esas palabras y que se haya tomado el tiempo de leer. Y sí, tiene razón, hay que ir desprendiéndose pero no es fácil cuando los afectos siguen vigentes en personas que amamos. Un abrazo fuerte de vuelta.

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